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domingo, 16 de febrero de 2020

Nos reconocemos o nos matamos.


Porque bien decía Plauto el hombre es el lobo para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quien es el Otro.

Cuando somos muy pequeños pedimos todo a gritos. Cualquier necesidad -hambre, frío, dolor- será reclamada con llanto para llamar la atención del progenitor o de quien esté al cuidado del bebé. De parte del adulto estará el comenzar a poner en palabras lo que le pasa al niño, ¡tiene hambre, hay que arroparlo y cambiarle el pañal! Las patologías más severas se gestan por la incapacidad de interpretar al bebé y como consecuencia no dialectizar a la pulsión. Una vez que tengamos palabras para representar la pulsión esta podrá ser inconsciente, antes será un puro goce, una perturbación del cuerpo. No habrá nunca armonía del goce con el cuerpo, lo que terminará enfermando, acabando al sujeto y acabando las sociedades...