SER+POSITIVO
La escritora Eugenia Rico, que desde hace años vive en Venecia, ha escrito este artículo sobre el coronavirus en la ciudad italiana.
Esta mañana Venecia se ha despertado con las campanas de un sueño que se está convirtiendo en pesadilla. Durante años los residentes han soñado una ciudad sin turistas, sin grandes naves de crucero.
“Ten cuidado con lo que deseas, podría hacerse realidad”.
El teléfono sirve de tam tam a la realidad irreal:
—Carissima, ¿estás bien? ¿No se puede salir de Venecia, o no se puede salir de la región?
—No se puede salir del Véneto, no se puede salir de Venecia, no se puede salir de casa. Somos zona roja. Nadie puede salir. Nadie puede entrar. Estamos dentro de La peste de Camus.
Si me hubieran dicho que de la noche a la mañana muchas mujeres occidentales se cubrirían el rostro, sin que ninguna religión o dictadura se lo impusiera, no lo hubiera creído. Y sin embargo en la calle se ven odaliscas con mascarilla. Feministas con la cara tapada que se ven obligadas a celebrar el Día de la Mujer como las favoritas de un harén.
Soy una víctima del coronavirus aunque no tenga fiebre, ni estornudos ni ningún tipo de enfermedad. Y usted que me está leyendo es con toda seguridad también una víctima, aunque según las estadísticas lo más probable es que no tenga los anticuerpos...
Esta mañana Venecia se ha despertado con las campanas de un sueño que se está convirtiendo en pesadilla. Durante años los residentes han soñado una ciudad sin turistas, sin grandes naves de crucero.
“Ten cuidado con lo que deseas, podría hacerse realidad”.
El teléfono sirve de tam tam a la realidad irreal:
—Carissima, ¿estás bien? ¿No se puede salir de Venecia, o no se puede salir de la región?
—No se puede salir del Véneto, no se puede salir de Venecia, no se puede salir de casa. Somos zona roja. Nadie puede salir. Nadie puede entrar. Estamos dentro de La peste de Camus.
Si me hubieran dicho que de la noche a la mañana muchas mujeres occidentales se cubrirían el rostro, sin que ninguna religión o dictadura se lo impusiera, no lo hubiera creído. Y sin embargo en la calle se ven odaliscas con mascarilla. Feministas con la cara tapada que se ven obligadas a celebrar el Día de la Mujer como las favoritas de un harén.
Soy una víctima del coronavirus aunque no tenga fiebre, ni estornudos ni ningún tipo de enfermedad. Y usted que me está leyendo es con toda seguridad también una víctima, aunque según las estadísticas lo más probable es que no tenga los anticuerpos...