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sábado, 7 de abril de 2018

II - ¡TENGO HAMBRE! - serie familiar (cap. II)

SER+POSITIVO



En estos difíciles momentos que estoy pasando, siempre recuerdo una frase que a veces se nos ocurría decir cuando éramos niños: “tengo hambre”... y la decíamos más que por su verdadera connotación o significado literal de SENTIR HAMBRE... la decíamos por aburrimiento, por fastidiar o para hacernos notar por nuestros padres o por las empleadas que nos atendían.

Autopista Francisco Fajardo – Caracas 1960

Debo mencionar que me encuentro cercano a completar mi sexta década de existencia, es decir que al mencionar mi infancia estoy hablando de una Venezuela en los años '60 y ‘70 del siglo pasado, o sea de la época de la “Venezuela Saudita”, estoy hablando de un país diametralmente opuesto al que tenemos actualmente; era un país pujante, en crecimiento, unos decían que en “vías de desarrollo”, con una moneda fuerte, con una economía en marcha y sana, con un aparato productivo y un parque industrial activos, un gran auge en la construcción, era un país modelo para otras naciones latinoamericanas, un país emergente de oportunidades, donde venían inmigrantes de los más diversos lugares del mundo buscando en nuestra tierra una oportunidad para rehacer sus vidas y para echar raíces en este paraíso terrenal de América latina. También había sectores de la población que tenían pobreza y necesidades, siempre los hubo como en cualquier lugar del mundo, pero había una expectativa de vida positiva, una esperanza de un futuro mejor, la capacidad de poder superarse y la posibilidad de solucionar los problemas en base al esfuerzo propio, a la capacitación y al trabajo.

Calle Real de Sabana Grande años ‘60
Vengo de una familia caraqueña por su lugar de domicilio y netamente andina por el lugar de nacimiento de mis progenitores Víctor Manuel y Julia Teresa quienes decidieron unir sus vidas en santo matrimonio, en la ciudad de Caracas, un 1ero. de marzo de 1958.
Mi Padre: Víctor Manuel Torres Torres (1932), profesional militar, administrador y ganadero exitoso, que viniendo de una modesta familia andina (merideña), hijo de Don Hildebrando Torres Carrillo maestro de escuela y doña María Inocencia Torres Guillén ama de casa quién falleció muy joven cuando papá era apenas un niño de unos 7 años, por lo que prácticamente fue criado por sus hermanas mayores y debió luchar duro desde temprana edad, trasladándose a Caracas para ingresar a la vida militar y logró labrarse a fuerza de estudio, arduo trabajo y algo de suerte una respetada posición social y una holgada situación económica.

Julia Teresa y Víctor Manuel años ‘60
Junko Country Club

Mi abnegada madre: Julia Teresa van Grieken Landaeta (1931-2011), ama de casa de origen andino (tachirense), rica de cuna; hija de Doña René “Renecita” Landaeta Manucci (quién a su vez fue la única hija del Gral. Lope Landaeta, insigne General del siglo XIX y de Doña René Manucci de ascendencia italiana) y Don Federico van Grieken, militar, bohemio y aventurero falconiano descendiente de inmigrante holandés; Mamá nació en una familia pudiente de hacendados cafetaleros de Rubio, edo. Táchira de comienzos del siglo XX, dueños de grandes haciendas exportadoras de café: La Renecita, La Alquitrana entre otras; Federico y Renecita (como le decían a mi abuela) tuvieron cuatro hijas y Julia (mamá) fue la segunda de ellas, siendo Josefina la mayor de las hermanas y luego de mamá vinieron Gladys y Nelly.
Ellas disfrutaron de una muy buena situación económica en su niñez e infancia, pero con el tiempo venida a menos por los avatares de la vida.

Gral. Lope Landaeta
Bisabuelo Materno (papá abuela René)

D.H.C. van Grieken – Papá Viejo
Bisabuelo Materno (papá abuelo Federico)


En mi caso tuve la dicha y suerte de haber nacido y sido criado en una familia de clase media, con una posición económica estable, sin conocer limitaciones económicas. Como siempre decía papá “fui criado como un niño rico”

Nací en Caracas, en la clínica Luis Razetti, un 11 de Agosto de 1959, fui el primero de tres hermanos. Vine al mundo "ochomesino" (prematuro de ocho meses de gestación) y cianótico (síndrome de distrés respiratorio), pesando menos de 2 kgs., lo cual hizo que tuviese que pasar el primer mes de vida en una incubadora y con todos los cuidados médicos requeridos por un neonato con esas condiciones en esa época del siglo pasado.

Don Hildebrando Torres Carrillo
Abuelo Paterno
Mamá Julia Teresa y Víctor Federico
1959
Realmente no era muy alto el porcentaje de sobrevivencia para un bebé en esas condiciones en aquella época y así lo evidencia el caso del tercer hijo de John F. Kennedy y Jacqueline Bouvier Kennedy, llamado Patrick, quién nació unos años después (1963), con las mismas condiciones que
nací yo, prematuro de ocho meses y con síndrome de distrés respiratorio; sin embargo falleció a los dos días de nacido, con todos los cuidados y asistencia médica que pudieron brindarle a un descendiente de la pareja presidencial del país más poderoso del mundo y a su vez pertenecientes al conocido y adinerado clan Kennedy.
Este recuerdo me hace recapacitar sobre la enorme Fe de mi querida madre Julia Teresa en el Dr. José Gregorio Hernández, así como a la positiva intervención milagrosa y divina de parte del Siervo de Dios (para mí Santo) a quién mamá encomendó con devoción y fe mi vida y cuidado, logrando así salir del difícil trance, con lo que yo considero fue un milagro del Dr. José Gregorio Hernández, y por lo que mamá decidió bautizarme con tres nombres: Víctor Federico Gregorio, esté último en honor al milagroso médico y siervo de Dios. Todo esto aunado a los amorosos y rigurosos cuidados que me brindó mi querida progenitora en esos primeros días de vida: un mes en incubadora, atendido por los mejores médicos de la clínica Razetti, el cuidado de una enfermera privada durante esos primeros meses, sus oraciones y peticiones (felizmente escuchadas) por la vida de su primogénito, permitieron mi sobrevivencia en esas adversas condiciones de mi nacimiento.

Sepultura del Dr. José Gregorio Hernández
En la Iglesia de La Candelaria en Caracas

Yo formé parte de un núcleo familiar de cinco integrantes, Papá, Mamá y dos hermanos, mi hermano Julio César (1961), mi hermana Elizabeth Coromoto (1964) y yo Víctor Federico Gregorio (1959), también nació otra hermanita, que falleció a las pocas horas (o días) de nacida y que bautizaron Soraya René. De esto conservo pocos recuerdos pues apenas yo tendría unos seis (6) años cuando esto sucedió. Solo tengo memoria que fue bautizada en la misma clínica por el sacerdote que acudió por solicitud de mis padres.

Familia Torres van Grieken - año 1964

Crecí en un entorno económicamente próspero, sin conocer (gracias a Dios) ningún tipo de limitaciones económicas, acostumbrado a vivir en medio de una bonanza económica, en buenas casas, con todas las comodidades, rodeado de un “staff” de empleadas a nuestra disposición: cocinera, servicio de adentro, niñeras... donde se comía hasta cinco veces al
día, con la cantidad de comensales que se encontrarán en nuestra casa para el momento de la comida, familiares, amigos, empleados… sin restricciones; se comía desayuno, media-mañana, opulentos almuerzos, merienda (a la carta), cena... donde disponíamos de una alacena siempre repleta de comida, galletas, dulces, delicateses y demás chucherías... de una nevera de 22' siempre llena de carne, pollo, frutas, refrescos, helados, charcutería y quesos, dulces, un bodegón con todo tipo de licores, es decir un aprovisionamiento que haría languidecer a muchos negocios de la Venezuela del año 2017.

Víctor Federico

Primera Comunión
Años 1965 - 67

 A veces me avergüenza hoy en día, recordar esos días de opulencia de mi lejana infancia y que yo consideraba como algo muy normal en mi ingenua mente de niño pequeño burgués, pues por haber vivido siempre en ese entorno, veía como algo normal el tener cubiertas todas nuestras necesidades básicas (y no básicas).
He llegado a pensar en estos difíciles momentos por los que atravieso, que tengo merecido el probar la "otra cara de la moneda" es decir el hambre y la miseria, las carencias y necesidades no cubiertas en que me encuentro actualmente...

QUINTA ELIZABETH COROMOTO – URB. LA LOIRA
EL PARAÍSO - CARACAS

 En mi infancia me acostumbré a vivir en una buena quinta en una buena urbanización de El Paraíso en Caracas, disfrutar de comida en abundancia, tener siempre ropa nueva y a la moda, estudiar en buenos colegios privados, éramos socios de clubes privados: Playa Grande Yachting Club, Junko Country Club, Círculo Militar, Club Paso Fino, teníamos apartamento de lujo en la playa, una extensa finca con caballos y ganado en los llanos guariqueños, solíamos viajar al exterior un par de veces al año, teniendo la dicha de conocer hermosos lugares, acostumbrado a tener vehículos familiares de lujo (dos Mercedes Benz), camionetas, jeeps y pick-up (para la finca) y siempre de años recientes, tener siempre perros de raza como mascotas, así como los juguetes de moda que se nos antojaban, muñecos de soldados G.I. Joe, astronautas, super héroes y vaqueros, estaciones espaciales, fuertes apaches, Lego, Mecano, patines, patinetas, triciclos, carros eléctricos, bicicletas, balones, canasta de basketball, equipo de beisbol, equipo de buceo, de pesca, balsas y colchones inflables, rifles y pistolas de aire (flover), raquetas de tenis, mesa de ping pong, pistas de carritos eléctricos, telescopios, microscopio, juegos de mesa y pare de contar… lo cual convertía a nuestra casa en el lugar preferido de nuestros amigos de infancia y adolescencia, luego vinieron mini-motos, motos, caballos de paso, mi primer Toyota Land Crusier full equipo a los 17 años como regalo de pre-graduación...

Realmente yo era un privilegiado de nuestra sociedad y parecía no estar consciente de tales beneficios por verlos como algo inherente a la condición de ser “hijo de Julia y Víctor Manuel” o por ser “miembro de la familia Torres van Grieken”...

Por decirlo en las palabras actuales (2011) de mi papá: “yo fui criado como un niño rico… pero ya no soy ni niño ni rico”
(y yo le agrego hoy en día (2017): ahora soy viejo y pobre)

Volviendo al título de estas líneas, era necesario realizar esta acotación sobre mi infancia para entender lo absurdo y sin sentido que un niño con el perfil descrito pudiese decir: “¡¡¡¡Tengo hambre!!!!”

Pero lo cierto es que mi hermano menor Julio César y yo lanzábamos esa frase producto quizás del aburrimiento o tal vez (pienso hoy) del exceso de atenciones que nos prodigaban nuestros progenitores y la servidumbre encargada de atendernos.

El caso es que nuestro papá, quién como mencioné provenía de una humilde familia merideña, que había quedado huérfano de madre (mi abuela paterna Ma. Inocencia Torres) a muy temprana edad, con un Padre (mi abuelo paterno Don Hildebrando Torres Carrillo) que era un humilde maestro de escuela y había enviudado con nueve hijos...

Papá si estaba muy consciente que había una vida muy dura y diferente a la que yo estaba acostumbrado, y aunque él había logrado superarse y alcanzar su actual posición económica, nunca dejaba de recordar sus duros y difíciles años de infancia.

Cuando decíamos “tengo hambre” él se nos quedaba mirando con la seriedad que le caracteriza y nos decía de manera determinante:

“Ustedes no saben lo que es tener hambre”...
“Ustedes no saben lo que significa esa palabra”...

Y comenzaba a contarnos partes de su infancia merideña, esa parte de su vida que nosotros no conocíamos, y lo que verdaderamente significaba la expresión: ¡¡¡¡TENER HAMBRE!!!!

Siempre recuerdo una anécdota que solía contarnos de su niñez, cuando lo único que tenían un día para comer era plátano sancochado, y un hermano suyo (el tío Marcial que murió siendo un niño tal vez de tuberculosis) le decía que no masticara el plátano: “Víctor no lo mastique, trágueselo entero para que sienta como si comió bastante”...

Nosotros lo escuchábamos con atención pero sorprendidos y siempre nos quedaba la duda si tal vez aquello que papá nos contaba solo se trataba de una fábula “didáctica y pedagógica” para enseñarnos el verdadero valor de las cosas en la vida.
Ahora que tengo la edad y un cúmulo de vivencias que me dan otra perspectiva de la vida, puedo entender que papá tenía toda la razón y que nosotros nunca supimos lo que significaba realmente “tener hambre” y que aquella frase de nuestra lejana niñez no era más que una expresión desatinada de un par de niños aburridos de tenerlo todo.

Recordando otras anécdotas familiares, cuando llegaba el inicio de un nuevo año escolar y le presentábamos nuestras interminables listas de libros y útiles escolares que debían comprarnos, solía contarnos que sus primeros cuadernos eran hechos con los recortes del papel periódico que desechaban en la imprenta y ellos lo recolectaban, lo cosían para pegarlos y hacer una especie de libreta. También nos contaba como recolectaba botellas viejas de vidrio para venderlas y así colaborar con la menguada economía familiar.

Las anécdotas del lado materno eran diferentes, nos contaban sobre como mi abuela había viajado en barco a Curacao y a Europa siendo una pequeña niña de comienzos del siglo XX, toda una odisea para la época, también comentaban sobre sus viajes vacacionales familiares a “temperar” en unas aguas termales o sus visitas a la cercana Cúcuta y Pamplona, o sobre los recuerdos de como salían los costales (sacos) de café para exportar a Europa con un rótulo que decía "La Renecita Only Export” y sobre el gran movimiento de personas y empleados en torno a las actividades en las Haciendas, el manejo de grandes cantidades de “Morocotas” que eran monedas de oro de $ 20 que circulaban en esa época como moneda de circulación normal y muy apreciada por su valor nominal y por su valor como pieza del valioso mineral aurífero.

Dra. Josefina van Grieken Landaeta (1926-2015)

La hermana mayor de mi Mamá, mí querida Tía-Madrina Josefina van Grieken Landaeta (1926-2015) solía comentarnos una anécdota que siempre recuerdo:
-como ellas eran cuatro niñas, las cuidaban en exceso y las "resguardaban" en su casa a las 06:00 pm para protegerlas del sereno nocturno; el caso es que no conocían la oscuridad de la noche. Hasta que en una oportunidad cuando tenía como doce años, tuvo la osadía de salirse de su cuarto, abrir las puertas y desde el patio interno pudo ver el anochecer, quedando extasiada con la luna y las estrellas. Había sido su “encuentro” con la noche, había conocido La Noche...”
Mi Mamá también comentaba que mi abuela René para evitar que “las niñas” (ella y sus tres hermanitas) salieran a la calle, les contrató una maestra privada, la Srta. Rosita, quién en una especie de colegio dentro de su casa, les impartió sus primeras letras y nociones elementales. Más tarde al crecer irían al colegio de las monjas en su natal Rubio.

General Vincenzo Pérez Soto

La anécdota preferida de mi mamá era recordar que cuando mi abuelo Federico fue comandante de la policía de Barquisimeto (1935), un día conversaba este en la puerta de su casa con el Presidente del estado Lara para ese entonces, el temible General Vincenzo Pérez Soto: destacan en su trayectoria política el ejercicio de la Presidencia en varios Estados del país, a saber: Apure (1918 – 1921); Bolívar (1921 – 1923); Trujillo (1924 – 1926); Zulia (1926); Lara (1935); en ese entonces era Presidente del estado Lara.

Poca cosa el personaje verdad… y ella con apenas unos cuatro añitos de edad, sentada en una ventana contigua a la entrada, le había rayado toda la pajilla (sombrero) sin que este sagaz militar se diese cuenta de lo ocurrido… o sea podría interpretarse como que: una pequeña niña había burlado a uno de los más temibles hombres de la dictadura de Juan Vicente Gómez… ¡¡¡ jejeje !!! 

Es decir que las anécdotas (y mis ancestros) familiares se situaban en los dos extremos del espectro social y económico. Extremos que sin imaginármelo se repetirían en mi vida de manera inexorable e implacable.


Aprendí que mi querido papá, quién hoy en día se encuentra lleno de vida y de salud a sus 85 años de feliz existencia, tenía mucha razón cuando me decía de niño que “yo no sabía lo que era tener hambre”...

Por decirlo en las propias palabras de mi papá: “yo fui criado como un niño rico pero ya no soy ni niño ni rico", (y yo le agrego hoy en día: ahora soy viejo y pobre”...)

Es muy cierto, viejo y pobre... y ahora SI lo sé muy bien... ahora sé lo que es “sentir hambre” y lo que es “TENER HAMBRE” y no tener nada para aplacar los “rugidos del estómago y el intestino” (o borborigmos).
No quiero seguir tratando de “ocultar el sol con un dedo”... y por eso quiero gritar a todo pulmón, desde lo más profundo de mi corazón (o de mi estómago):

¡¡¡TENGO HAMBRE!!!
¡¡¡Y ESTOY CANSADO DE TODA ESTA MIERDA!!!

LA DEPRESIÓN VENCIDA...
Si deseas ver un corto video sobre La Depresión en este mismo Blog, aquí te dejo este Link: http://victorresvg.blogspot.com/2012/07/no-estas-deprimido-estas-distraido.html


Entonces pienso en todos esos niños venezolanos que están creciendo en este país desabastecido y empobrecido, que no tienen acceso a una alimentación variada y balanceada, pienso en todos esos adultos mayores que después de haber entregado toda su vida al servicio de su país, ahora mueren de mengua por la falta o carencia de algún medicamento imprescindible para tener calidad de vida o incluso para poder conservar la vida misma. Así que puedo concluir que solo soy un insignificante granito de arena en este desierto de miseria y desolación, que ya no tiene sentido seguir viviendo en el medio de todo este bochornoso y patético escenario en que me encuentro, tanto en mi entorno más cercano, me refiero al familiar, por darle un nombre, como el entorno macro, al país en que habito, un país devastado, quebrado, anarquizado, dirigido por unos gobernantes incapaces que están rodeados por una pandilla de delincuentes y forajidos uniformados, asesorados por unos comunistas trasnochados y para colmo con una oposición igualmente incapaz, cómplice y genuflexa.

(continuará en próximas entregas...)

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Namasté