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domingo, 13 de mayo de 2018

III - Mi Mamá Julia Teresa van Grieken Landaeta de Torres Torres - serie familiar (cap. III)

SER+POSITIVO
Mamá Julia - Res. Celeste - Montalbán 2004


Mi abnegada madre: Julia Teresa van Grieken Landaeta (1931-2011), nació en Rubio, edo. Táchira un 28 de enero de 1931 y falleció en Caracas, D.C. un 14 de agosto de 2011; ama de casa de origen andino (tachirense), rica de cuna; hija de Doña René “Renecita” Landaeta Manucci, tachirense, (quién a su vez fue la única hija del Gral. Lope Landaeta, insigne General del siglo XIX y de Doña René Manucci de ascendencia italiana) y de Don Federico van Grieken, militar, bohemio y aventurero coriano (Coro, edo. Falcón) descendiente de inmigrante holandés; Mamá nació en una familia pudiente de hacendados cafetaleros de Rubio, edo. Táchira de comienzos del siglo XX, dueños de grandes haciendas exportadoras de café: La Renecita, La Alquitrana entre otras; Federico y Renecita (como le decían a mi abuela) tuvieron cuatro hijas y Julia (mamá) fue la segunda de ellas, siendo Josefina la mayor de las hermanas y luego de mamá vinieron Gladys y Nelly.
Ellas disfrutaron de una muy buena situación económica en su niñez e infancia, pero con el tiempo venida a menos por los avatares de la vida...

Las anécdotas del lado materno nos contaban sobre como mi abuela había viajado en barco a Curaçao y a Europa siendo una pequeña niña de comienzos del siglo XX, toda una odisea para la época, también comentaban sobre sus viajes vacacionales familiares a “temperar” en unas aguas termales o sus visitas a la cercana Cúcuta y Pamplona, o sobre los recuerdos de como salían los costales (sacos) de café para exportar a Europa con un rótulo que decía "La Renecita Only Export” y sobre el gran movimiento de personas y empleados en torno a las actividades en las Haciendas, el manejo de grandes cantidades de “Morocotas” que eran monedas de oro de $ 20 que circulaban en esa época como moneda de circulación normal y muy apreciada por su valor nominal y por su valor como pieza del valioso mineral aurífero.

Abuela materna
René Landaeta Manucci

Mamá Julia
Año 1966-67


Dra. Josefina van Grieken Landaeta (1926-2015)

La hermana mayor de mi Mamá, mí querida Tía-Madrina Josefina van Grieken Landaeta (1926-2015) solía comentarnos una anécdota que siempre recuerdo:
-como ellas eran cuatro niñas, las cuidaban en exceso y las "resguardaban" en su casa a las 06:00 pm para protegerlas del sereno (frío) nocturno; el caso es que no conocían la oscuridad de la noche. Hasta que en una oportunidad cuando tenía como doce años, mi querida Tía-Madrina Josefina tuvo la osadía de salirse de su cuarto, abrir las puertas y desde el patio interno pudo ver el anochecer, quedando extasiada con la luna y las estrellas. Había sido su “encuentro” con la noche, había conocido La Noche...”

Julia y Gladys en Barquisimeto - año 1935

Mi mamá también comentaba que mi abuela René para evitar que “las niñas” (ella y sus tres hermanitas) salieran a la calle, les contrató una maestra privada, la Srta. Rosita, quién en una especie de colegio dentro de su casa, les impartió sus primeras letras y nociones elementales. Más tarde al crecer irían al colegio de las monjas en su natal Rubio.

General Vincenzo Pérez Soto

La anécdota preferida de mi mamá era recordar que cuando mi abuelo Federico fue comandante de la policía de Barquisimeto, un día conversaba este en la puerta de su casa con el Presidente del estado Lara para ese entonces, el temible General Vincenzo Pérez Soto (destacan en su trayectoria política el ejercicio de la Presidencia en varios Estados del país, a saber: Apure (1918 – 1921); Bolívar (1921 – 1923); Trujillo (1924 – 1926); Zulia (1926); Lara (1935); En ese entonces Presidente Estado Lara (1935)
Poca cosa el personaje verdad… y ella con apenas unos cuatro añitos de edad, sentada en una ventana contigua a la entrada, le había rayado toda la pajilla (sombrero) sin que este sagaz militar se diese cuenta de lo ocurrido… o sea podría interpretarse como que: una pequeña niña había burlado a uno de los más temibles hombres de la dictadura de Juan Vicente Gómez… ¡¡¡ jejeje !!!

Mamá Julia Teresa con Víctor Federico
Año 1959

Residencias Sta. Teresa Urb. La Loira – año 1959


Mamá Julia - Res. Celeste - Montalbán 2004

Sobre mi mamá podría escribir las cosas más sublimes y hermosas que puede atesorar en su corazón un hijo sobre su amada madre, y sobre todo una madre tan especial como lo fue mi querida mamá, una madre cariñosa, consentidora, que casi rayaba en la sobre protección y alcahuetería… así era Julia Teresa (1931-2011) así era Mamá Julia… son tantos los gratos recuerdos que tengo desde mi lejana infancia, su abnegación y total entrega como madre protectora, sus cuentos y anécdotas de su muy feliz infancia en su Rubio querido, de cómo la quería y la consentía su padre (mi abuelo Federico) quién la llamaba cariñosamente “Cuco”, son todos hermosos recuerdos, los que ella rememoraba y los que yo conservo de mi niñez, de mamá acostada con nosotros leyéndonos cuentos de un hermoso libro llamado “Había una vez” que contenía hermosos cuentos y fábulas que ella nos leía con especial cariño, la recuerdo velando mi sueño en alguna noche de malestar o indisposición, pidiéndole al Dr. José Gregorio Hernández (su santo milagroso) por mi pronta recuperación; como no recordar que al menor resfriado o algún malestar estomacal o fiebre llamaba al Dr. Asdrúbal Rodríguez, nuestro médico de cabecera, quién asistía a consultarnos a domicilio, en nuestra propia casa, y no solo eso, de ser necesario algún examen de laboratorio, ella coordinaba con un laboratorio cercano y se trasladaba el laboratorista (el sr. Piña) hasta nuestra casa a tomarnos las muestras de sangre y así evitarnos la “molestia” del traslado al laboratorio… esa era mi mamá. Si nos veía sin apetito nos “atiborraba” de vitaminas y Sustagen; y si lo pedíamos nos mandaba comprar hamburguesas y perros calientes en Taxco (una lonchería muy conocida y famosa cercana a nuestra casa). Ay son tantos recuerdos que llenan mi memoria y mi corazón… Mamá  siempre pendiente de la comida de “los niños”, como nos hacía llamar por la servidumbre, “el niño Víctor” “el niño Julio” “la niña Elizabeth”… era una costumbre muy andina, muy tachirense, lo cual al crecer me avergonzaba mucho y le pedíamos a las empleadas que no nos llamaran así delante de nuestros amigos (pues después se burlarían de nosotros ya que siempre ha existido el bullying o chalequeo…) Mamá siempre pendiente de nuestro aseo personal, de nuestra ropa, de nuestras chucherías y caprichos culinarios de niños burgueses que hoy en día me avergüenza recordar, de todos los juguetes, libros, suplementos o “comiquitas” (cuadernos seriados de tiras cómicas de súper héroes: Superman, Batman, Spiderman, Tarzán y de dibujos animados de Walt Disney, Warner Bross., Archi, Periquita, Lorenzo y Pepita, Tom y Jerry, Carlitos & Snoopy, Mafalda, etc. etc.) que ella nos compraba sin escatimar en cantidad ni en cifras, los suplementos nos los llevaban a domicilio de la librería Elsa todos los miércoles, llegaba el motorizado con todos los números de la semana, para que nosotros eligiéramos los que deseábamos dejar (que siempre eran casi todos) esos “miércoles” era un día memorable para nosotros y para nuestros vecinos y amigos que esperaban con impaciencia la llegada del motorizado (delivery) para ponernos a leer “comiquitas” (como decía papá) yo creo que de allí comenzó mi habito por la lectura, que más adelante pasaría por los cuentos y novelas clásicas juveniles que tanto llenaron mi niñez y adolescencia.
Mi mamá era una mujer espléndida que no le tenía apego al dinero, tal vez por venir de un hogar acaudalado o tal vez por ser esa su manera de ver la vida, el hecho es que era tanta la alcahuetería con nosotros que llegaba a comprarnos juguetes que debíamos esconder de papá (quién tenía otra formación y otra manera de ver la vida) para evitar una reprimenda de su parte por comprarnos tantos juguetes. Por ejemplo recuerdo que teníamos una pista de carritos de carreras (Hot Wheel) y si salía un nuevo modelo, una más grande y se la pedíamos a mamá de inmediato nos la compraba y teníamos que guardarla en casa de algún vecino y luego decir que era de un amigo que la traía a casa para jugar con nosotros… así también en mi adolescencia, cuando me aburrí de la moto Kawasaki que tenía, esperamos que papá estuviese en la finca para ir con mamá al concesionario Yamaha y cambiarla por un modelo de mi agrado…
A grandes rasgos esa era mi mamá, una mujer bondadosa y alegre pero con un gran temple y carácter cuando así lo requería la situación. Aprendió a conducir cuando estábamos muy pequeños tomando clases con la Autoescuela Rosinni muy reconocida en Caracas y siempre tuvo su vehículo propio; recuerdo cuando fuimos al concesionario Ford a comprar su primer vehículo un Ford Falcón en el año 1967, tuvo muchos vehículos según las épocas y las modas: un Dodge Dart GT año 1968, un Javelin AMC con motor 390 del año 1971, pero el que conservó por muchos años y pasó a ser parte de su personalidad, fue su Mercedes Benz Blanco con tapicería de cuero roja, modelo 230 del año 1973; su último vehículo fue un Monza Gris 4 puertas del año 1990 que aún a los 70 y tantos años (2004) manejaba con seguridad y destreza por toda Caracas. Una mujer independiente que nunca trabajo fuera de su hogar, salvo cuando estando soltera en la época de Pérez Jiménez (a mediados de la década 1950) y por su cercanía con Doña Adela (mamá del Gral. Pérez Jiménez) trabajo en la oficina principal de El Correo de Carmelitas a la orden del Dr. Francisco Pérez Jiménez quién era el hermano del Presidente de la República para ese entonces. Esa fue su única experiencia laboral, de la cual siempre se sintió muy orgullosa y nos contaba unas anécdotas muy graciosas, como la de que su mamá, mi abuela René, le puso de condición que para trabajar debía llevarla el propio Dr. Francisco (el Jefe) en su vehículo, pues eran vecinos o vivían cerca en El Paraíso; y así lo hacía y ella llegaba al trabajo en el carro del Director del Ministerio y hermano del Presidente de la República. Un día parece que una “supervisora” o jefe de su departamento le llamó la atención porque estaba llegando tarde y le dijo:
- “Srta. van Grieken a usted le parece que estas son horas de llegar?”
y mi mamá sin inmutarse le respondió:
- “pues va a tener que reclamarle al director, pues yo me vengo con el Dr. Francisco (Pérez Jiménez) en su vehículo y esta es la hora que él llega a Carmelitas”
Se podrán imaginar que más nunca le mencionaron nada de su hora de llegada y mi mamá se reía a carcajadas cada vez que contaba esa anécdota…

También me comentaba con orgullo su cercana amistad con altos personeros del gobierno del General Marcos Pérez Jiménez (Presidente de Venezuela desde el año 1952 hasta 1958), entre ellos el conocido periodista Mario Matute Bravo, amigo y compadre del General Pérez Jiménez  y muy amigo de mamá a lo largo de los años.
Recuerdo que de niño (a comienzos años ’70) estando mi papá hospitalizado en el hospital militar por problemas de la columna, me encontraba yo con mamá por los pasillos del hospital y venían caminando varios altos oficiales generales y en medio de ellos un civil, de porte muy elegante y bien vestido, quién al ver a mi mamá detuvo la comitiva que lo acompañaba y apartándose de los militares se dirigió hacia mi mamá a saludarla de manera muy cariñosa y efusiva, conversando con ella por unos minutos; luego al despedirse de aquel elegante y misterioso personaje, mamá me comentó con orgullo que ese era su gran amigo Mario Matute Bravo.
Por esas casualidades de la vida, años más tarde me encontraba yo buscando unos cauchos para el Mercedes de mi mamá y decidí entrar en un negocio de cauchos en Bella Vista cerca de la entrada a la urbanización Vista Alegre, con la grata coincidencia de ver que el dueño del negocio era aquél personaje elegante que una vez había saludado a mamá en el hospital militar, ahora con unos cuantos años de más pero siempre con su garbo y elegancia. No tenían los cauchos que yo necesitaba pero al yo comentarle que era hijo de Julia van Grieken Landaeta, me invitó a pasar a su oficina y me atendió con gran amabilidad y me pidió que esperará un momento, mientras escribía en su máquina Remington una breve esquela para mamá, la cual dobló cuidadosamente y la acompaño con una rosa que sacó de un florero de su escritorio y su tarjeta de presentación personal, pidiéndome gentilmente que le hiciera llegar de su parte este detalle a su querida y vieja amiga, todo un detalle de hermosa galantería como reminiscencia de una época que aún se negaba a desaparecer y el cuál yo cumplí a cabalidad entregándoselo a mamá tal como me lo pidió Don Mario. Mi mamá se sintió halagada al recibir aquel mensaje, una especie de poesía o algo escrito en versos (que nunca leí hasta que mamá lo leyó a mi lado) de su gran amigo y solo comentó riendo “Ay Mario no cambia, siempre con sus poesías y letras”

A mamá le agradaba disfrutar de la bebida, tomarse sus “güisquicitos” (whisky escoses) y cuando estaba alegre siempre decía:
-“La vida es un fandango y el que no la baila es un pendejo”

Ella siempre fue una amante del baile, de la buena música y era toda una experta bailarina y conocedora de la buena vida y de los mejores sitios de Caracas en esa época en los años ’50 del siglo pasado, como el Pasapoga, El Trocadero y otros más que no recuerdo los nombres ( Roof Garden creo…)
De hecho mi papá reconoce que cuando conoció a mamá, él era un muchacho “tonto” con mentalidad muy provinciana, y fue ella quién lo llevó a todos esos lugares de moda cuando salían, que fue ella quién lo enseño a bailar (mamá siempre
bromeaba diciendo que papá no era un buen bailarín, que pisaba los pies… jejeje!!!) y fue ella quién lo introdujo en la “movida” caraqueña y en la buena vida.
Bueno la verdad era que mamá tenía de quién heredarlo pues su papá, mi abuelo Federico también había sido en su época un hombre bohemio, jugador de gallos, alegre y aficionado a la bebida, a la diversión y a la buena vida.


Don Federico van Grieken 1959
Abuelo Materno

A grandes rasgos creo que esta semblanza describe a mi querida Mamá, quién por sobre todas las cosas fue una madre abnegada y dedicada a la crianza y bienestar de sus tres hijos, aunque esto pudiese a veces acercarse a un amor irracional o un amor leonino, donde pobre de aquel que osara siquiera mirar mal a sus cachorros… jejeje!!! Esa era Julita.

Son cosas que al escribirlas hoy en día siento un gran cariño hacia mi querida madre y mucha nostalgia por esa hermosa época de mi vida, pero también debo reconocer cierta vergüenza e incluso aceptar lo perjudicial que pudo ser esa actitud sobreprotectora, alcahueta y cómplice de parte de Mamá al satisfacer todos nuestro caprichos… pero así sucedió y no escribo con una intención moralizadora o formativa, solo escribo sobre los hechos y vivencias que tuve durante determinados momentos de mi vida tal como los recuerdo.

(continuará en próximas entregas...) 

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Namasté