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sábado, 28 de julio de 2018

X - NO HAY PEOR CUÑA QUE LA DEL MISMO PALO - serie familiar (cap. X)

SER+POSITIVO

Cuando repito esa frase y me remito a mi estado actual no puedo menos que reconocer lo asertiva y certera de la sabiduría popular y de su refranero tradicional.


Próximo a llegar a mis 59 años de existencia y luego de varios años, dieciocho (18) para ser exacto, sobreviviendo a una severa condición de salud degenerativa, irreversible y estigmatizada, durante los cuales he tratado de “crecer” espiritualmente y deslastrarme del ego y de todas aquellas actitudes negativas y repudiables con las cuales conviví las primeras cuatro décadas de mi vida, y de las que sin duda tuvieron que padecer y sufrir todas las personas que estuvieron cerca de mí a lo largo de ese período, entre esas personas puedo mencionar a los más importantes: mis padres, hermanas, hermano, abuela, abuelo, tías y tíos, primas y primos, esposas, hija, amantes, suegros, cuñados, cuñadas, compañeros de estudio y de trabajo, empleadas, conocidos, amigos en general, y a todos los que me conocieron en ese período de mi vida y a quienes aprovecho para ofrecerles desde el fondo de mi corazón mis más sinceras disculpas por todo lo que debieron soportar, por mi equivocada actitud ante la vida y ante mis semejantes, no encuentro palabras para pedirles perdón por todo lo que por error u omisión de mi parte pudo haberles perturbado o afectado a sus vidas, solo puedo repetir: Lo Siento, Perdóname, Te Amo y Gracias, Gracias, Gracias...

Al escribir el párrafo anterior quedo meditando sobre como una persona con un numeroso círculo de amistades, algunas de más de 50 años de amistad ininterrumpida, o sea desde mi niñez, con compañeros de estudios, colegas y compañeros de trabajo, que durante casi 40 años que me reiteran su estima y aprecio, con un nutrido número de relaciones sentimentales y affaires durante mi vida y que aún mantengo contacto con algunas de quienes fueron mis parejas, en fin con un “record de vida” que pareciera tender más a lo positivo que a lo negativo, sin haber tenido nunca algún problema con la justicia ni con las autoridades, ni haber sido nunca privado de mi libertad por algún motivo judicial o policial; con una vida ordenada y tranquila, dentro de los parámetros de lo que Herman Hesse llamaría una vida burguesa, sin mayores altibajos, ¿cómo esa persona (yo) puede sentir que “actuaba mal”? o que mi actitud hacia mis semejantes era inapropiada… pues después de meditarlo llego a la conclusión que de haber sido una mejor persona de lo que realmente fui, tendría una mejor resultante neta de mi vida, tal vez tendría una pareja a mi lado o una mejor relación con mis familiares, con quién podría contar y con quién compartir a “estas alturas del juego”… Tal vez conservaría mi casa propia y no me encontraría en mi situación actual. Al menos tendría un mejor “record de vida” que el que se puede evidenciar actualmente. Evidentemente que actué mal…
Tal vez no fui un mal viviente ni un delincuente, de eso estoy seguro, tampoco fui una mala persona, nunca robé a nadie, no engañe ni maté a nadie, ni nada por el estilo; pero por el camino que me ha tocado recorrer con el transcurso de los años, aprendí que siempre podemos ser mejores personas y que siempre podemos CRECER espiritualmente en nuestro propio beneficio y el de nuestros semejantes.

La reflexión anterior me hace recordar un famoso cuento que he releído recientemente y desde otra perspectiva “La muerte de Iván Ilich” de León Tolstoi, y recordé las cavilaciones de Iván Ilich cuando postrado por su enfermedad, al sentirse al borde de la muerte, piensa una y otra vez en si su vida valió realmente la pena, si la vivió de la manera correcta y no deja de hacerse esas angustiosas preguntas: ¿Realmente había vivido bien? ¿Acaso había vivido cómo debía? ¿Era una vida plena y feliz la que había disfrutado y que ahora sentía que se le escapaba sin razón?

A continuación algunos extractos del famoso cuento para ilustrar mejor mi comentario:

¿Vivir? ¿Cómo vivir? —preguntó la voz del alma.
Sí, vivir como viví antes, bien y agradablemente.
¿Cómo viviste antes? ¿Qué es eso de bien y agradablemente? —preguntó la voz.
Y él comenzó a analizar interiormente los mejores momentos de su vida agradable. Pero lo que de más había era que aquellos mejores momentos de su agradable vida no le parecían ser lo que habían sido. Todos, excepto los primeros días de la infancia: algo verdaderamente agradable había en éstos, algo con que se hubiera podido vivir, si aquello hubiese podido renacer. Pero el hombre que viviera la vida conveniente no existía: era aquél como un recuerdo de otro referente.
(…)

Pensaba Iván Ilich:
"Es como si hubiera descendido regularmente, imaginándome que subía. Mientras a los ojos del mundo me elevaba, mi vida huía... ¡Y he aquí que todo está consumado... que muero...!"
¿Qué quiere decir esto? ¿Por qué? Imposible que la vida se halle tan desprovista de sentido, que sea tan horrible. Si tan absurda es y tan horrorosa, ¿por qué morir y morir entre sufrimientos?
Hay aquí algo que no está claro. Luego se le ocurría una idea más triste aún:
"Quizá no haya vivido cual debía. Mas... ¿obré siempre como era preciso obrar?"
Inmediatamente apartaba esta solución del complicado problema de vida o muerte, como algo por completo inadmisible.
—¿Qué quieres, pues, ahora? ¿Vivir? ¿Vivir cómo? ¿Vivir cual vivías en el tribunal, cuando el ujier anuncia: "¡La presidencia llega...! ¡La presidencia llega! ¡La presidencia llega!"?
—¡Pero yo no soy culpable! —exclamó encolerizado—. ¿Por qué? ¿Por qué...?
Cesaba de llorar, volvíase hacia la pared, y siempre pensaba en lo mismo:
"¿Por qué, por qué todo este horror?"
Y no encontraba respuesta. Y cuando le ocurría pensar (y ocurríale a menudo) que todo sucedía porque no había vivido como debiera, al punto recordaba toda la regularidad de su existencia, y otra vez rechazaba aquel extraño pensamiento.
(…)
En los últimos tiempos de aquella soledad en que languidecía, echado y con el rostro contra el respaldo del diván, de aquella soledad en una gran población, en medio de sus numerosos conocidos y de su propia familia, soledad que no podía ser más completa ni en las profundidades del mar, ni bajo tierra, Iván Ilich no vivió sino de los recuerdos del pasado. Las imágenes de aquella vida que huyera se sucedían unas a otras. Aquello siempre empezaba por cosas recientes, a las que sucedían los acontecimientos más lejanos de la infancia, donde se detenía.
(…)
"¡Imposible oponerse a ello! —se decía—. Pero comprender por qué, al menos... También esto es imposible. Podría explicarse si se pudiera decir que yo no viví como debía. Mas esto es por completo inadmisible"
—repetía, recordando la regularidad y mesura de su vida.
"¡Esto es completamente inadmisible!" —volvíase a repetir, sonriendo extrañamente y cual si alguien pudiera ver su sonrisa y ser por él engañado.
"¡No hay explicación!... El suplicio, la muerte... ¿Por qué?"
(…)
Y las ideas que antes le parecieran inadmisibles fijáronse en su cerebro: aquello podía ser cierto, podía no haber vivido como debía…

(Extractos de “La muerte de Iván Ilich” de León Tolstoi

Realmente era una pregunta muy difícil de responder en esos aciagos momentos, tanto para Iván Ilich como para mí, pues la pregunta encierra una serie de consideraciones difíciles de ponderar en esas circunstancias y sobre todo por llevar implícita un gran conflicto existencial que nos embarga a muchos seres humanos cuando nos llega el momento de partir o cuando sentimos estar próximos a tal circunstancia.   

Cuando comenzaba a sentir que había logrado ciertos avances en ese autoconocimiento, para tratar de responder a la interrogante anterior, cuando creía que había logrado subir de nivel en esa búsqueda de ser una mejor persona, un mejor ser humano, con más humildad y menos ego, cuando sentía haberme deslastrado de todas aquellas actitudes pedantes, fatuas, disolutas, negativas y egoístas, cuando comenzaba a sentir que él hombre y él lobo dentro de mí estaban reconciliados y habían aprendido a convivir, cuando sentía que ya podía marcharme en paz conmigo mismo, que podría trascender a otro nivel sin tanta carga negativa en mis hombros..., justo ahora, me toca enfrentar una difícil y dura prueba... tal vez será por aquello de que “las pruebas más duras y difíciles aparecen siempre al final del camino, cuando estamos próximos a trascender a otro nivel, a otro entorno más amplio de consciencia, pues para pasar ese umbral debes hacerlo libre y limpio”... esto suena muy convincente y razonable, no obstante pareciera que más que duras pruebas, sea un verdadero suplicio, un castigo ejemplar que debo purgar por todas mis equivocaciones cometidas durante mi existencia, es decir un verdadero purgatorio o tal vez el mismo Infierno aquí en este plano existencial, o sea que se cumple otro adagio o dicho popular: “Lo que aquí se hace, Aquí se paga” ahora puedo decir que nada más cierto que eso, así como el título de este capítulo de mi vida: “No hay peor cuña que la del mismo palo”...

Después de pasar un período de casi tres años entre montañas y frailejones, en el páramo andino, un período que podría considerar como una de las etapas más tranquilas y felices de mi vida, me tocó por razones económicas ponerle fin a ese ciclo de mi vida y retornar a una zona que nunca ha sido para mí de grata recordación, ni de placentera estadía, me refiero a la población de Barinas...

A mí no me ha tocado fácil cuando he tenido que estar “temporalmente” por estos lares y tal vez por eso no tengo una buena percepción de esa población llanera.
Lo que sí es muy cierto es que nada de lo vivido en mis anteriores estadías en Barinas se puede comparar a lo que estoy pasando en esta oportunidad.

Al regresar del páramo sabía que no sería fácil mi adaptación a este hábitat, desde el punto de vista del clima y confort, incluyendo la tranquilidad espiritual que había conseguido en mi estadía en Santo Domingo. Pero realmente no tenía idea de lo que realmente me esperaba...
Así que citando a El Principito uno de mis libros y personaje preferidos, puedo agregar sobre mi regreso del páramo:
“¡La flor perfumaba e iluminaba mi vida y jamás debí huir de allí!”

Me vine a Barinas porque no tenía ninguna otra opción, sin mucho dinero, sin vehículo, con poca salud... solo podía llegar hasta aquí, a la casa de mi hija y de su mamá, la casa a donde me traje y deposité todos mis enseres y pertenencias cuando me vine de Caracas hace tres años, pensando que allí estarían a buen resguardo y que al momento de necesitarlos estarían a mi disposición o incluso facilitarían una eventual estadía en esa casa... pero definitivamente estaba totalmente equivocado y hoy en día puedo saber lo errada de mi decisión.

En mis últimos días en Santo Domingo y al ver que se acercaba el final de mi estadía en la posada Las Morochas le pedí telefónicamente a mi hija que le consultara a su mamá si tenía algún problema en recibirme por unos días en su casa, a lo que siempre respondía que no había problema, que podía venir sin ningún inconveniente por parte de ambas.

La realidad es que mi llegada y estadía en esa casa ha sido verdaderamente traumática y desalentadora, por decir lo menos.

De haber vislumbrado el más mínimo indicio del suplicio y la humillación a que me encuentro sometido por estar en esta casa, confieso que nunca se me hubiese ocurrido traerme mis pertenencias cuando salí de Caracas en el año 2014, y así hubiese evitado tener que venirme hasta aquí a mi regreso del páramo andino. Hubiese preferido quedarme en situación de calle, esperando dormir donde me consiguiera la noche o hubiese sido preferible tomar de una buena vez la tan manoseada idea del “Fast Track” y ponerle fin a todos mis problemas de una manera más decorosa y menos humillante.

Yo conservaba gratos recuerdos de mis largos años (15 ) de matrimonio con mi primera esposa, e incluso siempre sentía que nunca la había dejado de querer, aunque después de nuestro divorcio me volví a casar y tuve otras relaciones sentimentales, siempre consideraba que ella había sido y sería por siempre la mujer de mi vida, y lo demuestra mi actitud hacia ella, ayudándola cuando podía, teniendo siempre alguna atención con ella, tratando de colaborar y apoyarla moral y económicamente cuando la situación así lo ameritaba.

Debo confesar que me hubiese agradado conservar intacto dentro de mi ese sentimiento pero lamentablemente dicho sentimiento se desvaneció con esta última aproximación, debo acotar que cuando hablo de “aproximación” me refiero a estar en la misma casa pero en habitaciones diferentes y sin ningún intento de reconciliación ni de aproximación sentimental (ni de ninguna índole) por parte de ninguno de nosotros.

Esta convivencia me sirvió para comprobar que los recuerdos que yo conservaba de ella solo estaban en mi mente y que aquella mujer que conocí desde niña, y de quién atesoraba gratos recuerdos, había desaparecido y se había transformado en un ser irreconocible, en un ser despreciable y vil, que solo le importa el dinero, lo material... en una hiena perversa que es capaz de despojar a cualquiera de sus pertenencias para satisfacer sus intereses y los de su manada, léase hija y nieto...

Tan cierto es esto que todas mis pertenencias y enseres que dejé en su casa cuando me trasladé de Caracas: nevera, lavadora, juego de cuarto, muebles, televisores, ventiladores, equipo de sonido, lámparas, gabinetes, sábanas, paños, ollas, cubiertos, etc., etc. se niega a entregármelos o al menos a permitirme que disfrute de ellos... la mayoría de estas cosas ya no existen, las destrozaron, las rompieron, las vendieron, ¡¡¡se desaparecieron!!! Mi ropa y mis efectos personales, implementos deportivos, accesorios de computación, libros, CD y películas se perdieron, los botaron o los vendieron...acabaron con todo en menos de tres años, y las que quedan como es el caso de mi nevera o un televisor de mi propiedad, se aferra a él como lo hace una hiena al robarle una presa de su propia cacería a otro animal...

La resultante es que estoy en una habitación, durmiendo en una colchoneta, habiendo traído un juego de cuarto completo que perteneció a mi mamá y el cuál se encuentra en una habitación llena de gatos, todo destrozado por esos animalitos, el colchón roto, hediondo y lleno de pelos de gato, sin ventilador, pues el único que queda lo tienen los gatos en su cuarto, sin televisor, teniendo uno que me pertenece, pero como el de ellas se dañó (como todo en esa casa) argumentan que necesitan mi televisor... y me preguntan de manera retadora que si se lo pienso quitar… a sabiendas de cual será mi respuesta por encontrarme “alojado” en su casa, solo les puedo responder: -“por supuesto que no, síganlo usando, no hay ningún problema”…

El escribir sobre esto me produce náuseas y un malestar indescriptible al comprobar la bajeza de ciertas personas y lo ruines y miserables que pueden llegar a ser...

El hecho es que estoy en el lugar menos indicado para una persona que lo que busca es pasar sus últimos días en paz y tranquilidad... Definitivamente estoy en el lugar equivocado y con las personas equivocadas y sin tener otra opción para poder salir de aquí. Solo me queda el recurso que siempre llamé el “Fast Track” o la soga en mi cuello y así ponerle fin a tanta miseria humana.


De haber sabido que me encontraría con esta humillante y deprimente situación estoy seguro que hubiese adelantado mí partida al “otro mundo” desde donde me encontraba y me hubiese ahorrado toda esta cadena de sinsabores y humillaciones principalmente de parte de mi hija, quién no pierde oportunidad para enfrentarme y retarme por cualquier tontería.

A veces pienso que todo pasa por una razón específica, que nada escapa al Orden Divino y que yo tenía que pasar por esta detestable experiencia, tal vez para purgar algunas de mis deudas pendientes, o quizás para comprobar en carne propia lo que es vivir al lado de unos seres de tan baja calaña, miserables y ruines, un par de hienas salvajes que se disfrazan en las redes sociales de personas amables, caritativas, cristianas y de buenos sentimientos, cuando la realidad es diametralmente opuesta y así lo pude comprobar con el solo hecho de estar con ellas bajo el mismo techo.
Debo aclarar que mi presencia en esa casa ha sido estrictamente en calidad de “refugiado”, de homeless, como alguien que recibe a un familiar en desgracia, enfermo, sin casa... de pura caridad humana pues ellas conocen de mi condición de salud y de mis limitaciones económicas.

Sin entrar en profundidad y detalles en la manera de vivir de cada quién, yo considero que al menos se deben tener unas condiciones mínimas de respeto, de honradez, de cordialidad, de higiene, de aseo y de limpieza que incluso dentro del hogar más humilde son respetadas y mantenidas por sus integrantes y habitantes.

El caso es que en esta casa no existen ninguna de esas reglas y se “vive” en un ambiente “enrarecido” y salvaje por decir lo menos; no hay respeto por las cosas ajenas, si dejo unas chancletas o un paño lo toman y se apropian de él… y se molestan si pregunto por mi pertenencia… si dejo agua potable (comprada por mí) en la nevera (mi nevera que vino en mi mudanza pero que ellas se adueñaron) desaparece y se hacen cómplices para justificar su desaparición, lo que me ha obligado a tener el agua en la habitación que duermo y tener que tomarla a temperatura ambiente, lo que en Barinas es casi que una sopa caliente.

El tema del agua para el uso y aseo diario es un tema aparte, pues en esa casa no hay servicio de agua “normal” como se acostumbra en los lugares que yo solía habitar. Es decir que NUNCA hay agua en los grifos… Recién llegado del páramo me solicitaron una colaboración (una más), que de inmediato les entregué, para arreglar el problema de la bomba de agua, pero nunca se solucionó el inconveniente y nunca supe el destino de mi colaboración. Aquí se debe comprar el agua en cisterna y guardarla en pipotes y envases plásticos, que están en el medio de la sala de la vivienda, y para bañarse o lavarse se debe recolectar con unos sucios envases y trasvasarla en algún recipiente para llevarla al baño y poderse asear.

He sido sometido a las más grandes humillaciones y reprimendas hasta por un tobo (recipiente plástico) de agua. Si así como lo escribo: “por un tobo de agua”... 

Las labores de cocina se hacen realmente complicadas y difíciles por la misma carencia del vital líquido y cuando cocina lo hace sin ninguna condición mínima de higiene o limpieza, rodeada de gatos que saltan sobre la mesa y sobre los alimentos, a los que no se les puede llamar la atención de ninguna manera, pues eso desata la furia de la gata alpha de la manada, quién cuál energúmena me increpa desafiante y retadora que esos son sus HIJOS y que esa es su casa y que ellos estaban en esa casa primero que yo... Así como lo están leyendo, yo no le respondo absolutamente nada y me repliego a mi “celda” para evitar una confrontación que tengo perdida de antemano, pero esa es la triste realidad que me ha tocado vivir y que no le deseo ni a mi peor enemigo.

Yo he tratado de analizar el porqué de esa actitud belicosa y agresiva de su parte, he puesto en retrospectiva la “película” de nuestra vida juntos para ver si encuentro alguna explicación a esa vil y miserable actitud de su parte y realmente, desde mi óptica, no consigo tal explicación…


Es algo realmente muy loco y a la vez muy vergonzoso para mi tanto de soportarlo, como de escribir sobre esto, pues finalmente estoy escribiendo sobre mi hija, sobre mi propia sangre… y una de mis normas de vida es no denigrar ni hablar mal del prójimo… pero no me queda otra opción que drenarlo por aquí o me voy a “reventar como un sapo” de la arrechera…

Otra perlita, las pocas veces que estoy en la cocina en el día y he prendido la luz pues es algo oscura, llega de inmediato y me apaga la luz y me pregunta airada –“¿que si acaso no es suficiente con la claridad del día? Yo la miro y le ofrezco disculpas… pero cuando es ella la que entra a plena luz del día prende la luz e incluso la deja prendida sin haber ninguna persona en la cocina durante largo rato, yo al pasar y ver que no hay nadie me tomo la libertad de apagarla para ahorrar energía por aquello del “consumo eficiente” de lo cual soy promotor y fiel practicante; pues al rato me llega a dónde yo esté y me pregunta con su acostumbrado tono retador –“¿Qué si fui yo quién apagó la luz? (a sabiendas que solo estamos ella y yo en la casa, bueno y los gatos…) al responder que si fui yo, levanta una ceja y tuerce la boca en un gesto muy característico tanto de ella como de su mamá… Lo dejo para que cada quién saque sus propias conclusiones…

Con ella conviví, o mejor dicho la crié en toda la acepción y extensión de la palabra “criar” o de la palabra levantar, formar, proteger, alimentar, “ser su papá” pues... desde su nacimiento, o tal vez antes desde su gestación, la cual compartí con su mamá día a día, como todo padre primerizo, con una gran expectativa por su primer descendiente, rol que pensé haber desempeñado cabalmente, procurándole y satisfaciendo siempre sus necesidades básicas de amor y cuidado, alimentación, vivienda, ropa, educación, esparcimiento y diversión tal como lo hicieron mis padres conmigo en su oportunidad, lo hice sin ninguna restricción económica pues yo tenía un buen empleo con un buen ingreso y quizás por el hecho de ser hija única podíamos permitirnos cubrir sus necesidades sin mayor problema, tener una vivienda propia y cómoda, su propia habitación debidamente amoblada, brindarle educación en colegio privado, un buen entorno familiar y social, fines de semana y vacaciones en agradables locaciones, formación extra curricular, lo mínimo que un padre responsable le garantizaría a su hija única y querida hasta que tenía doce años cuando me divorcié de su mamá. Con este breve recuento no pretendo alabarme como padre, solamente quiero dejar bien claro que mi hija disfrutó de una niñez muy normal, sin limitaciones, sin maltratos ni físicos ni emocionales, sin carencias significativas en la formación de una menor como podría haber sido: quedarse sin casa, no poder comer regularmente, no tener ropa adecuada o carecer de juguetes, no poder estudiar o no tener los útiles requeridos para cumplir con su educación, en fin no sufrió absolutamente ninguna situación negativa extrema que hubiese podido marcar su psiquis y su desarrollo emocional posterior.

No obstante, al divorciarme de su madre en 1.993 aunque dejamos de vivir juntos, no deje de preocuparme por ayudar en su manutención, se mantuvo un estrecho contacto, dejé que su mamá conservara la extensión de mis tarjetas de crédito para cualquier gasto o eventualidad, la mantuve con cobertura de mi póliza de HCM con la cual pudimos hacerle frente a una grave situación de salud que se le presentó en Barinas al sufrir de dengue hemorrágico, le enviaba el costo del pasaje aéreo para que viniese a Caracas, la iba a visitar a Barinas e incluso llegamos a pasar vacaciones juntos en diciembre como lo hacíamos cuando estaba casado con su madre.

Incluso después que ella tomó la decisión de embarazarse y casarse en el año 1.997, a los 16 años, la seguí ayudando económicamente y le pagué sus estudios universitarios y le ayudaba cuando podía con la crianza de mi querido nieto. Después que se divorció en el año 2.000-2.001, me la llevé a ella y a mi nieto a vivir conmigo en Caracas por un breve lapso, pero al parecer no se vieron satisfechas sus aspiraciones y expectativas y se regresó a Barinas con su mamá.


¿A qué viene este recuento? pues simplemente a que yo “devuelvo la cinta” de mi vida para tratar de encontrar alguna explicación lógica o alguna justificación al comportamiento y a su actitud hacia mi persona, y no lo encuentro, salvo en la semejanza o representación de lo “Peor de mí Mismo”, esa faceta de mi personalidad que he tratado de “modelar” y eliminar de mi actitud ante las demás personas, en ese “Víctor” que no quisiera ni recordar y que rechazo desde mi óptica actual sobre la vida y que ahora lo veo en el espejo de mi hija, siempre en una constante confrontación en un tono beligerante, siempre a la defensiva-Agresiva, siempre imponiendo su criterio y voluntad por encima de lo que sea, (¿Te parece conocida esta actitud Víctor Federico?) siempre expresando y aseverando que yo tengo algo en contra de ella, que yo guardo cierto ¡¡¡rencor en su contra!!! e incluso retándome (en su propia casa, donde estoy como “refugiado”) a que -“suelte lo que tengo por dentro” (textualmente) mientras manotea con airados gestos agresivos...

Realmente toda esta situación me produce un gran dolor, una gran angustia y decepción y una gran depresión. No es fácil comprobar que mi única hija, así lo considero yo, pues aunque tuve otra hija biológica en mi segundo matrimonio, a esa “hija” yo no la crié, ni siquiera la conozco, salvo sus diez primeros meses de vida y ahora de adulta en fotos por las redes sociales, así que aunque tengo dos hijas biológicas (y no lo niego), considero a esta como mi “única hija” de crianza, por haberla alimentado, verla crecer, darle educación, darle amor... en fin una relación padre-hija que yo veía como normal pero que aguas abajo veo que no fue así...

Hay algo altamente disfuncional en esta relación que yo no logro entender, salvo la repetida explicación de estar viendo en ella la peor faceta mía como ser humano, que expresé en el párrafo anterior... y por la cual ofrecí mil disculpas a todos mis allegados al comienzo de estas líneas.

Pero si lo veo con detenimiento y objetividad, ni en mis peores momentos de conducta altanera y autoritaria, nunca pero NUNCA tuve un comportamiento similar a la manera tan ilógica, iracunda y muy poco razonable como lo hace mi hija, quién siempre está de mal humor, siempre con dolor de cabeza, cuando no está apurada está durmiendo… los dos extremos; dándole prioridad a cosas que no la tienen en la cabeza de una persona “normal”, como por ejemplo: alimentar a sus gatos es más importante que comer ella o darle comida a su papá. Yo reconozco haber sido excesivamente autoritario e incluso vehemente y hasta intransigente en ciertas oportunidades (en mi “otra vida”) pero sin perder la perspectiva ni la lógica y mucho menos actuando de manera irracional y psicótica. 

Ella se comporta conmigo como si viese en mí a su peor enemigo, siempre a la defensiva, siempre objetando cualquier comentario o apreciación que yo pueda emitir, ella está allí para refutarla. Cuando se me ocurre pedirle un favor nunca puede, siempre está o muy ocupada o muy cansada y durmiendo. Siempre se siente mal, le duele la cabeza, siempre tiene gripe (ella dice que es alergia)... 

Su actitud miserable con la comida no es de ahorita en el año 2017, ya que en el año 1.999 cuando estuve un tiempo en Barinas y ella también vivía allí con su esposo, tenía esa misma actitud mezquina y miserable con la comida y lo traigo a colación para que no se piense que su actitud actual se debe a los graves problemas que afrontamos los venezolanos en estos días de desabastecimiento y carestía. Yo realmente no recordaba ese detalle de 1.999, pero escribiendo me vino a la memoria como me negaba la comida y dejaba instrucciones a una empleada que tenía, que no dejara que yo tocara las ollas hasta que ella no llegara… cositas que había olvidado y que este relato se encargó de que salieran nuevamente en mis recuerdos no gratos que siempre trato de olvidar, tal vez como una manera de protegerme y de no guardar resentimientos contra nadie. También viene a mí memoria que después de ese gesto de mezquindad de su parte, al llegar yo a Caracas (año 2000) y comenzar a trabajar, lo primero que hice fue comprar unas cajas de comida que vendían en Makro, que venían varios productos ya preparados en una caja (como un “CLAP” pero privado), y se las enviaba a Barinas como ayuda a su presupuesto alimenticio y tal vez como una disimulada respuesta a su actitud mezquina y miserable cuando estuve en su casa. (será que no recuerda eso tampoco…)

Pero ella tiene otra faceta por Facebook, digna de Ripley (¡aunque usted no lo crea!) donde se manifiesta como una mujer piadosa y devota de la virgen María, muy católica y caritativa, como una hija “modelo”, muy amorosa con su papi (debe ser con otro papi), con dulces comentarios hacia mi persona, dónde no para de escribir que me quiere mucho y otras sandeces así por el estilo... Todo un tratado de doble personalidad o bipolaridad, quizás de hipocresía…  (no sé cuál de las dos) para ser evaluado por los mejores especialistas de la psiquis y la conducta humana.

(continuará en próximas entregas...)

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Namasté