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La Eutanasia
tiene por finalidad evitar sufrimientos insoportables o la prolongación
artificial de la vida de un enfermo. La eutanasia se puede realizar con o sin
el consentimiento del enfermo.
La eutanasia no planteaba problemas morales en la antigua Grecia: la concepción de la vida era diferente. Una mala vida no era digna de ser vivida y por tanto ni el eugenismo, ni la eutanasia suscitaban grandes discusiones. Hipócrates representó una notable excepción: prohibió a los médicos la eutanasia activa y la ayuda para cometer suicidio.
Durante la Edad Media se produjeron cambios frente a la muerte y al acto de morir. La eutanasia, el suicidio y el aborto bajo la óptica de creencias religiosas cristianas son considerados como «pecado», puesto que la persona no puede disponer libremente sobre la vida, que le fue dada por Dios. El arte de la muerte (ars moriendi), en la cristiandad medieval, es parte del arte de la vida (ars vivendi); el que entiende la vida, también debe conocer la muerte. La muerte repentina (mors repentina et improvisa), se consideraba como una muerte mala (mala mors). Se quiere estar plenamente consciente para despedirse de familiares y amigos y poder presentarse en el más allá con un claro conocimiento del fin de la vida.
La llegada de la modernidad rompe con el pensamiento medieval, la perspectiva cristiana deja de ser la única y se conocen y se discuten las ideas de la Antigüedad clásica. La salud puede ser alcanzada con el apoyo de la técnica, de las ciencias naturales y de la medicina.
Hay pensadores que justifican el término activo de la vida, condenado durante la Edad Media. El filósofo inglés Francis Bacon, en 1623, es el primero en retomar el antiguo nombre de eutanasia y diferencia dos tipos: la «eutanasia exterior» como término directo de la vida y la «eutanasia interior» como preparación espiritual para la muerte. Con esto, Bacon se refiere, por una parte, a la tradición del «arte de morir» como parte del «arte de vivir», pero agrega a esta tradición algo que para la Edad Media era una posibilidad inimaginable: la muerte de un enfermo ayudado por el médico. Tomás Moro, en la Utopía (1516), presenta una sociedad en la que los habitantes justifican el suicidio y también la eutanasia activa, sin usar este nombre.
El darwinismo social y la eugenesia son temas que también comienzan a debatirse. En numerosos países europeos se fundan, a comienzos del siglo XX, sociedades para la eutanasia y se promulgan informes para una legalización de la eutanasia activa. En las discusiones toman parte médicos, abogados, filósofos y teólogos.
Los argumentos en contra inciden en la «inviolabilidad» de la vida humana, la defensa de su dignidad independientemente de las condiciones de vida o la voluntad del individuo implicado, y las repercusiones sociales de desconfianza que podría conllevar la eutanasia.
La Organización Médica Colegial de España considera que «la petición individual de la eutanasia o el suicidio asistido deben ser considerados generalmente como una demanda de mayor atención pudiendo hacer que desaparezca esta petición aplicando los principios y la práctica de unos cuidados paliativos de calidad».
En el caso de los Países Bajos, uno de los primeros países en despenalizar al médico que practique la eutanasia, el estudio Remmelink reveló que en más de mil casos el médico admitió haber causado o acelerado la muerte del paciente sin que éste lo pidiera, por razones variadas, desde la imposibilidad de tratar el dolor, la falta de calidad de vida o por el hecho de que tardara en morir.
La postura de las iglesias cristianas en tanto, a nivel mundial, es mayoritariamente contraria a la eutanasia y al suicidio asistido: es el caso de la Iglesia Católica Romana y de las Iglesias evangélicasy pentecostales. La postura del anterior papa Benedicto XVI quedó explícitamente recogida en una carta (de 2004) a varios eclesiásticos estadounidenses:
Cómo Cometer Suicidio — Silenciando al Intruso
Cómo Cometer Suicidio — Entendiendo el Amor de Dios
Clasificaciones
de eutanasia
En el medio
hispanohablante se han introducido conceptos de la evaluación ética de la
eutanasia y se la califica de directa o indirecta en cuanto existe o no la
intención de provocar primariamente la muerte en las acciones que se realizan
sobre el enfermo terminal. En el contexto anglosajón, se distingue entre la
eutanasia como acción y la eutanasia como omisión (dejar morir). Su equivalente
sería eutanasia activa y eutanasia pasiva, respectivamente. También se
utilizan, en forma casi sinónima, las calificaciones de positiva y negativa respectivamente...
Sin embargo,
la Organización Médica Colegial española
y otras instituciones no aceptan la distinción terminológica entre «activa» y
«pasiva», porque lleva a confusión. Consideran que la eutanasia es siempre
deontológicamente condenable, y que es distinta del acto médico de suspender un
tratamiento inútil.
- Eutanasia directa: Adelantar la hora de la muerte en
caso de una enfermedad incurable. Esta a su vez posee dos formas:
- Activa: Consiste en provocar la muerte de modo
directo. Puede recurrirse a fármacos que en sobredosis generan efectos
mortíferos.
- Pasiva: Se omite o se suspende el tratamiento de
un proceso nosológico determinado (por ejemplo una bronconeumonía), o la
alimentación por cualquier vía, con lo cual se precipita el término de la
vida. Es una muerte por omisión.
De acuerdo con Víctor Pérez Varela, «la eutanasia pasiva puede revestir dos formas: la abstención terapéutica y la suspensión terapéutica. En el primer caso no se inicia el tratamiento y en el segundo se suspende el ya iniciado ya que se considera que más que prolongar el vivir, prolonga el morir».
Debe resaltarse que en este tipo de eutanasia no se abandona en ningún momento al enfermo. - Eutanasia indirecta: es la que se verifica cuando se
efectúan, con intención terapéutica, procedimientos que pueden producir la
muerte como efecto secundario. Por ejemplo, la administración de
analgésicos narcóticos para calmar los dolores. Los mismos, como efecto
indirecto y no buscado, provocan disminución del estado de conciencia y posible
abreviación del período de sobrevida. Aquí la intención, sin duda, no es
acortar la vida sino aliviar el sufrimiento, y lo otro es una consecuencia
previsible pero no perseguida. Entra así en lo que desde Tomás de Aquino se llama un problema
de doble efecto.
Otros
conceptos relacionados
- Suicidio asistido: Significa proporcionar en forma intencional
y con conocimiento a una persona los medios o procedimientos o ambos
necesarios para suicidarse, incluidos el asesoramiento sobre dosis letales
de medicamentos, la prescripción de dichos medicamentos letales o su
suministro. Se plantea como deseo de extinción de muerte inminente, porque
la vida ha perdido razón de ser o se ha hecho dolorosamente
desesperanzada. Cabe destacar, que en este caso es el paciente el que
voluntaria y activamente termina con su vida, de allí el concepto de
suicidio.
- Cacotanasia: Es la eutanasia que se impone sin
el consentimiento del afectado. La palabra apunta hacia una mala muerte
(kakós: malo)
- Ortotanasia: Consiste en dejar morir a tiempo
sin emplear medios desproporcionados y extraordinarios para el
mantenimiento de la vida. Se ha sustituido en la terminología práctica por muerte
digna, para centrar el concepto en la condición (dignidad) del enfermo terminal
y no en la voluntad de morir.
- Distanasia: Consiste en el «encarnizamiento o
ensañamiento terapéutico», mediante el cual se procura posponer el momento
de la muerte recurriendo a cualquier medio artificial, pese a que haya
seguridad de que no hay opción alguna de recuperar la salud, con el fin de
prolongar la vida del enfermo a toda costa, llegando a la muerte en
condiciones inhumanas. Normalmente se hace según los deseos de otros
(familiares, médicos) y no según el verdadero bien e interés del paciente.
- Adistanasia o antidistanasia: cesación de la prolongación
artificial de la vida dejando que el proceso patológico termine con la
existencia del enfermo.
- Medicina Paliativa: reafirma la importancia de la vida y
considera a la muerte como la etapa final de un proceso normal. La
atención que brinda no acelera ni pospone la muerte, proporciona alivio
del dolor y de otros síntomas angustiosos e integra los aspectos
psicológicos y espirituales del tratamiento del enfermo. Le ofrece apoyo
de modo que pueda llevar una vida lo más activa posible hasta la muerte, y
a la familia para que pueda hacer frente a la enfermedad de su ser querido
y al duelo.
- Sufrimiento: Tener o padecer un daño o dolor
físico o moral. Padecer habitualmente una enfermedad o un trastorno
físico.
La eutanasia no
es algo nuevo: está ligada al desarrollo de la medicina moderna. El solo hecho
de que el ser humano esté gravemente enfermo ha hecho que en distintas
sociedades la cuestión quede planteada. La eutanasia es un problema persistente
en la historia de la humanidad en el que se enfrentan ideologías diversas.
La eutanasia no planteaba problemas morales en la antigua Grecia: la concepción de la vida era diferente. Una mala vida no era digna de ser vivida y por tanto ni el eugenismo, ni la eutanasia suscitaban grandes discusiones. Hipócrates representó una notable excepción: prohibió a los médicos la eutanasia activa y la ayuda para cometer suicidio.
Durante la Edad Media se produjeron cambios frente a la muerte y al acto de morir. La eutanasia, el suicidio y el aborto bajo la óptica de creencias religiosas cristianas son considerados como «pecado», puesto que la persona no puede disponer libremente sobre la vida, que le fue dada por Dios. El arte de la muerte (ars moriendi), en la cristiandad medieval, es parte del arte de la vida (ars vivendi); el que entiende la vida, también debe conocer la muerte. La muerte repentina (mors repentina et improvisa), se consideraba como una muerte mala (mala mors). Se quiere estar plenamente consciente para despedirse de familiares y amigos y poder presentarse en el más allá con un claro conocimiento del fin de la vida.
La llegada de la modernidad rompe con el pensamiento medieval, la perspectiva cristiana deja de ser la única y se conocen y se discuten las ideas de la Antigüedad clásica. La salud puede ser alcanzada con el apoyo de la técnica, de las ciencias naturales y de la medicina.
Hay pensadores que justifican el término activo de la vida, condenado durante la Edad Media. El filósofo inglés Francis Bacon, en 1623, es el primero en retomar el antiguo nombre de eutanasia y diferencia dos tipos: la «eutanasia exterior» como término directo de la vida y la «eutanasia interior» como preparación espiritual para la muerte. Con esto, Bacon se refiere, por una parte, a la tradición del «arte de morir» como parte del «arte de vivir», pero agrega a esta tradición algo que para la Edad Media era una posibilidad inimaginable: la muerte de un enfermo ayudado por el médico. Tomás Moro, en la Utopía (1516), presenta una sociedad en la que los habitantes justifican el suicidio y también la eutanasia activa, sin usar este nombre.
Para Bacon, el
deseo del enfermo es un requisito decisivo de la eutanasia activa; la eutanasia
no puede tener lugar contra la voluntad del enfermo o sin aclaración:
Quien se ha convencido de esto, quien termina su
vida, ya sea voluntariamente a través de la abstención de recibir alimentos o
es puesto a dormir y encuentra salvación sin darse cuenta de la muerte. Contra
su voluntad no se debe matar a nadie, se le debe prestar cuidados igual que a
cualquier otro.
Francis Bacon
El darwinismo social y la eugenesia son temas que también comienzan a debatirse. En numerosos países europeos se fundan, a comienzos del siglo XX, sociedades para la eutanasia y se promulgan informes para una legalización de la eutanasia activa. En las discusiones toman parte médicos, abogados, filósofos y teólogos.
La escasez
económica en tiempos de la primera guerra mundial sustenta la
matanza de lisiados y enfermos mentales. La realidad de los programas de
eutanasia ha estado en contraposición con los ideales con el que se defiende
su implementación. Por ejemplo, los médicos durante el
régimen nazi
hacían propaganda en favor de la
eutanasia con argumentos tales como la indignidad de ciertas vidas que por
tanto eran, según aquella propaganda, merecedoras de compasión, para conseguir
así una opinión pública favorable a la eliminación que se estaba haciendo de
enfermos, considerados minusválidos y débiles (Aktion T-4)
según criterios médicos. Por eso, ante la realidad de los crímenes médicos
durante el régimen nazi, en los Juicios de Núremberg (1946 – 1947) se
juzgó como criminal e inmoral toda forma de eutanasia activa y además se
estableció de manera positiva, es decir expresamente, que es ilegal todo tipo
de terapia y examen médico llevado a cabo sin aclaración y consentimiento o en
contra de la voluntad de los pacientes afectados.
En el presente,
se sustentan diferentes opiniones sobre la eutanasia y son variadas las
prácticas médicas y las legalidades en los distintos países del mundo. En
general en los hospitales, los profesionales de medicina paliativa, en residencias
especializadas en el tratamiento de enfermos terminales (hospice en
inglés), en los domicilios particulares, y también los grupos de autoayuda,
trabajan por la humanización en el trato con los moribundos y quieren
contribuir a superar la distancia entre la vida, la muerte y las prácticas
médicas.
Estos son algunos
de los hechos históricos que se producen en un ámbito fundamentalmente público.
Poco investigadas y mucho menos conocidas son las diferentes prácticas reales
de las personas frente al acto de morir. Se sabe que hasta fines del siglo XIX
en América del Sur existía la persona del «despenador» o «despenadora»,
encargada de hacer morir a los moribundos desahuciados a petición de los
parientes.
Sobre la dignidad
de la vida humana
El concepto de «dignidad
humana» se invoca, paradójicamente, tanto para defender la eutanasia como
para rechazarla.
Así, para los
defensores de la eutanasia, la dignidad humana del enfermo consistiría en el
derecho a elegir libremente el momento de la propia muerte, evitando los que
fueran de otra forma, inexorables dolores y situaciones que socavan la
humanidad misma del enfermo.
Para sus
detractores, el ser humano no posee dignidad, sino
que es en sí mismo un ser digno, independientemente de las
condiciones concretas en las que viva.
La muerte digna
es la muerte con todos los alivios médicos adecuados y los consuelos humanos
posibles. Es el respeto por la dignidad del ser humano hasta la hora de su
muerte natural. Una muerte digna no consiste sólo en la ausencia de
tribulaciones externas, sino que nace de la grandeza de ánimo de quien se
enfrenta a ella. Morir con dignidad no significa elegir la muerte, sino contar
con la ayuda necesaria para aceptarla cuando llega.
El dolor,
actualmente, se puede controlar. Se disponen de medidas capaces para
neutralizar el dolor. Según algunos
autores, resultaría incongruente seguir abogando por la eutanasia y el suicidio
asistido por motivos de compasión.
Argumentos a
favor
Médicos
- Desde siempre, los médicos han
participado en la toma de decisiones sobre el fin de la vida y actualmente
es común suspender o no instaurar tratamientos en determinados casos,
aunque ello lleve a la muerte del paciente. Sin embargo, a veces los
médicos deciden por su propia parte si el paciente debe morir o no y
provocan su muerte, rápida y sin dolor. Es lo que se conoce como limitación
del esfuerzo terapéutico, limitación de tratamientos o, simplemente,
eutanasia agresiva. Normalmente la eutanasia se lleva a cabo con el
conocimiento y anuencia de los familiares y/o curadores del paciente.
- En medicina, el respeto a la
autonomía de la persona y los derechos de los pacientes son cada vez más
ponderados en la toma de decisiones médicas.
- En sintonía con lo anterior, la
introducción del consentimiento informado en la
relación médico-paciente, y para éstas situaciones, la elaboración de
un documento de voluntades
anticipadas sería
una buena manera de regular las actuaciones médicas frente a situaciones
hipotéticas donde la persona pierda total —o parcialmente— su autonomía
para decidir, en el momento, sobre las actuaciones médicas pertinentes a
su estado de salud.
- La despenalización de la eutanasia no
significa obligatoriedad absoluta. No se puede imponer el criterio de un
conglomerado al ordenamiento jurídico de todo un territorio, por lo que el
derecho debiera asegurar los mecanismos para regular el acceso a la eutanasia
de los pacientes interesados que cumplan unos requisitos especificados
legalmente; así como de la legalidad y transparencia de los
procedimientos.
- La sociedad moderna basa su
ordenamiento jurídico en la protección de los derechos humanos. En este sentido,
cada enfermo tiene derecho a decidir, informadamente, sobre los asuntos
que pertenecen a una esfera tan privada como su cuerpo; y en virtud de
esto, decidir cómo quiere seguir ―o no seguir― viviendo.
Máquina utilizada
para facilitar la eutanasia a enfermos terminales mediante el método de
inyección letal. Fue utilizada por cuatro personas durante 1996 y 1997, período
en el que fue de uso legal en Territorio del Norte (Australia). Se
exhibe en un museo de Londres.
Los argumentos en contra inciden en la «inviolabilidad» de la vida humana, la defensa de su dignidad independientemente de las condiciones de vida o la voluntad del individuo implicado, y las repercusiones sociales de desconfianza que podría conllevar la eutanasia.
La Asociación Médica Mundial considera
contrarios a la ética y condena tanto el suicidio con ayuda médica como la
eutanasia. En cambio recomienda los cuidados paliativos.
La eutanasia, es
decir, el acto deliberado de poner fin a la vida de un paciente, aunque sea por
voluntad propia o a petición de sus familiares, es contraria a la ética. Ello
no impide al médico respetar el deseo del paciente de dejar que el proceso
natural de la muerte siga su curso en la fase terminal de su enfermedad.
Declaración sobre
la Eutanasia adoptada por la 38.ª Asamblea Médica Mundial
Madrid (España),
octubre de 1987
El Comité
Permanente de Médicos Europeos anima a todos los médicos a no participar en la
eutanasia, aunque sea legal en su país, o esté despenalizada en determinadas
circunstancias.
La Organización Médica Colegial de España considera que «la petición individual de la eutanasia o el suicidio asistido deben ser considerados generalmente como una demanda de mayor atención pudiendo hacer que desaparezca esta petición aplicando los principios y la práctica de unos cuidados paliativos de calidad».
En el caso de los Países Bajos, uno de los primeros países en despenalizar al médico que practique la eutanasia, el estudio Remmelink reveló que en más de mil casos el médico admitió haber causado o acelerado la muerte del paciente sin que éste lo pidiera, por razones variadas, desde la imposibilidad de tratar el dolor, la falta de calidad de vida o por el hecho de que tardara en morir.
La postura de las iglesias cristianas en tanto, a nivel mundial, es mayoritariamente contraria a la eutanasia y al suicidio asistido: es el caso de la Iglesia Católica Romana y de las Iglesias evangélicasy pentecostales. La postura del anterior papa Benedicto XVI quedó explícitamente recogida en una carta (de 2004) a varios eclesiásticos estadounidenses:
No todos los asuntos morales tienen el mismo peso
moral que el aborto y la eutanasia. Por ejemplo, si un católico discrepara con
el Santo Padre sobre la aplicación de la pena de muerte o en la decisión de
hacer la guerra, éste no sería considerado por esta razón indigno de
presentarse a recibir la Sagrada Comunión. Aunque la Iglesia exhorta a las
autoridades civiles a buscar la paz, y no la guerra, y a ejercer discreción y
misericordia al castigar a criminales, aún sería lícito tomar las armas para
repeler a un agresor o recurrir a la pena capital. Puede haber una legítima
diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y aplicar la
pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y la eutanasia.
Tercer punto de la carta de Joseph Ratzinger al
cardenal Theodore McCarrick, arzobispo de Washington DC.
Véase también
- Bioética
- Dignitas (eutanasia)
- Distanasia
- Eutanasia animal
- Euthanasia Coaster
- Medicina paliativa
- Jack
Kevorkian
¿Puedo Realmente Lastimarme?
Estaba deprimida, pero quería negarlo. Comencé a tener pensamientos de cómo cometer suicidio. Yo sabía que estaba muy desmotivada porque los eventos de mi vida no iban en la dirección que yo esperaba o quería que fueran. Pero, ¿podía estar realmente deprimida? ¿Era el suicidio una posibilidad? Seguramente yo podía lidiar con todo esto. No necesitaba ayuda. Yo podía manejar esto por mi cuenta. Después de todo, las cosas no estaban tan mal… ¿o sí?
Entonces, los amenazantes pensamientos comenzaron a entrar en mi cabeza: maneras de cometer un suicidio. Me preguntaba cómo amarrar un nudo correctamente para crear un lazo corredizo. ¿Esa cuerda sería lo suficientemente fuerte o alta como para colgarme? ¿Tendría la capacidad física para lograr tal cometido? Estos métodos de suicidio eran pensamientos atemorizantes. ¿De dónde habían venido? ¿Cómo se habían metido en mi cabeza?
Más adelante, los pensamientos se volvieron más insistentes. Era como si estos pensamientos tuvieran carácter propio, una entidad separada que, de alguna manera, residía dentro de mi cerebro. Comencé a preocuparme y me preguntaba si necesitaba ayuda. No estaba yendo más allá de esto y los horribles pensamientos se estaban volviendo peores.
No le dije a nadie de estos pensamientos. Eran tan horribles para mí, para mi usualmente alegre y extrovertida personalidad. Estaba atemorizada de decirle a la gente, por temor a que minimizaran mis sentimientos y me hicieran sentir avergonzada. Era probable que me rechazaran y yo no podía lidiar con esas reacciones. Estaba tratando duramente de sobrellevar lo que me estaba sucediendo. Quería ser fuerte. Quería creer en Dios. Traté fuertemente de pensar en manera positiva. Es probable que pudiera librarme de ese terrible intruso que había comenzado a residir en mi cabeza.
Traté de lidiar con mi propia depresión, pero la insistente voz se volvía cada vez más fuerte. Alcancé un punto en el cual planifiqué un método de suicidio y me preguntaba cómo escribir la nota que dejaría a mi familia. Una parte de mi cerebro procesaba estos pensamientos en una manera totalmente irracional, mientras que la parte más racional de mi cerebro, sabía que el suicidio estaba mal y que eso destruiría mi familia. Casi era como ser dos personas al mismo tiempo: la persona controlada por esta insistente voz y la otra parte de mí, que amaba a Dios y creía que él sí tenía un buen plan para mi vida, a pesar de la dolorosa prueba en la cual estaba profundamente inmersa.
Estaba deprimida, pero quería negarlo. Comencé a tener pensamientos de cómo cometer suicidio. Yo sabía que estaba muy desmotivada porque los eventos de mi vida no iban en la dirección que yo esperaba o quería que fueran. Pero, ¿podía estar realmente deprimida? ¿Era el suicidio una posibilidad? Seguramente yo podía lidiar con todo esto. No necesitaba ayuda. Yo podía manejar esto por mi cuenta. Después de todo, las cosas no estaban tan mal… ¿o sí?
Entonces, los amenazantes pensamientos comenzaron a entrar en mi cabeza: maneras de cometer un suicidio. Me preguntaba cómo amarrar un nudo correctamente para crear un lazo corredizo. ¿Esa cuerda sería lo suficientemente fuerte o alta como para colgarme? ¿Tendría la capacidad física para lograr tal cometido? Estos métodos de suicidio eran pensamientos atemorizantes. ¿De dónde habían venido? ¿Cómo se habían metido en mi cabeza?
Más adelante, los pensamientos se volvieron más insistentes. Era como si estos pensamientos tuvieran carácter propio, una entidad separada que, de alguna manera, residía dentro de mi cerebro. Comencé a preocuparme y me preguntaba si necesitaba ayuda. No estaba yendo más allá de esto y los horribles pensamientos se estaban volviendo peores.
No le dije a nadie de estos pensamientos. Eran tan horribles para mí, para mi usualmente alegre y extrovertida personalidad. Estaba atemorizada de decirle a la gente, por temor a que minimizaran mis sentimientos y me hicieran sentir avergonzada. Era probable que me rechazaran y yo no podía lidiar con esas reacciones. Estaba tratando duramente de sobrellevar lo que me estaba sucediendo. Quería ser fuerte. Quería creer en Dios. Traté fuertemente de pensar en manera positiva. Es probable que pudiera librarme de ese terrible intruso que había comenzado a residir en mi cabeza.
Traté de lidiar con mi propia depresión, pero la insistente voz se volvía cada vez más fuerte. Alcancé un punto en el cual planifiqué un método de suicidio y me preguntaba cómo escribir la nota que dejaría a mi familia. Una parte de mi cerebro procesaba estos pensamientos en una manera totalmente irracional, mientras que la parte más racional de mi cerebro, sabía que el suicidio estaba mal y que eso destruiría mi familia. Casi era como ser dos personas al mismo tiempo: la persona controlada por esta insistente voz y la otra parte de mí, que amaba a Dios y creía que él sí tenía un buen plan para mi vida, a pesar de la dolorosa prueba en la cual estaba profundamente inmersa.
Cómo Cometer Suicidio — Silenciando al Intruso
Mis pensamientos se centraban en cómo cometer suicidio.
Sabía que estaba en problemas y que necesitaba ayuda. No podía tratar esto por
mi cuenta. ¡Los pensamientos eran demasiados! ¡Necesitaba ayuda! En lo profundo
de mi corazón, yo sabía que Dios me amaba. No podía entender cómo él podía
amarme, pero creía que lo hacía. Primero busqué a la esposa de mi pastor, una
persona a la que yo respetaba mucho. Me sorprendió y me consoló saber que ella
había atravesado una seria depresión y comprendía lo que yo estaba pasando.
Ella me motivó a no temerle a la medicación y a la consejería. Con una
combinación de medicamentos, consejería y la ayuda de Dios, he mejorado
enormemente y ya no estoy deprimida. El horrible intruso nunca ha regresado.
Si aquel terrorífico intruso ha traído pensamientos a tu
mente, no te lastimes. ¡Tú eres amado! No importa cuál sea tu situación, existe
ayuda. No seas orgulloso o tengas vergüenza como yo la tuve. Habla con un doctor,
consejero, líder de la iglesia o un centro de prevención del suicidio. Obtén la
ayuda que necesitas y mereces. No necesitas vivir en la depresión o
frustración.
Cómo Cometer Suicidio — Entendiendo el Amor de Dios
Dios sabe que estás pensando en cómo cometer suicidio.
Aunque en ese momento yo no podía verlo, ahora me doy cuenta lo mucho que Dios
me ama. Sé que él estuvo ahí para protegerme y que puso gente en mi camino que
me ayudó a través de esos difíciles momentos. He aprendido mucho sobre cuán
amplio, alto, largo y profundo es el amor de Dios.
He visto que él estuvo dispuesto a poner a su hijo, Jesús, a
morir por mí para que yo no tuviera que hacerlo. Cuando me imagino a Jesús
colgando de la cruz, con un corazón lleno de amor por mí, él me pregunta: “¿No
es esto suficiente?”
- See more at:
http://www.allaboutlifechallenges.org/spanish/como-cometer-suicidio.htm#sthash.szmawN18.dpuf
Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela : (1999)
Art. 43:
derecho a la vida
Art. 46, num.
3: principio de integridad física: nadie podrá ser sometido a
exámenes clínicos ni de laboratorio sin su consentimiento.
Art. 83:
derecho a la salud, como parte inmanente al derecho a la vida. Calidad de
vida.
Art. 20: libre
desenvolvimiento de la personalidad
Art. 59:
Libertad de culto, religión y creencias.
Art. 61:
Libertad de conciencia.
Ley de
Ejercicio de la Medicina : (1982)
Art. 25, num.
2: el médico está obligado a respetar la voluntad de su paciente, manifestada
por escrito, cuando éste decida no someterse al tratamiento y hospitalización
indicado.
Art. 28: El
médico que atienda enfermos irrecuperables no está obligado al empleo de
medidas extraordinarias de mantenimiento artificial de vida.
Ley Orgánica
de Salud: (1998)
Art. 69:
derechos de los pacientes:
• respeto
de su dignidad. Trato sin discriminación.
• omissis
• Recibir
explicación en términos comprensibles en lo que concierne a su salud y
tratamiento de su enfermedad a fin de que pueda dar su consentimiento
informado ante las opciones diagnósticas y/o terapéuticas.
• Negarse
a medidas extraordinarias de prolongación de su vida cuando se encuentre en
condiciones vitales irrecuperables debidamente constatadas a la luz de los
conocimientos de la ciencia médica del momento.
Proyecto de
reforma de la Ley de Salud: (2006)
Art. 57: todas
las personas tienen los siguientes derechos:
• Recibir
y obtener información oportuna y veraz y en términos comúnmente
comprensibles, acerca de todo su proceso de salud y enfermedad, las distintas
modalidades diagnósticas y terapéuticas y las condiciones peligrosas
involucradas en las mismas, con el propósito de hacer efectiva su
autodeterminación y autonomía de voluntad.
• Respeto
de su personalidad, dignidad, e intimidad, sin que puedan ser discriminadas
por ninguna razón.
• Negarse
a medidas extraordinarias de prolongación de su vida, incluyendo la orden de
avanzada de no resucitación, siempre y cuando se encuentre en condiciones de
ejercer su derecho a la autodeterminación y autonomía de voluntad.
Código de
Deontología Médica: (2004)
(de obligatorio
cumplimiento para todo médico)
Art. 75:
Enfermo terminal es la persona que como consecuencia de una enfermedad o
lesión grave, con diagnósticos médicos ciertos y sin posibilidad de
tratamiento curativo, tiene expectativa de vida reducida entre pocas horas y
tres meses.
Art. 78: Los
enfermos en condición terminal y que se encuentran competentes tienen derecho
a participar en las decisiones referentes a su padecimiento. Podrán rehusar
cualquier procedimiento diagnóstico o terapéutico y su determinación debe ser
respetada por el médico aunque colida con lo que se considere como lo mejor.
Art. 79: Los
objetivos fundamentales en el tratamiento de un paciente terminal son el
alivio del sufrimiento, propiciar la mayor comodidad posible, facilitar el
contacto con los seres queridos, recibir la ayuda espiritual del ministro o
sacerdote de su religión si la tiene y así lo desea, y finalmente, ayudarlo a
enfrentar la muerte con dignidad
Art. 82: El
enfermo terminal no debe ser sometido a la aplicación de medidas de soporte
vital derivadas de la tecnología, las cuales sólo servirán para prolongar la
agonía y no para la preservación de la vida.
Art.83: cuando
un paciente terminal padezca de dolor el médico auspiciará el empleo de
analgésicos en dosis suficientes para calmar el dolor.
Omissis.
En ocasiones en
los cuales se teme que con el aumento progresivo de la dosis de analgésicos
potentes, se pueda acortar el proceso vital por la depresión de los centros
nerviosos que regulan la respiración, se debe proceder dando prioridad al
objetivo de la analgesia como efecto primario buscado, por sobre el eventual
efecto indeseable.
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Namasté