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viernes, 18 de noviembre de 2011

Hermosa Carta de Despedida a un Alumno por su Profesora...

"El Retorno de Renzo”
(despidiendo a un alumno…su valentía, su amor, mi admiración)                                                                       
                                                                   por María Teresa Pozzoli

Antes que nada quiero agradecer a los compañeros y amigos de Renzo, la oportunidad que me dan para ordenar estas torpes palabras, en un homenaje sentido, adeudado y ya impostergable...
Fui no sólo su profesora en dos cursos de la Carrera de Psicología, sino además, lo que le agradezco: depositaria de su confianza.
Recibí su afecto y su apoyo en momentos institucionales injustos y difíciles que nos tocó vivir en esta Escuela en el año 2004. Compartimos en reuniones de curso y convivencias, ciertos desvelos y preocupaciones por el mundo en el amigable marco del afecto compartido. Para hablar de su partida tan temprana, quisiera compartir con Uds. la idea de retorno.

Esta idea suele ser presentada al interior de los mitos, y en particular, en los intentos de explicación de los aspectos socioculturales de los fenómenos migratorios. El mito del retorno se configura en un tipo de discurso referido a la experiencia del inmigrante -que conlleva la idea de un regreso merecido y deseado a alguna parte. Actúa como una utopía, manteniendo ese deseo profundo de alguna vez poder REGRESAR, lo que nos hace convivir a los extranjeros con el sentimiento de nostalgia como una experiencia bastante cotidiana.

En la experiencia del inmigrante se acentúa la idea de que estar vivo conlleva la idea de haber tenido que 'migrar' para poder sobrevivir a alguna limitación, lo que en sí es parte de la paradoja. En el lugar de tránsito haremos frente a nuevas limitaciones de extranjería, adaptándonos a territorios que no guardan relación con nuestros orígenes primigenios pero que emergen como la posibilidad de hacer aprendizajes necesarios. Por eso, que el estar vivo se convierte entonces en un sentimiento permanente de estar en tránsito, animados por la promesa de algún día poder regresar.

“Y esta América Morena sabe mucho de historias de expulsión y de exilio, de
repatriaciones. de acogida del extranjero y de hermandades construidas en un
mismo sentimiento de la nostalgia por ser de 'otra parte' “

Se me ocurre que toda nuestra experiencia en este mundo es sólo una muestra de un continuum de viaje sideral, de un viaje con final y con finalidad, que nos hace llegar a alguna parte, aprender en las sucesivas convivencias, y de soñar con que alguna vez podremos regresar. El estar en otra parte entonces, se asimila simplemente a un tránsito que alguna vez ha de finalizar en el contexto amplio de una eterna ciclicidad que se reanuda sin pedirnos permiso, justificando la infatigable secuencia de rumbos que convergen en un mismo deseo de regresar al puerto de partida. Una experiencia en la que -mal que mal- estamos todos, sumidos una misma intinerancia sin fin, participantes protagónicos de ciclos de vida, marcados por la finitud y la exuberancia de un reinicio irrefrenable de renovación perpetua.

Como se ve, al hablar del 'Regreso de Renzo' no nos referiremos solamente a la experiencia del extranjero, sino también a ese tránsito sempiterno del alma universal. Cómo si dispusiésemos de un hálito de vida, más o menos prestado, y que en alguna medida nos hace un poco errantes en el rato en que estamos vivos, divagando por alguna esquina del Universo para hacerle frente a las encrucijadas que nos pone la vida con la rutilante excusa de participar de esos aprendizajes individuales y generacionales.

Muchas veces en la idea de reiniciar el viaje para retornar, está guardado aquel ancestral sentimiento de redención que habita en las mitologías más antiguas y en los significados de ciertas imágenes asociadas con los misterios de la creación. Un fenómeno tan bien descrito por Jung, por ser un componente del inconsciente colectivo.

De allí, que en esa sensación de tener que regresar a alguna parte -no identificable racionalmente- halla una pizca insospechada de aquel polvo de la creación que nos dio origen. El polvo de la creación nos atrae nuevamente, nos lleva por caminos misteriosos y nos salpica de utopía.
Avanzamos un poco ciegos por senderos, preguntándonos de paso por el sentido de la vida,
completando etapas, poniéndonos algo mayores, explorando con cierta precariedad los mensajes que guardan los sueños, y echando mano a los recursos disponibles para crecer desde adentro hacia afuera, o en sentido inverso, que más da…?

Este es un viaje que nos permitirá habitar algunos oasis, y también nos enfrentará con la pérdida de lo amado, como condición necesaria para finalizar un ciclo y -habiendo entendido el mensaje o no- enfrentar otro nuevo. En esta secuencia se configura la siguiente metáfora de redención a través del Otro inefable:

"vale la pena cruzar el puente para encontrarte porque sería una ocasión transformadora para ambos, y sentiríamos el alma retornando por un instante o por una eternidad -¿ qué importa ?- a la sensación del paraíso".
("La promesa del agua", María Teresa Pozzoli, 2003)

Hace poco tiempo atrás Renzo tuvo que retornar a alguna parte. Quizá a algún paraíso perdido tibio y confortable, lo que le permitió distenderse de la limitación física que la enfermedad supo imponerle. Ahora quizá recién, al fin su espíritu esté en calma.

Su partida, nos recuerda aquello de que apenas somos migrantes al interior de territorios prestados, y que estando de paso en este escenario, muchas veces queriendo romper el sortilegio manifestamos nuestro afán a través de los apegos mundanos. Nos recuerda también con su partida que tantas veces entonces confundimos el paraíso perdido con lo precario y lo finito, en razón de nuestros egoísmos, con la sensación de habernos atrincherado en un dominio blindado y permanente, que le asignamos a las cosas deseadas o amadas.


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Su regreso se inició sin pedirnos permiso, lo que pone a prueba nuestras convicciones y la tozudez de nuestros egoísmos más primarios. Por ello, Renzo se nos fue de entre las manos mucho antes de lo que hubiéramos querido desde el afecto. Sin embargo, en parte se quedó anclado en los ribetes más profundos del solitario corazón.

Seguramente, nuestro lastimoso corazón lo retendrá en el recuerdo, como ese ser atento, valiente, afectuoso, lleno de ganas de vivir y dotado de una gran valentía que le hizo sobrellevar esa implacable enfermedad que acaba con tanto joven en el mundo. Renzo disponía, como todos nosotros, de una sabiduría intuitiva que permite enfrentar las contradicciones que consustancian la existencia.


Con esa cálida luz que expresaba su tímida sonrisa, se queda en el recuerdo y nos enseña con modestia de qué manera enfrentar las coordenadas del dolor nos hacen descubrir aquellos recursos que han permanecido escondidos en las etapas en que todo fluye y no nos enfrentamos con la adversidad.

Renzo, vivió en una sociedad de tendencias conservadoras y homogeneizante, y en ese contexto tuvo la fortaleza de asumir una vida diferente. Por ello, también se constituye en un ejemplo para tantos jóvenes que reprimen, esconden e inhiben la expresión de su propia 'diferencia', como una manera de mantener la aceptación social de sus familias, amigos y compañeros de trabajo.

Esta cobardía tan usual es decidora de nuestras pequeñeces, de aquellas miradas esquivas que expresan evitación, de la sordidez de nuestros comentarios 'a soto voce' amparados en la estereotipia que refuerzan los comportamientos de intolerancia y de discriminación al sentirnos desconfirmados por la vida del Diferente, amenazados por la espada de Damocles de nuestros más íntimos fantasmas, que se arrugan con el miedo ante la inminencia de la sanción social.

Renzo, por lo demás, en cuanto a lo académico fue un alumno siempre atento y entregado al quehacer de las tareas académicas, lo que suele llamarse un buen alumno, estudioso, responsable, consecuente incluso en el contexto de las condiciones limitantes a los que lo había sumido su enfermedad.

Pero Renzo, progresivamente, en un doloroso proceso fue dejando de ser cuerpo, y simultáneamente fue incrementando su condición de espíritu. Y aunque materialmente no lo veamos, seguramente esté sentado etéreo en esta sala, de piernas cruzadas y de sonrisa suave. Seguramente, pervivirá rondando por las esquinas del Barrio Brasil y en las cuadras que separan la universidad de Plaza Italia. Quedará radicado en nuestras salas en las que recuperó la alegría con sus compañeros, y donde alojó una buena porción de sus sueños al poder imaginar para sí otra vida posible en un mundo distinto al que lo recibió. En este lugar colocó sus esperanzas de construir una nueva vida como profesional de la Psicología.

Sin duda, sus sueños inacabados, son un referente también como alimento para nuestras más profundas utopías. Por ello, su energía pervivirá entre nosotros, colándose irreverente entre los pliegues de nuestras propias ganas de vivir, entre nuestros cuestionamientos existenciales y en el recordatorio indeleble de la precariedad de la permanencia de todo lo que amamos y que, inútilmente, intentamos infructuosamente retener más de la cuenta.

Otra vez, la lección de vida a través de la muerte, siempre entrelazadas en una misma trama que se repite inconclusa y renovada. El eterno retorno de los ciclos que se despliegan a lo largo de los tiempos; que se abren y se cierran en un abanico sin fin, que nos trae y nos devuelve al polvo adonde regresaremos. Sin saberlo, en este misterioso ciclo también está la promesa, y la fuerza irrefrenable de la naturaleza, con ciclos inefables de apertura y de cierre que se entrelazan sin más explicación en el centro de nuestra perplejidad y que quizá vuelva a despertarnos esos inútiles apegos que nos empequeñecen y nos hacen sufrir.

Renzo es un ánfora de la que sus amigos pudieron beber de ese elixir que es la amistad auténtica y sin condiciones. Por eso, creo que de alguna manera no se fue, y que una parte de él se queda en nuestra parte más iluminada, como un recordatorio para que asumamos ciertas torpezas que en caso de no corregirlas nos llevarán a un tipo de muerte de la que no hay retorno. Pues en realidad, no vale la pena la rabia, ni el resentimiento, ni la obcecación, no tiene sentido el 'sinsentido' de la aparente indiferencia, ni todo aquel amor que no sea verdadero amor.


El regreso de Renzo nos anima a intentar vivir la vida de otra manera, con más sabiduría, con más entereza, con sentimientos positivos y amigables y sin perder la chispa propiciatoria del aventurero, sin dejar de tener los ojos bien abiertos como el de niño, deseoso de descubrimiento y de revelación.

Pido un aplauso a todos los presentes, para que podamos festejar su hombría de bien y sobre todo este regalo de haberlo conocido y de haber podido aprender de su tránsito a través del inevitable dolor que nos produce su aparente ausencia, muchas gracias.

NOTA del Bloguero: Esta muy hermosa y conmovedora carta me la enviaron por Internet, pero luego pude encontrar una versión completa con el nombre de su autora: la Psicologa y Profesora Maria Teresa Pozzoli 

La Reconocida Académica de la Universidad Católica Silva Henriquez y también
Autora del libro: PENSAR DE NUEVO (ensayos de pensamiento complejo)
pueden obtener más información en la pagina: http://www.psicoactiva.com/ 
en su seccion:  publicaciones ...
 Pozzoli_8281220451066537859.jpg
SOBRE  Maria Teresa Pozzoli y su obra:
La obra
 “Pensar de Nuevo (ensayos de pensamiento complejo)” está dividido en dos partes: una primera con la descripción teórica del modelo educativo que postula la autora y del propio pensamiento complejo, y una segunda que contiene un conjunto de ensayos que la académica ha ido escribiendo a lo largo de los años y que reflejan ese mismo espíritu y sentido.
Según explica María Teresa el libro está escrito con una narrativa accesible para cualquier persona. “Está orientado básicamente a los educadores, pero a alguien que trabaja en arte le hace sentido, a alguien que trabaja en ecología, en sociología, a un psicólogo o un poeta le hace sentido, porque está escrito de manera transdisciplinar”, precisó.
·          María Teresa Pozzoli
María Teresa Pozzoli es académica del Magíster en Educación y del Programa de Desarrollo Personal del Departamento de Psicología de nuestra universidad.
Psicosocióloga, Magíster en Psicología Social, Magíster en Ciencias de la Educación y Doctora© en Ciencias del Desarrollo Sustentable, es actualmente directora del Instituto de Pensamiento Complejo en Santiago y ha publicado numerosos artículos y estudios en revistas especializadas y científicas.
Sus  otros libros: “Complexus” (2001) y “La Obediencia de Abraham” (2007).

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