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El escritor y periodista colombiano, Nobel de Literatura
en 1982, situó la prosa hispanoamericana en la vanguardia mundial con la
publicación en 1967 de ‘Cien años de soledad’
Gabriel José de la Concordia García Márquez el creador de obras clásicas e
imprescindibles como Cien años de soledad, El
coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca, Crónica
de una muerte anunciada y El amor en los tiempos del cólera se
encuentra en el olimpo de la literatura universal por su manejo de las palabras
y su capacidad descriptiva, a medio camino entre la fantasía, la realidad, el
sueño, el mito y el deseo.
Este autor universal, protagonista y máximo exponente del
interés del mundo por la literatura hispanoamericana, contribuyó de manera
decisiva a la proyección de numerosos escritores de gran calidad pero
desconocidos hasta entonces en Hispanoamérica.
Desde su nacimiento las palabras lo marcaron, ya que su
nombre debería haber sido Olegario guiándose por la tradición del santoral,
pero un parto difícil y un cordón umbilical enrollado al cuello y que lo puso
en serios aprietos, acabó con el nombre por impulso de Gabriel José: el primero
en honor del padre y el segundo por el patrono de la localidad natal,
Aracataca.
EL MAGO DE ARACATACA (1927-2014)
Tal día como hoy, el
6 de marzo de 1927, nació Gabriel José García Márquez, quien
después se convertiría en Gabo para los amigos y admiradores.
Fue el mayor de 11 hermanos, pero en realidad fue el nieto de Tranquilina
Iguarán Cotes y el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía, los abuelos maternos
con quienes se crió desde los 5 hasta los 9 años, una infancia cargada de
historias, fábulas e ir al cine y al circo.
El pequeño Gabriel aprendió a escribir a los cinco años en
el colegio Montessori de Aracataca gracias a la joven profesora Rosa Elena
Fergusson, de quien años después reconoció que se había enamorado y que por eso
le gustaba ir al colegio. Fue ella quien le inculcó la puntualidad y el hábito
de escribir directamente en las cuartillas, sin borrador.
Cuando murió su abuelo en 1936, García Márquez se
reencontró con sus padres en Sucre, donde estaban trabajando, el padre en una
farmacia que abrió a pesar de ser telegrafista y su madre cuidando del resto de
la prole que aumentaba cada año.
A los 10 años ya escribía versos humorísticos y a los 13,
gracias a una beca, ingresó en el internado del Liceo Nacional de Zipaquirá,
donde le cogió pánico al frío. Fue esa infancia llena de aventuras, fábulas e
historias contadas por los abuelos y sus tías la que sentaron las bases de su
composición más célebre, Cien años de soledad.
En esos años tuvo como profesor de literatura a Carlos Julio
Calderón Hermida, a quien en 1955, cuando publicó La hojarasca, le escribió
esta dedicatoria: “A mi profesor Carlos Julio Calderón Hermida, a quien se le
metió en la cabeza esa vaina de que yo escribiera”. Antes de que le concedieran
el Nobel, García Márquez, declaró en la columna periodística que
escribía y que publicaban más de una docena de diarios en el país colombiano
que Calderón Hermida era “el profesor ideal de Literatura”.
Tras acabar los estudios con muy buenas calificaciones y
presionado por sus padres, García Márquez se trasladó a Bogotá para estudiar
Derecho en la Universidad Nacional, aunque sin demasiado interés. Lo que sí
aprovechó el joven Gabo fue el tiempo para hacer buena amistad con el médico y
escritor Manuel Zapata Olivella, lo que le permitió acceder al periodismo y
comenzar sus colaboraciones en el nuevo periódico liberal El Universal.
En Barranquilla, a principios de los años 40 comenzó a
gestarse un grupo de amigos de la literatura que se llamó el Grupo de
Barranquilla, cuyo líder era Ramón Vinyes, dueño de una librería en la que se
vendía lo mejor de la literatura española, italiana, francesa e inglesa.
Gabriel García Márquez se vinculó a ese grupo. Al principio viajaba desde
Cartagena a Barranquilla cada vez que podía, pero después, gracias a una
neumonía que le obligó a recluirse en Sucre, cambió su trabajo en El
Universal por una columna diaria en El Heraldo de Barranquilla,
que apareció a partir de enero de 1950 bajo el encabezado de La jirafa y
firmada por Septimus.
Pero el estilo de Gabriel García
Márquez ya estaba claro: nunca fue un crítico, ni un teórico
literario, sino que siempre prefirió contar historias. Leyó a los grandes
escritores rusos, ingleses y norteamericanos, y perfeccionó su estilo de
periodista, aunque su vida bohemia y de locura con los compañeros de redacción
tuviera que alternarla con vivir en pensiones de mala muerte y muchas veces sin
dinero para pagar la noche.
A principios de los años 50, cuando ya tenía muy adelantada
su primera novela, titulada entonces La casa, García Márquez
acompañó a su madre a Aracataca con el objetivo de vender la vieja casa en
donde se había criado. Fue entonces cuando comprendió que estaba escribiendo
una novela falsa, pues su pueblo no era ni una sombra de lo que había conocido
en su niñez, así que a la obra le cambió el título por La hojarasca y
el pueblo ya no fue Aracataca, sino Macondo en honor a los corpulentos árboles
comunes en la región, que alcanzan una altura de entre 30 y 40 metros.
En 1955 Gabriel García
Márquez ganó el primer premio en el concurso de la Asociación de
Escritores y Artistas. También publicó La hojarasca y un
extenso reportaje por entregas, Relato de un náufrago, que fue
censurado. La dirección del periódico en el que trabajaba decidió en ese
momento enviarlo de corresponsal a Ginebra y luego a Roma, donde aparentemente
el papa Pío XII agonizaba. En total, Gabo estuvo tres años fuera de Colombia.
Vivió una larga temporada en París, y recorrió Polonia y Hungría, la República
Democrática Alemana, Checoslovaquia y la Unión Soviética. Continuó como
corresponsal de El Espectador, aunque en condiciones cada vez
más precarias y, aunque escribió dos novelas, El
coronel no tiene quien le escriba y La mala hora,
vivía esperando el envío mensual de su periódico, pero que cada vez se
retrasaba más.
En marzo de 1958 contrajo matrimonio en Barranquilla con
Mercedes Barchay tuvieron dos hijos: Rodrigo (1959) y Gonzalo (1962). Gabriel
García Márquez cada vez tenía más responsabilidades y menos tiempo para
escribir, pero a pesar de ello, su cuento Un día después del sábado resultó
también premiado.
A partir de ahí su vida fue un continuo cúmulo de noticias,
nombramientos y viajes: en 1959 fue nombrado director de la recién creada
agencia de noticias cubana Prensa Latina. En 1960 vivió seis meses en Cuba y al
año siguiente fue trasladado a Nueva York, pero tuvo grandes problemas con los
exiliados cubanos y finalmente renunció. Después se fue a vivir a México y ya
no pudo volver a Estados Unidos, al negarle el visado por ser acusado de
comunista, hasta que la Universidad de Columbia le otorgó el título de doctor
honoris causa en 1971.
Gabriel García Márquez
en la puerta de su domicilio durante su último cumpleaños ATLAS
Pero su consagración como escritor comenzó un día de 1966
cuando se dirigía desde Ciudad de México al balneario de Acapulco. En ese
trayecto Gabriel García Márquez tuvo la visión de la novela
que había dado vueltas en su cabeza durante diecisiete años. Ahí fue cuando
decidió que era el momento y se sentó a la máquina de escribir trabajando sin
descanso ocho horas diarias durante dieciocho meses seguidos.
En 1967 apareció el resultado: Cien
años de soledad, en la que Márquez edifica y dota de vida al pueblo
mítico de Macondo y
a la legendaria estirpe de los Buendía: un territorio imaginario donde lo inverosímil
y mágico no es menos real que lo cotidiano y lógico. Así es como se describe el
postulado básico de lo que después sería conocido como realismo mágico y que
constituye una síntesis novelada de la historia de las tierras latinoamericanas
que, en el fondo, es también la parábola de cualquier civilización, de su
nacimiento a su ocaso.
Durante las siguientes décadas, en medio del éxito y el
reclamo periodístico, Gabriel García Márquez escribió
cinco novelas más y se publicarían tres volúmenes de cuentos y dos relatos, así
como importantes recopilaciones de su producción periodística y narrativa.
Publicó la que, en sus propias palabras, constituiría su novela
preferida: El otoño del patriarca (1975), al que seguiría el
libro de cuentos La increíble historia de la cándida Eréndira y de su
abuela desalmada (1977), Crónica de una muerte anunciada (1981)
y, con posterioridad, El amor en los tiempos del cólera (1987).
Pero no solo sus novelas experimentaron la progresión y
madurez como escritor, sino que la profesionalización también llegó a los
elementos de su escritura, ya que reanudó sus colaboraciones en El
Espectador y cambió la máquina de escribir por el ordenador. Su
esposa, Mercedes Barcha, siempre colocaba un ramo de rosas amarillas en su mesa
de trabajo al considerarlas de buena suerte y un autorretrato que le regaló
Alejandro Obregón presidía su estudio.
En la madrugada del 21 de octubre de 1982, Gabriel
García Márquez recibió la noticia que hacía tiempo que siempre
esperaba por esas fechas: la Academia Sueca le había otorgado el ansiado
premio Nobel de
Literatura. Después se supo que en la terna final el galardón estuvo entre
el colombiano, el novelista británico Graham Greene y el alemán Günter Grass.
En aquella época se hallaba exiliado en México porque querían hacerlo
prisionero en su país y tuvo que huir, pero el premio fue un acontecimiento
cultural en Colombia y en toda América.
Desde que recibió el galardón su vida ya no fue la misma por
el asedio de periodistas y medios de comunicación, así que, en marzo de 1983
Gabo regresó a Colombia y se fue a vivir a Cartagena con su madre.
Tras algunos años de silencio, en 2002 García Márquez
presentó la primera parte de sus memorias, Vivir para contarla, en
la que repasa los primeros treinta años de su vida. En 2004 vio la luz la que
iba a ser su última novela, Memorias de mis putas tristes. En
2007 recibió multitudinarios homenajes desde todas las partes del mundo por un
triple motivo: sus 80 años, el 40 aniversario de la publicación de Cien
años de soledad y el 25 de la concesión del Nobel.
Gabriel
García Márquez falleció el 17 de
abril de 2014 en Ciudad de México tras una recaída en el cáncer
linfático que padecía desde 1999. El mundo entero lloró la desaparición del
mago de las palabras cuyas descripciones eran pura poesía sin haber escrito
apenas versos en su vida.
Gabo, el malabarista de la narración, siempre tuvo claro lo
que habría sido de no haberse dedicado a escribir, y así se lo contó a su
hermano en una ocasión: “Todo estaba en penumbra, un hombre tocaba piano en la
sombra, y los pocos clientes que había eran parejas de enamorados. Esa tarde
supe que si no fuera escritor, hubiera querido ser el hombre que tocaba el
piano sin que nadie le viera la cara, solo para que los enamorados se quisieran
más”.
GARCÍA
MÁRQUEZ DESVELA TODOS SUS SECRETOS
Gabriel García Márquez y Pablo Neruda en Normandía,
Francia. De 'Amigos (álbum rojo), 1950s-1990s', fotógrafo desconocido. CORTESÍA
DEL HARRY RANSOM CENTER
POR: ALBERTO LÓPEZ
6 MAR 2018
BONUS TRACK
MACONDO MARIPOSAS
AMARILLAS MAURICIO BABILONIA
FUENTE: https://youtu.be/jl4WtilMpGU
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Namasté