SER+POSITIVO
Un día como hoy 04 de agosto pero del año 2014 me convertí en lobo, si en un "lobo estepario", en un gitano errante... me volví un “homeless” un sin casa, sin techo, al verme forzado a abandonar “mi” apartamento en Montalbán, Caracas y comenzar un periplo sin saber a ciencia cierta a donde me llevaría el destino en esa travesía que estaba por comenzar, cuando me vi obligado por las circunstancias a salir de mi zona de confort, a abandonar mi lugar de residencia, pues mi padre y mis hermanos decidieron vender el apartamento donde yo había vivido durante los últimos 15 años de mi vida, el cuál era propiedad de mi mamá, quién había fallecido en agosto del año 2011...
El hecho es que pasados estos tres años después de la muerte de mamá ellos decidieron de manera unilateral vender el apartamento que me servía de vivienda, donde había compartido con mi madre sus últimos años de vida a mi lado, brindándole los cuidados y compañía que mis hermanos no pudieron ofrecerle en su enfermedad y vejez como lo hubiese hecho cualquier buen hijo con su progenitora en esas circunstancias, pues ninguno de ellos vivía en Caracas y además siempre esgrimieron “argumentos de peso” para justificar su inasistencia, obligaciones laborales, ocupaciones familiares, la distancia geográfica… (quizás también afectiva me permito agregar yo)
El hecho es que debí hacerme cargo del cuidado integral de mi mamá y lo hice con las dificultades propias de esa responsabilidad pero con el agrado de poder atender a mi amada madre como lo había hecho ella conmigo cuando llegué a este mundo, seguramente no con el mismo entusiasmo y pasión que ella le imprimió a su labor materna pero si con mucho amor y esmero; dejé mi trabajo y me dedique a su cuidado exclusivamente. Conté con la ayuda de Milagros Verde (mi pareja en ese entonces) para atenderla, y con la ayuda económica incondicional de parte de mi padre, quién periódicamente venía a visitarla. Inicialmente se contrató a una enfermera las 24 horas del día para colaborar con su cuidado, así como una fisioterapeuta que acudía tres veces a la semana para su terapia y rehabilitación motriz después de su operación de la cadera. Así transcurrieron tres largos años de arduo trabajo como “cuidador de mamá”.
Cuando mi salud me impidió seguirla atendiendo, papá se la llevó con él a Valle de La Pascua con su “otra” familia junto a mis hermanitas (por parte de padre) guariqueñas: Francis Belén y Victoria Valentina (y a su hermana Lizbeth, que sin ser hija biológica de papá, el asumió criarla y darle su apellido) donde pasó cuatro años más hasta que tuvimos que trasladarla nuevamente a Caracas, gracias a la colaboración de mi hermano Julio César quién la fue a buscar a Valle de La Pascua en Julio del año 2011 en unas condiciones de salud muy precarias y bastante comprometida, debiendo hospitalizarla de inmediato en el Hospital Militar de Caracas, donde falleció el 14 de Agosto del año 2011.
Volviendo al tema de mi salida de Montalbán en el año 2014 y llegado el momento de afrontar la realidad de que debía abandonar la que había sido mi vivienda durante los últimos 15 años y sin la posibilidad de poder adquirir o alquilar una vivienda alterna, me vi sometido a una profunda presión psicológica con su carga de ansiedad, angustia y depresión ante tal circunstancia. El fantasma de mis ideas suicidas reapareció con su acostumbrada vehemencia y estuve a punto de entregarme a sus deseos pero una vez más prevaleció mi fe en Dios y el temor a ir en contra de mis preceptos cristianos, tal vez fue simple cobardía o quizás seguí viviendo por instinto de supervivencia…
Pensé en negarme a firmar la venta como parte de los herederos de mi madre y así evitar la transacción que tenían ya adelantada mis familiares, pero luego sentí que mi precaria condición económica así como mi deteriorada salud no me hacían un buen contendor para esa difícil batalla familiar y legal. Es por eso que en contra de las recomendaciones que me hacía mi abogado de oponerme a la venta para preservar mi seguridad de vivienda, decidí firmar y así permitir que siguiera su curso la negociación aunque con esa decisión estaba quedando en la calle, como en efecto sucedió.
Debo mencionar que en los días previos a la firma definitiva del documento de venta en el registro principal, surgió el ofrecimiento por parte de mi padre que él me ayudaría con un aporte económico, adicional a lo recibido sobre mi parte de la herencia materna, para así facilitarme una eventual adquisición de una modesta vivienda en Barinas o en algún otro lugar para solucionar mi problema de vivienda. De igual manera mi hermana Elizabeth Coromoto me ofreció la posibilidad de alquilarme un anexo en una casa propiedad de su esposo en la quta. Lurgema en La Paz.
Para no entrar en un recuento nada grato para mi memoria de estos acontecimientos, solo quiero reiterar que ninguno de estos ofrecimientos llegó a hacerse realidad, ni el anexo en alquiler de mi hermana, lo cual me obligó a tener que regalar una parte de mis enseres personales que había dejado para llevarlos al citado anexo y tampoco el ofrecimiento de mi padre de ayudarme económicamente para comprar una vivienda; debo comentar que incluso llegué a concretar un par de potenciales compras en Barinas, con la cantidad que tenía producto de la “herencia” de mamá, pero por no tener la cantidad requerida para poder realizar la compra, tuve que abortar las negociaciones ante las evasivas respuestas de parte de mi padre para el aporte de la ayuda adicional ofrecida.
En vista de todo lo antes mencionado y luego de pasar unos agradables días en la playita para luego despedirme de mi ciudad natal, viaje el 13 de agosto con destino a Barinas y me alojé durante casi dos meses en la finca de mi amigo Domingo Ostuni en La Vizcaína en las afueras de la ciudad de Barinas, después de haber dejado todas mis pertenencias en la casa de Gretty y Vanessa, decidí emprender un viaje-aventura, como un lobo estepario hacia mi amado páramo andino merideño y así lo hice a finales de Octubre del año 2014.
Me alojé unos días en una hermosa posada en las afueras de Santo Domingo, en el sector el Baho, en la Posada Los Ángeles de la familia Rivas.
Estaba decidido a pasarla muy bien y a disfrutar de ese regalo que me estaba ofreciendo la vida al permitirme estar en una de las zonas de mi mayor agrado en Venezuela, en el páramo andino, a dónde tantas veces fui en mi infancia y en mis vacaciones con mi primera esposa y antes de casarme con mi segunda esposa, es decir un lugar del cual atesoro hermosos y muy gratos recuerdos; allí estaba nuevamente.
Después de pasar varios días como un turista adinerado decidí buscar un alojamiento más económico en el propio pueblo de Santo Domingo de Guzmán, en el municipio Cardenal Quintero del estado Mérida.
Allí conseguí una modesta pero cómoda habitación en alquiler en la casa de la Sra. Matilde y el sr. Ismael Monsalve, en la que estuve viviendo durante casi tres meses, al estilo de Harry Haller…
En diciembre del año 2014 decidí mudarme a la Posada Las Morochas propiedad de la Sra. Ana Lucía Ramírez viuda de Peña donde permanecí hasta el mes de Mayo del año 2017 pasando lo que serían los 30 meses más tranquilos y felices de mis últimos días de vida, viviendo como un lobo estepario, solo pero feliz, con dos almas dentro de un solo pecho, tratando de reconciliar al hombre y al lobo o tal vez dejando que finalmente uno de los dos prevaleciera y lograra imponerse sobre mis angustias, mis temores y sobre mis debilidades…
Ya ha transcurrido más de un año desde que terminó mi idílica permanencia en mi querido páramo merideño; actualmente me encuentro viviendo en Barinas con mi hija mayor Vanessa, no ha sido nada fácil mi adaptación a esta nueva etapa de mi vida, me ha tocado muy duro… pues Venezuela atraviesa por su peor crisis económica, social y política de los últimos doscientos (200) años de vida republicana; estamos viviendo un largo período de “estancamiento” económico, con una hiperinflación desatada en el orden del 50.000 % mensual, que algunos expertos califican de estanflación, donde tenemos una oferta de bienes y servicios sumamente limitada y con los precios aumentando exponencialmente con el transcurrir de las horas, no hay disponibilidad de dinero en efectivo (cash) y para obtenerlo se debe pagar hasta un 200% de su valor nominal o adquirir los bienes con pagos electrónicos o digitales pero con un precio final que puede superar hasta cuatro (4) veces el valor original del bien o servicio adquirido.
El valor de nuestra moneda ha caído a niveles impensables y como referencia puedo mencionar que actualmente para agosto de este año (2018) el valor cambiario del bolívar está en el orden de casi cuatro millones (4.000.000,00) de bolívares para adquirir un dólar norteamericano ($ 1) es decir que $1 = 3.600.000,00 Bs. (tasa cambiaria al 04/08/18)
Tenemos un salario mínimo que está en el orden de los seis millones de bolívares mensuales, lo que equivale aproximadamente a $ 1,6 dólares mensuales, haciendo nuestro salario uno de los más bajos de Latinoamérica y del mundo.
En resumen Venezuela es un país arrasado y destruido por una pandilla de forajidos y delincuentes disfrazados de comunistas robolucionarios, apoyados por unos milicos cómplices y participes de las más grandes fechorías e incluso crímenes de lesa humanidad, pues están acabando sistemáticamente con la población venezolana.
Estoy desempleado, sin trabajo formal desde Noviembre del año 2017, logrando conseguir eventuales trabajos temporales (a destajo) donde más que el beneficio económico por lo que puedo devengar por tales labores, está la sensación de sentirme activo y ocupado pero nunca como un medio de subsistencia real.
He logrado subsistir o sobrevivir con la generosa y bondadosa ayuda de mi hija Vanessa, de mi papá, de mi hermano Julio César y de mi hermana Francis Belén, ocasionalmente de mi prima hermana Karely Coromoto, así como unas eventuales ayudas económicas de algunos buenos amigos y ex compañeros de estudio entre los que puedo nombrar a Andrés Arráez, Lino Alberto Pacheco, Carlos Valladares, Omar Bossio, Sandra Ramírez, quienes bondadosamente han acudido a auxiliarme al conocer mi precaria condición económica y mi delicada situación de salud, por lo que les estaré eternamente agradecido de todo corazón. De no ser por estas providenciales ayudas no sé que hubiese sido de mí en estos momentos y creo que ni siquiera podría estar escribiendo estas líneas…
No estoy seguro o no tengo idea de por cuánto tiempo más lograré seguir “sobreviviendo” a esta difícil y crítica situación por la que atraviesa el país en general y yo en lo particular, solo Dios lo sabe y por eso he decidido poner mis angustias, mis necesidades, carencias y temores, mi vida entera en las manos misericordiosas de mi Señor Jesús, en quién confío plenamente y a quién me encomiendo en estos aciagos momentos. En mis oraciones le agradezco a Jesucristo por todo lo que me ha concedido de manera magnánima y dadivosa, también ruego por todas aquellas personas que están en situación similar o tal vez peor que la mía, y no puedo dejar de pedir por la salud y bienestar de todas aquellas almas piadosas que han tenido a bien socorrerme y ayudarme de manera caritativa y generosa.
En medio de mis infortunios y desdicha le agradezco a mi Señor Jesús por concederme el sustento espiritual y material, la fortaleza y la salud para continuar esta travesía hasta que Él en su inmensa sabiduría así lo determine.
Me encuentro próximo a cumplir mis 59 años de vida, una edad a la que no pensaba que llegaría producto de mi condición de vida como portador del VIH, así que recibo esta etapa de mi existencia como un “bonus track” como un “plus adicional” o dicho en criollo como una “ñapita” como un regalo que me concedió El Señor en su infinita bondad y misericordia.
Voy llevando un día a la vez (como los A.A.) sin mayores pretensiones, viviendo el Aquí y Ahora, agradecido y con máxima aceptación de todo cuanto me acontece y todo lo que me ha tocado vivir en este largo viaje que llamamos vida...
El hecho es que debí hacerme cargo del cuidado integral de mi mamá y lo hice con las dificultades propias de esa responsabilidad pero con el agrado de poder atender a mi amada madre como lo había hecho ella conmigo cuando llegué a este mundo, seguramente no con el mismo entusiasmo y pasión que ella le imprimió a su labor materna pero si con mucho amor y esmero; dejé mi trabajo y me dedique a su cuidado exclusivamente. Conté con la ayuda de Milagros Verde (mi pareja en ese entonces) para atenderla, y con la ayuda económica incondicional de parte de mi padre, quién periódicamente venía a visitarla. Inicialmente se contrató a una enfermera las 24 horas del día para colaborar con su cuidado, así como una fisioterapeuta que acudía tres veces a la semana para su terapia y rehabilitación motriz después de su operación de la cadera. Así transcurrieron tres largos años de arduo trabajo como “cuidador de mamá”.
Cuando mi salud me impidió seguirla atendiendo, papá se la llevó con él a Valle de La Pascua con su “otra” familia junto a mis hermanitas (por parte de padre) guariqueñas: Francis Belén y Victoria Valentina (y a su hermana Lizbeth, que sin ser hija biológica de papá, el asumió criarla y darle su apellido) donde pasó cuatro años más hasta que tuvimos que trasladarla nuevamente a Caracas, gracias a la colaboración de mi hermano Julio César quién la fue a buscar a Valle de La Pascua en Julio del año 2011 en unas condiciones de salud muy precarias y bastante comprometida, debiendo hospitalizarla de inmediato en el Hospital Militar de Caracas, donde falleció el 14 de Agosto del año 2011.
Volviendo al tema de mi salida de Montalbán en el año 2014 y llegado el momento de afrontar la realidad de que debía abandonar la que había sido mi vivienda durante los últimos 15 años y sin la posibilidad de poder adquirir o alquilar una vivienda alterna, me vi sometido a una profunda presión psicológica con su carga de ansiedad, angustia y depresión ante tal circunstancia. El fantasma de mis ideas suicidas reapareció con su acostumbrada vehemencia y estuve a punto de entregarme a sus deseos pero una vez más prevaleció mi fe en Dios y el temor a ir en contra de mis preceptos cristianos, tal vez fue simple cobardía o quizás seguí viviendo por instinto de supervivencia…
Pensé en negarme a firmar la venta como parte de los herederos de mi madre y así evitar la transacción que tenían ya adelantada mis familiares, pero luego sentí que mi precaria condición económica así como mi deteriorada salud no me hacían un buen contendor para esa difícil batalla familiar y legal. Es por eso que en contra de las recomendaciones que me hacía mi abogado de oponerme a la venta para preservar mi seguridad de vivienda, decidí firmar y así permitir que siguiera su curso la negociación aunque con esa decisión estaba quedando en la calle, como en efecto sucedió.
Es así como el día 04 de Agosto del año 2014 salgo del apartamento del Celeste en Montalbán, con mi carro lleno de equipaje y con rumbo al litoral central para ordenar mis ideas y decidir qué camino inmediato tomaría en esta “aventura gitana” o mejor dicho de “homeless” que recién comenzaba.
Debo mencionar que en los días previos a la firma definitiva del documento de venta en el registro principal, surgió el ofrecimiento por parte de mi padre que él me ayudaría con un aporte económico, adicional a lo recibido sobre mi parte de la herencia materna, para así facilitarme una eventual adquisición de una modesta vivienda en Barinas o en algún otro lugar para solucionar mi problema de vivienda. De igual manera mi hermana Elizabeth Coromoto me ofreció la posibilidad de alquilarme un anexo en una casa propiedad de su esposo en la quta. Lurgema en La Paz.
Para no entrar en un recuento nada grato para mi memoria de estos acontecimientos, solo quiero reiterar que ninguno de estos ofrecimientos llegó a hacerse realidad, ni el anexo en alquiler de mi hermana, lo cual me obligó a tener que regalar una parte de mis enseres personales que había dejado para llevarlos al citado anexo y tampoco el ofrecimiento de mi padre de ayudarme económicamente para comprar una vivienda; debo comentar que incluso llegué a concretar un par de potenciales compras en Barinas, con la cantidad que tenía producto de la “herencia” de mamá, pero por no tener la cantidad requerida para poder realizar la compra, tuve que abortar las negociaciones ante las evasivas respuestas de parte de mi padre para el aporte de la ayuda adicional ofrecida.
Estaba decidido a pasarla muy bien y a disfrutar de ese regalo que me estaba ofreciendo la vida al permitirme estar en una de las zonas de mi mayor agrado en Venezuela, en el páramo andino, a dónde tantas veces fui en mi infancia y en mis vacaciones con mi primera esposa y antes de casarme con mi segunda esposa, es decir un lugar del cual atesoro hermosos y muy gratos recuerdos; allí estaba nuevamente.
Octubre 2014
Después de pasar varios días como un turista adinerado decidí buscar un alojamiento más económico en el propio pueblo de Santo Domingo de Guzmán, en el municipio Cardenal Quintero del estado Mérida.
Noviembre 2014
Home New Home
En diciembre del año 2014 decidí mudarme a la Posada Las Morochas propiedad de la Sra. Ana Lucía Ramírez viuda de Peña donde permanecí hasta el mes de Mayo del año 2017 pasando lo que serían los 30 meses más tranquilos y felices de mis últimos días de vida, viviendo como un lobo estepario, solo pero feliz, con dos almas dentro de un solo pecho, tratando de reconciliar al hombre y al lobo o tal vez dejando que finalmente uno de los dos prevaleciera y lograra imponerse sobre mis angustias, mis temores y sobre mis debilidades…
Ya ha transcurrido más de un año desde que terminó mi idílica permanencia en mi querido páramo merideño; actualmente me encuentro viviendo en Barinas con mi hija mayor Vanessa, no ha sido nada fácil mi adaptación a esta nueva etapa de mi vida, me ha tocado muy duro… pues Venezuela atraviesa por su peor crisis económica, social y política de los últimos doscientos (200) años de vida republicana; estamos viviendo un largo período de “estancamiento” económico, con una hiperinflación desatada en el orden del 50.000 % mensual, que algunos expertos califican de estanflación, donde tenemos una oferta de bienes y servicios sumamente limitada y con los precios aumentando exponencialmente con el transcurrir de las horas, no hay disponibilidad de dinero en efectivo (cash) y para obtenerlo se debe pagar hasta un 200% de su valor nominal o adquirir los bienes con pagos electrónicos o digitales pero con un precio final que puede superar hasta cuatro (4) veces el valor original del bien o servicio adquirido.
El valor de nuestra moneda ha caído a niveles impensables y como referencia puedo mencionar que actualmente para agosto de este año (2018) el valor cambiario del bolívar está en el orden de casi cuatro millones (4.000.000,00) de bolívares para adquirir un dólar norteamericano ($ 1) es decir que $1 = 3.600.000,00 Bs. (tasa cambiaria al 04/08/18)
Tenemos un salario mínimo que está en el orden de los seis millones de bolívares mensuales, lo que equivale aproximadamente a $ 1,6 dólares mensuales, haciendo nuestro salario uno de los más bajos de Latinoamérica y del mundo.
En resumen Venezuela es un país arrasado y destruido por una pandilla de forajidos y delincuentes disfrazados de comunistas robolucionarios, apoyados por unos milicos cómplices y participes de las más grandes fechorías e incluso crímenes de lesa humanidad, pues están acabando sistemáticamente con la población venezolana.
Socialismo del Siglo XXI
He logrado subsistir o sobrevivir con la generosa y bondadosa ayuda de mi hija Vanessa, de mi papá, de mi hermano Julio César y de mi hermana Francis Belén, ocasionalmente de mi prima hermana Karely Coromoto, así como unas eventuales ayudas económicas de algunos buenos amigos y ex compañeros de estudio entre los que puedo nombrar a Andrés Arráez, Lino Alberto Pacheco, Carlos Valladares, Omar Bossio, Sandra Ramírez, quienes bondadosamente han acudido a auxiliarme al conocer mi precaria condición económica y mi delicada situación de salud, por lo que les estaré eternamente agradecido de todo corazón. De no ser por estas providenciales ayudas no sé que hubiese sido de mí en estos momentos y creo que ni siquiera podría estar escribiendo estas líneas…
No estoy seguro o no tengo idea de por cuánto tiempo más lograré seguir “sobreviviendo” a esta difícil y crítica situación por la que atraviesa el país en general y yo en lo particular, solo Dios lo sabe y por eso he decidido poner mis angustias, mis necesidades, carencias y temores, mi vida entera en las manos misericordiosas de mi Señor Jesús, en quién confío plenamente y a quién me encomiendo en estos aciagos momentos. En mis oraciones le agradezco a Jesucristo por todo lo que me ha concedido de manera magnánima y dadivosa, también ruego por todas aquellas personas que están en situación similar o tal vez peor que la mía, y no puedo dejar de pedir por la salud y bienestar de todas aquellas almas piadosas que han tenido a bien socorrerme y ayudarme de manera caritativa y generosa.
En medio de mis infortunios y desdicha le agradezco a mi Señor Jesús por concederme el sustento espiritual y material, la fortaleza y la salud para continuar esta travesía hasta que Él en su inmensa sabiduría así lo determine.
Me encuentro próximo a cumplir mis 59 años de vida, una edad a la que no pensaba que llegaría producto de mi condición de vida como portador del VIH, así que recibo esta etapa de mi existencia como un “bonus track” como un “plus adicional” o dicho en criollo como una “ñapita” como un regalo que me concedió El Señor en su infinita bondad y misericordia.
Voy llevando un día a la vez (como los A.A.) sin mayores pretensiones, viviendo el Aquí y Ahora, agradecido y con máxima aceptación de todo cuanto me acontece y todo lo que me ha tocado vivir en este largo viaje que llamamos vida...
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Un abrazo de luz y muchas bendiciones.
Namasté