Francisco de Asís, representado por El Greco. La llamada «Oración de san Francisco» no es de su autoría, pero es reconocida mundialmente como una síntesis de su ideario.
Según un estudio del académico francés Christian Renoux, el registro más antiguo de esta oración lo constituye su aparición —como un poema anónimo— con el título Una hermosa oración para decir durante la misa (Belle prière à faire pendant la messe) en el número de diciembre de 1912, de la revista católica francesa (petite revue catholique pieuse: pequeña revista católica devota) La Clochette ('la campanilla [que toca el monaguillo en la misa]'), «boletín de la Liga de la Santa Misa», fundada en octubre de 1901 por el sacerdote y periodista normando abad Esther Auguste Bouquerel (1855-1923). Lo más probable es que él mismo fuese el autor.
En enero de 1913, el canónigo Louis Boissey (f. 1932) la publicó en los Annales de Notre Dame de Paix (Tinchebray), citando como origen La Clochette.
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Hoy en día hay cerca de 100 versiones diferentes en francés del texto de la oración, y muchas más versiones en inglés. La oración fue musicalizada por más de un centenar de compositores diferentes. Fue citada por decenas de personalidades, incluyendo el papa Juan Pablo II —quien se la dirigió al primer ministro y a los miembros del Parlamento australiano— la princesa Diana de Gales, y Dom Hélder Câmara.
La Madre Teresa de Calcuta usó esa oración para enseñar a rezar a las monjas de su congregación. Además, fue comentada por varios autores como Giuseppe Lanza del Vasto y el ex fraile brasileño Leonardo Boff. Indira Gandhi se refirió a ella como la «hermosa y querida oración de San Francisco».
La oración está integrada en el programa de «los doce pasos» de recuperación del alcoholismo por parte de Alcohólicos Anónimos.
La siguiente es la primera versión que se ha encontrado (en la revista parisina La Clochette, n.º 12, diciembre de 1912, pág. 285, en idioma francés):
- Seigneur, faites de moi un instrument de votre paix.
- Là où il y a de la haine, que je mette l’amour.
- Là où il y a l’offense, que je mette le pardon.
- Là où il y a la discorde, que je mette l’union.
- Là où il y a l’erreur, que je mette la vérité.
- Là où il y a le doute, que je mette la foi.
- Là où il y a le désespoir, que je mette l’espérance.
- Là où il y a les ténèbres, que je mette votre lumière.
- Là où il y a la tristesse, que je mette la joie.
- Ô Maître, que je ne cherche pas tant à être consolé qu’à consoler,
- à être compris qu’à comprendre,
- à être aimé qu’à aimer,
- car c’est en donnant qu’on reçoit,
- c’est en s’oubliant qu’on trouve,
- c’est en pardonnant qu’on est pardonné,
- c’est en mourant qu’on ressuscite à l’éternelle vie.
Señor, hazme un instrumento de tu paz;
Donde haya odio, ponga amor;
Donde hay ofensa, ponga perdón;
Donde haya odio, ponga amor;
Donde hay ofensa, ponga perdón;
Donde hay duda, fe;
Donde hay desesperanza, esperanza;
Donde hay tinieblas, luz;
Donde hay tristeza, alegría.
Donde hay desesperanza, esperanza;
Donde hay tinieblas, luz;
Donde hay tristeza, alegría.
Oh Divino Maestro,
Que no busque yo tanto.
Ser consolado como consolar.
Ser comprendido como comprender.
Ser amado como amar.
Porque dando se recibe.
Perdonando se es perdonado.
Y muriendo a si mismo
Se nace a la vida eterna.
Que no busque yo tanto.
Ser consolado como consolar.
Ser comprendido como comprender.
Ser amado como amar.
Porque dando se recibe.
Perdonando se es perdonado.
Y muriendo a si mismo
Se nace a la vida eterna.
San Francisco de Asís
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
CAPÍTULO 6
9 Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
10 venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
11 Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
12 y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
13 y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
14 Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
15 pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
16 Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
17 Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
18 para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
19 No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
20 Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
22 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
23 pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
24 Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
25 Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
26 Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
27 Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
28 Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
29 Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
31 No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
33 Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
34 Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.
10 venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
11 Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
12 y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
13 y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
14 Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
15 pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
16 Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
17 Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
18 para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
19 No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
20 Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
22 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
23 pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
24 Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
25 Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
26 Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
27 Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
28 Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
29 Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
31 No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
33 Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
34 Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.
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Namasté