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jueves, 3 de noviembre de 2016

Los ordenadores y los seres humanos, ¿un mundo feliz?


Uno lee a @edans, aunque presentado por humanos y no por Twitter sería el excelentísimo profesor don Enrique Dans (son el mismo, aunque no lo parezca) y la tecnología se entiende fácilmente, de hecho, pienso de una manera similar a la suya en muchos temas, no porque eso importe sino por mostrar que no soy persona proclive a pelearme con la tecnología, más bien suelo sacar de ella lo que puedo, sin histerismos ni a favor ni en contra, pero he de reconocer (y creo que tú también) que muchas veces es malévola...

Yo he trabajado once años en empresas tecnológicas. Primero en Alcatel: radio, conmutación, transmisión, cableado… hasta ahí todo bien. Me tuve que dedicar 4 o 5 meses a estudiar y entender lo que iba a “vender” y me pasé otros muchos meses haciendo miles de preguntas hasta que me sentí cómoda y sabía si, en un determinado pueblo de Colombia en el que íbamos a instalar teléfonos, hacía falta una RSU o una SSL (nombres técnicos de centrales telefónicas). Cuando había problemas y una placa se estropeaba, hacíamos swap: quitas una, pones otra y listo.

De ahí, me dejé seducir por una empresa de software. Y sí, ¡con el software hemos topado!

No sé si sabéis que en cualquier coche pequeño hay más software que en el Apolo XXIII.

Por más que estudiaba, por más que conociera las plataformas, los sistemas operativos, qué era un SLA o un MTBF, un proxy, un firewall, cómo era la programación en C++, Java o Visual Basic, por más que fuera la persona del área comercial que con más propiedad podía hablar de los temas técnicos, los ingenieros siempre se las arreglaban para que sonara a chino y para despistarme con jerga incomprensible (para mí) que justificaba errores y caídas de servicio que en otros sectores eran impensables.

¡Cuántas veces he llamado a los técnicos de soporte y su única herramienta era encender y apagar!

A veces pienso que el Software tiene algo de divino o sobrenatural, es todo y es nada, son caminos, alternativas, está en todo y sigue siendo nada, pero es una jodienda relacionarte con él. ¿Me estaré haciendo vieja? Lo pongo entre interrogantes, pero en realidad se trata de un eufemismo. ¡Pues claro! Cada día, yo y todos, pero estoy todavía, por poco, en la cuarentena. Llevo más de 20 años de mi vida trabajando en y con la tecnología y me sigue desesperando.

En tres días, en mi entorno, han sucedido las siguientes cosas:
A alguien se le ha roto el móvil y se ha quedado descolocado
Nos han pasado una presentación por Wetransfer y se corrompió y los vídeos no cargaban
Mi ordenador, en el momento más inoportuno, le da por actualizarse, el muy malparido, y se pasa veinte minutos haciendo el gil (o sus cosas), mientras yo, cabreada, deslizo un lápiz de mentira sobre una pantalla que en cualquier momento me va a dejar tirada y, aunque resulte comodísimo porque archivo cada cosa en su lugar, me estoy pensando muy seriamente mandarlo al garete, o a tomar por saco, (cada uno que elija la expresión que más le guste, yo, obviamente, me quedo con la segunda o no la habría puesto, de hecho la he suavizado un poquito antes de publicarlo) y volver al bolígrafo de tinta y al cuaderno de papel. Mientras despotrico sobre él, mi ordenador sigue dibujando circulitos en la pantalla azul…
Traté de editar un vídeo y me pasé un día descargándome programas, lo mismo me sucedió con un audio al que quería poner música de fondo.
El mouse pad de mi portátil ha dejado de reaccionar al contacto de mis dedos y ando cargando un ratón de cablecito por todos lados. ¿Cómo lo llevo a arreglar y me quedo 15 días sin él?

Cada paso que doy, son dos para adelante y al menos dos horas tiradas. ¿Será para dar trabajo a personas que tampoco saben muy bien de qué va la vaina, aunque entiendan el lenguaje máquina un poco mejor que los demás?

Llevo tanto tiempo pensando en “retirarme” de esto, que me da miedo hasta decirlo, porque ¿qué hace uno sin Smartphone? ¿sin ordenador? ¿Sin IA, IOT, nanotecnología y un largo etcétera?

Miro al gilipollas este, que lleva ya más de veinte minutos “meditando” con su preciosa pantalla azul y el circulito que dice 90% completado, NO apague el equipo, y pienso, “debería mandarlo a la mierda” y luego me digo, ¿y mañana qué hago sin él? ¿Cómo paso la factura del trabajo que he realizado con esmero, cariño y gusto, cómo hablo con mi hija que está fuera? ¿Cómo publico estas humildes letras que pretenden conectar con vuestra propia desesperación?

De verdad, de verdad, de verdad que un día de estos me jubilo de las máquinas, o de esta vida dependiente que no sé si es vida y que me recuerda en gran medida a El proceso de Kafka, siendo yo ese K. perdido en la inmensidad incomprensible, en este caso no de la burocracia y las decisiones humanas, sino del software y las decisiones de las máquinas.

Seguiré leyendo a edans, o Enrique para los amigos, a ver si me contagia un poco de su optimismo tecnológico, pero cada vez tengo más la sensación de que Huxley y Orwell fueron los Verne de la actualidad y, a la velocidad que va todo, créeme, estaremos todos aquí para verlo.

También seguiré aplicando la medicina tecnológica por excelencia: apaga y enciende, déjale que termine sus procesos y reinicia, en fin, relaciónate como puedas con esos seres incomprensibles y esquivos, igualitos a los seres humanos. Nos hemos creído que fabricábamos máquinas perfectas y, finalmente, solo hemos alcanzado a hacerlo como Dios, (que cada uno rellene esta palabra con el significado que desee), insignificantes aparatos limitados y llenos de fallos, a imagen y semejanza nuestra.
Por: Natalia Gomez Del Pozuelo


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