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Ana Lucia caminaba alegremente entre frailejones por el alto páramo, en las cercanías a La Laguna de Mucubaji, pero no estaba paseando, aunque apenas era una pequeña niña de unos 14 años, ella andaba trabajando... pues andaba seguramente buscando algún animal del rebaño de su padre o tal vez trasladándose de su casa hasta el lugar de trabajo de su padre a llevarle su comida... en fin andaba trabajando como lo hacía cualquier niño andino de esa época, quienes desde muy pequeños son instruidos e involucrados en las faenas diarias del hogar y de la agricultura o la ganadería, según sea el caso, pero los enseñan a trabajar desde muy pequeños y Ana Lucia no escapaba a esa forma de crianza en los andes venezolanos...
Ana Lucia caminaba alegremente entre frailejones por el alto páramo, en las cercanías a La Laguna de Mucubaji, pero no estaba paseando, aunque apenas era una pequeña niña de unos 14 años, ella andaba trabajando... pues andaba seguramente buscando algún animal del rebaño de su padre o tal vez trasladándose de su casa hasta el lugar de trabajo de su padre a llevarle su comida... en fin andaba trabajando como lo hacía cualquier niño andino de esa época, quienes desde muy pequeños son instruidos e involucrados en las faenas diarias del hogar y de la agricultura o la ganadería, según sea el caso, pero los enseñan a trabajar desde muy pequeños y Ana Lucia no escapaba a esa forma de crianza en los andes venezolanos...
Ella
había nacido en Piñango, pequeño poblado en el alto páramo
andino, cercano al Collado del Cóndor mejor conocido como El Pico de
El Águila, donde se rondan los 4.000 metros de altura sobre el nivel
del mar; zona
de grandes montañas con un clima recio, donde hay que ser fuerte y
decidido para adaptarse al duro entorno, allí nació Ana Lucia un 24
de Febrero y de allí le viene su fortaleza y su templanza.
Tierra
de agricultores “montañeros”, gente acostumbrada al trabajo
duro, al recio clima frío y a las carencias típicas de una
población de alta montaña en pleno páramo andino en una Venezuela
que apenas comenzaba a pasar de un país rural a uno petrolero en aquella década de los años '40 del siglo pasado.
Allí
vivió hasta los cuatro o cinco añitos, cuando sus padres decidieron
mudarse “más abajo” hacia los lados de Apartaderos, seguramente
para buscar mejores oportunidades de vida para el matrimonio Ramirez
Lobo y sus muchachitos: Martiniano, Abdón, Clodomiro, Fermín,
Ramona, Luisana, Ana Lucia... (Heriberto y Eulalia no habían nacido
cuando salieron de Piñango)
Ana
Lucia recuerda que su Padre Don Zoilo Ramírez tenía su propio atajo
de mulas, unas seis ó siete... recuerda, que se usaban como
transporte y carga en esa zona montañosa e inclemente. Era como hoy
en día tener una flota de camiones de carga para trabajar y ganarse
la vida.
Doña
Elvia Lobo y Don Zoilo Ramirez
Ella
era una niñita muy pequeña, pero recuerda (o le contaba su Mamá
Doña Elvia Lobo), que cuando cargaron las mulas con los muchachitos,
los cargaban de a dos por mula, para hacer el contrapeso de los
canastos de carga, como eran muchos y como Ana Lucia era la más
pequeña, los grandes iban en parejas y para ella no había un
“contrapeso” para su canasto, y tuvieron que usar un pequeño
perrito para que le hiciera contrapeso y poder viajar sin
contratiempos por esas empinadas montañas andinas. Ella lo cuenta
con mucha gracia y simpatía pero no deja de ser una escena
conmovedora y tierna de la partida de su terruño en una fría
madrugada del páramo andino, en la madrugada pues al igual que las
expediciones de alta montaña cuando debes emprender el camino muy
temprano para llegar a la cumbre y tener sol para el regreso...
aquí
era un camino montaña abajo, en descenso, pero con la intención de
llegar a la Cumbre de sus aspiraciones personales, para buscar
mejores oportunidades de vida, oportunidad de estudio para sus hijos,
mejores trabajos y negocios, en fin posibilidades que tal vez Piñango
no podía ofrecerles en los años 40 – 50 del siglo pasado, una
remembranza de hace casi 70 años, de su lejana infancia...
Ana Lucia caminaba alegremente entretenida con sus montañas, sus frailejones, recordando su viaje desde Piñango hasta Apartaderos y luego a La Cañada del Padre donde ahora residía con sus Padres Zoilo y Elvia, los pilares de la familia Ramirez Lobo y con sus 7 hermanos.
Ana Lucia caminaba alegremente entretenida con sus montañas, sus frailejones, recordando su viaje desde Piñango hasta Apartaderos y luego a La Cañada del Padre donde ahora residía con sus Padres Zoilo y Elvia, los pilares de la familia Ramirez Lobo y con sus 7 hermanos.
Miraba
a su alrededor examinando el horizonte con su aguda mirada cuando
divisó a un caballo a lo lejos, no se distinguía el rostro del
jinete pero sabía que debía ser alguien “de por ahí” por su
indumentaria, algún vecino o tal vez algún trabajador de la finca
de Don Hermes Balza, el terrateniente de la zona y ahora patrono de
su Padre, quién los había “contratado” y les había asignado
una vivienda o rancho en La Cañada del Padre, en el camino hacia Los
Granates en La Sierra de Santo Domingo.
Al
acercarse el jinete pudo ver que era un joven muchacho, trabajador de
la Finca El Baho donde trabajaba su Papá, pero no lo conocía de
nombre, así que siguió caminando sin prestarle mayor atención, no
siendo así para el joven jinete quién si se fijó en ella y se
acercó a la jovencita para saludarle y quizás decirle algún piropo
andino...
Hoy
en día, casi sesenta años después, Ana Lucia no recuerda
exactamente que fue lo que le dijo el joven Urbano Martín Peña Gil,
así se llamaba el joven jinete, quién años después se convertiría
en su querido esposo, en su inseparable compañero de vida, con quién
formaría la familia Peña Ramirez, quién sería el Padre de sus
cinco adorados hijos: HugoLino, José Asunción “Cheo”, Edecio,
Wilmer Antonio y Jesús Leonardo,
el
hombre a quién ella cuidaría y acompañaría hasta sus últimos
días...
Urbano Peña Gil y Ana Lucía Ramirez de Peña
Lo
que si le mencionaba Urbano cuando recordaban juntos aquel “primer
encuentro” era que Ana Lucia la había emprendido a piedras contra
él...
si
a Piedra limpia jejeje!!! tal vez molesta por el piropo que le había
prodigado de manera galante el joven jinete o tal vez para
demostrarle que ella sabía defenderse y que debía respetarla.
Son
Hermosos recuerdos que Ana Lucia conserva en su corazón y aunque ya
Urbano falleció hace 9 años aún sus ojos brillan de alegría al
rememorar aquel día.
Comparto este breve relato como una demostración de
reconocimiento y afecto hacia la Sra. Ana Lucia Ramirez viuda de Peña
en esta importante fecha en que celebra felizmente su cumpleaños, hoy
24 de Febrero del año 2017 en Santo Domingo, edo. Mérida.
Ana
Lucia en Diciembre 2016 en su casa de Santo Domingo, con su hijo
menor Jesús Leonardo “LEO” (32), su nieto José Antonio Peña
Zerpa (14) y su nieto Matheo Sebastian Peña Ramirez (10 meses).
Piñango
"A menos de un kilómetro del pueblo hay un aviso, que dice "El
Dividive. Sitio de fundación de San Antonio de la Sal por Matías
Ministrone en 1619. Piñango, capital del bolo andino". Este
revelador aviso dice que el sitio donde está ahora el pueblo no fue
el lugar original, fue movido por una creciente del Río Chirurí. Lo
de la sal se debe a que Juan Maldonado en una de sus expediciones de
1559, llega a este lugar y los habitantes le obsequian cargas de sal.
No he encontrado ninguna referencia a Matías Ministrone, pero el
apellido parece italiano. Ahora, el bolo un juego traído por los
vascos en el siglo XVI, en su idioma se llama hiru txirlu y es una
especie de boliche. Hasta 1890 era conocido como Pueblo de la Sal, a
partir de ese año se llevó a Parroquia Civil con el nombre de Judas
Tadeo Piñango.
(Marco
Vinicio Salas, Los Encantadores Pueblos de Mérida, Mérida 2001, p.
50).
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