SER+POSITIVO
En muchos artículos de opinión, especialmente de meditación, se habla de “bypass espiritual”.
Pero: ¿qué sería bypass espiritual? ¿De qué nos estaríamos desviando?
El bypass espiritual apuntaría a esto, a un error de apreciación del problema. Normalmente, esto puede pasar por dos cosas: el deseo de evitar el dolor (de afrontar la dureza de la realidad) o la existencia de concepciones o creencias culturales que privilegian el acceso a medios “espirituales” que prometen un cambio. Esto ha sido bien estudiado por la Antropología Cultural.
El psicoterapeuta Robert Masters dice en su libro “Bypass espiritual”: “cuando la espiritualidad nos desconecta de lo que verdaderamente importa, que es nuestra dificultad para tolerar y hacer frente a nuestra sombra personal y colectiva, buscamos en ella un refugio o solución fácil a nuestros problemas. En estos casos, las prácticas o creencias no ayudan a elevarnos sino a evitar el costoso tránsito por el auto-examen y la auto-observación, a acallar la voz interior que nos dice que algo no está bien, a barrer bajo la alfombra conflictos y dificultades que piden a gritos ver la luz del día”. Más claro que el agua.
Por tanto, sería conveniente vivir con un sentido de profunda conciencia espiritual pero con los pies firmemente arraigados al piso también. Ambas cosas no son excluyentes.
Sabemos que el bypass es una intervención en la que se
auxilia el funcionamiento inadecuado del sistema coronario a través de un
desvío de los canales naturales de irrigación. Incluso conocemos que el doctor
René Favaloro hizo un aporte extraordinario a la técnica en la década del ’60.
Pero: ¿qué sería bypass espiritual? ¿De qué nos estaríamos desviando?
Origen del término
El psicólogo estadounidense John Welwood creó el término
“bypass espiritual” allá por 1984. Quiso hacer referencia a aquellas personas que
recurren en algún momento de sus vidas a una búsqueda de alivio a sus
problemas a través de soluciones “espirituales” sin darse cuenta que
quizás los medios adecuados se encuentran en un ámbito más terrenal. Es decir,
toman un desvío al camino necesario y, de alguna forma, esa elección puede
implicar una evitación de la realidad.
Muchos consejeros religiosos y psicólogos transpersonales
hoy promueven este error, con las mejores de las intenciones, al proponer a
quienes recurren a ellos soluciones espirituales que deberían ser abordadas
desde una óptica cognitiva, psicológica o hasta corporal/fisiológica”.
Pensemos en algunos ejemplos: una madre que recurre a ayuda
“religiosa” para modificar la hiperactividad de su pequeño hijo, un amante desairado
que se refugia en una vidente para calmar su angustia de haber sido abandonado,
una persona con pensamientos catastróficos que deposita su esperanza en un
viaje a la India que modificará su vida.
En cualquier caso, da la impresión que estas personas
están buscando una salida por lugares inapropiados. El desvío no trae cambios
genuinos, soluciones reales, sino que más bien parece operar como un distractor
momentáneo que otorga, por tanto, alivio momentáneo.
Sin menoscabar lo que podemos llamar “espiritual” (entendido
aquí en la definición popular como una vivencia de un orden profundo que
incluye una concepción de la vida, del sentido y misión que tenemos en ella),
aquí parece imponerse otro curso de acción.
El
dolor que a veces nos desvía del camino
Eso me trae el recuerdo de una de las primeras alumnas que
me tocó ver en una escuela secundaria donde trabajé en mis inicios de
psicólogo. El director y la tutora del curso me hablaron de una joven repitente
que hacía comentarios extraños, de carácter espiritual, a sus compañeros. Les
preocupaba que tuviera esta actitud pseudomística, ya que aquellos podían
tildarla de rara o loca.
Cuando hablé con ella me pareció una chica normal,
inteligente y bien plantada en la vida: trabajaba de día y a la noche concurría
al colegio para finalizar sus estudios. Cuando sintió confianza en mí me contó que podía verle el aura
en la cabeza a las personas e hizo una descripción magnífica y deliciosa
de cómo podía entender sus asuntos vitales de esa forma, si sufrían o eran
felices, si tenían esperanzas o por el contrario sus vidas estaban ensombrecidas.
Cuando hablé con mi supervisor terapéutico, me sorprendió
con su primera pregunta: “¿Vive en un medio opresor, tiene acceso a las drogas?”.
Me pareció insultante y descalificador lo que preguntaba. Con el tiempo,
supimos que inhalaba pegamento habitualmente y que sus fantasías estaban
asociadas a las producciones mentales que hacía en esos estados de euforia. Mi
supervisor me dijo entonces: “A veces el dolor activa caminos de alivio
transitorio”.
La tradición mística del Islam tiene especial preferencia
por una historia: Un día Nasrudín, maestro espiritual, perdió las llaves de
casa. Ya de noche, el pobre hombre aún andaba a gatas, a la luz de un farolillo
de aceite, buscando en vano las malditas llaves. En eso casualmente pasó por
allí un viejo amigo suyo.
– ¡Eh, Narsudín!, pero ¿qué haces? –preguntó el buen hombre.
–Estoy buscando mis llaves –contestó Nasrudín desconsolado.
Viendo el abatimiento de su amigo, el hombre, que era muy
bondadoso, decidió echarle una mano y ayudarlo en la búsqueda.
Pero los minutos pasaban y pasaban y las llaves de Nasrudín
no aparecían por ningún lado. Al cabo de un buen rato de búsqueda infructuosa
alrededor del farolillo, aquel hombre, que no veía nada clara la situación,
quiso entender qué había sucedido realmente:
–Vamos a ver, Nasrudín: pero ¿tú dónde has perdido las
llaves?
–En el jardín de casa –murmuró él.
–Entonces, ¿qué hacemos buscando aquí, alrededor del farol?
–Hombre, ¡pues porque aquí hay más luz! –contestó Nasrudín
sin pensarlo dos veces.
El bypass espiritual apuntaría a esto, a un error de apreciación del problema. Normalmente, esto puede pasar por dos cosas: el deseo de evitar el dolor (de afrontar la dureza de la realidad) o la existencia de concepciones o creencias culturales que privilegian el acceso a medios “espirituales” que prometen un cambio. Esto ha sido bien estudiado por la Antropología Cultural.
El psicoterapeuta Robert Masters dice en su libro “Bypass espiritual”: “cuando la espiritualidad nos desconecta de lo que verdaderamente importa, que es nuestra dificultad para tolerar y hacer frente a nuestra sombra personal y colectiva, buscamos en ella un refugio o solución fácil a nuestros problemas. En estos casos, las prácticas o creencias no ayudan a elevarnos sino a evitar el costoso tránsito por el auto-examen y la auto-observación, a acallar la voz interior que nos dice que algo no está bien, a barrer bajo la alfombra conflictos y dificultades que piden a gritos ver la luz del día”. Más claro que el agua.
Por tanto, sería conveniente vivir con un sentido de profunda conciencia espiritual pero con los pies firmemente arraigados al piso también. Ambas cosas no son excluyentes.
Martín Reynoso es psicólogo por la Universidad Nacional de
Córdoba, Argentina. Trabaja actualmente en Ineco y la Universidad de Favaloro.
Tomó cursos y supervisiones en el Center for Mindfulness (Masachussetts). Ha
dirigido y coordinado actividades en todo el país y en el exterior. Participa
en investigación en neurociencias. Publicó "Mindfulness, la Meditación
Científica" en Editorial Paidós.
@martinreynoso70
A veces buscamos la llave en el sitio más inadecuado solo porque creemos que allí hay más luz. Me gustó mucho tu post. Te abrazo .
ResponderBorrarGracias mi querida Rosa María por tu comentario (que recién lo acabo de leer)
BorrarRecibe un afectuoso abrazo de luz y muchas bendiciones.
Saludos.