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miércoles, 22 de agosto de 2012

"Estoy planeado y protegido de forma divina."

                                                 

El Rugido
Un bebé león estaba jugando solo en la jungla mientras su mamá tomaba una siesta cerca de el.  Como varios objetos atrajeron su atención, el pequeño se aventuró más y más lejos de la seguridad de su mamá, explorando de manera juguetona el mundo a su alrededor. Antes de darse cuenta, se había alejado tanto que no podía encontrar su camino de regreso; estaba perdido.
                                              

Muy asustado, el leoncito corría frenéticamente en todas las direcciones, gritándole a su mamá, quien se encontraba tan lejos que no podía escuchar el llanto de su hijo y por lo tanto, no le respondió.
Pero una gentil borrega, que había perdido a su único borreguito escuchó la llamada desesperada del leoncito y fue a investigar. Calmando al pequeño con su callada presencia, a la borrega le encantó el pequeño león de inmediato y lo adoptó como suyo.
                                    
Alimentado con leche de borrega, el león creció rápidamente y pronto era mucho más grande que su madre adoptiva. Había ocasiones en las que ella notaba una mirada perdida en los ojos del león, y otras veces, su tamaño y fiereza casi la asustaban, pero la mayoría del tiempo ella y su hijo adoptivo vivían felices y estaban contentos.
Entonces, un día cuando el león ya era un jovencito, se apareció un magnífico león en la colina cercana, su melena y cuerpo musculoso se dibujaban en el horizonte. El león sacudió su melena y rugió, y este sorprendente sonido llenó el valle e hizo eco en las colinas.
Paralizada de miedo, la borrega permaneció temblando en silencio, su única esperanza era que su pelaje le permitiera mezclarse entre el terreno para que el león no la viera. Llena de miedo, no se dio cuenta de cómo su hijo se había hipnotizado al ver la presencia del Rey de las Bestias. No tenía forma de saberlo, ya que permanecía petrificada de miedo, mientras que su hijo experimentaba una emoción que nunca antes había experimentado.
El rugido del león tocó una cuerda en la naturaleza del león adolescente que no había sido tocada antes. Surgió una fuerza en él que le despertó nuevos y desconocidos deseos. Por primera vez en su vida estaba consciente de cierto poder que poseía. Una nueva naturaleza se cimbró en su interior y sin dudarlo, le contestó al león con su propio rugido.
Entonces, cuando esta nueva consciencia rebasó el miedo y la sorpresa, el joven león miró a su madre adoptiva una última vez y de un salto corrió a alcanzar al león en la colina. Consciente de que por fin iba a ser llevado a casa, el león respondió a un llamado interior con emoción y nunca volvió la mirada hacia atrás.
El león perdido se había encontrado. Un rato jugó con la borrega y trató de ser igual. Nunca había soñado que podía hacer lo que los que estaban a su alrededor no podían. Ni una vez se imaginó su propio valor, su propia fuerza, su propia habilidad para sembrar terror en el corazón de todas las otras bestias de la jungla, incluyendo en el de la borrega que lo había cuidado. En lugar, se había mantenido al lado de su madre adoptiva y había temblado de miedo al igual que ella cuando se habían acercado las hienas y los chacales. Ahora, para su sorpresa, notaba que los animales a quienes había temido se volteaban buscando la manera de huir de su lado.
Mientras el león había pensado que era un borrego, se había comportado como tal, con timidez y miedo. Su fuerza y valor eran los de un borrego porque desconocía su derecho de nacimiento; no tenía idea de que la fuerza y el valor del león eran suyos por derecho. Enviaba la vibración de un borrego y así, había sido tratado como un borrego. Pero ahora, su vibración se estaba moviendo. Era un león: El Rey de las Bestias. Y todas las otras bestias de la jungla sintieron de inmediato el cambio en su ser y entendieron la fuerza que tenía.
El rugido del león en la distante colina había despertado al león durmiente en él. Lo que es importante entender, es que el sonido de ese rugido no tenía poder por si solo. No podía hacer nada para darle mayor fuerza a este pequeño león. No le podía dar nada. Solo servía para recordarle lo que ya tenía. Solo podía concientizarlo de su estado natural de ser y recordarle que tenía todo el derecho a vivir una vida de león, de experimentar la libertad de un león y de mostrar la fuerza del león. Dependía del joven león decidir si quedarse siendo un borrego o convertirse en lo que había nacido para ser.
                             
                                                  Y así lo hizo.
                                       
Esta historia, por supuesto, se presenta como una analogía de la forma en la que muchos de nosotros vamos por la vida, pensando que somos mucho menos de lo que en realidad somos.
Más de un pequeño ha crecido en una tremenda pobreza creyendo que es igual que los otros niños pobres a su alrededor, asumiendo de manera errónea que no hay nada especial en su futuro, nada diferente, nada que valga la pena para levantarlo de la desolación de su actual medio ambiente. Y de repente algo pasa: alguna emergencia o catástrofe, una llamada de atención que se levanta como el rugido en la colina distante, que le recuerda su grandeza. Y responde, descubriendo al igual que el león con el borrego, que él no es uno de ellos.
Es en este punto, a medida que la majestuosidad comienza a moverse en el interior, nos damos cuenta de quien somos. Y una vez que aparece la consciencia, ya no hay retorno. De aquí en adelante nos encontramos con que debemos ser la persona que vinimos a ser. Hacer algo menos que eso nos roba no solo a nosotros, sino que no permite que el mundo entero disfrute de los regalos que tenemos para darle. Debemos responder al llamado. No hay otra cosa más que hacer.
A medida que nos concientizamos de la verdad de nuestro ser, a medida que sentimos la emoción de la fuerza divina que surge de adentro de nosotros, nos damos cuenta de que estamos planeados y protegidos por lo divino. Vinimos con un propósito que no era el de ser tímidos, o débiles, o inseguros o miedosos. Ese propósito es el de convertirnos en todo lo que podemos ser: Tomar la vida de la mano y afirmar con fuerza: "¡Ordeno que lo MEJOR salga de mi!"
Este es tu momento para despertar. Es el punto en nuestras vidas cuando decimos… ¡suficiente! Es cuando parados con nuestra silueta delineada por el sol poniente y con la mano empuñada hacia arriba decimos al cielo:

                                   
al estilo de  Scarlett O'Hara (de Lo Que el Viento se Llevó) "Con Dios como mi testigo, ¡Nunca más tendré hambre!"
Traerte hasta este momento es uno de los grandes propósitos de este experimento: El recordarte quién eres ha sido el propósito de cada mensaje que has recibido hasta ahora. Y ha llegado el momento de que te alejes de todos tus miedos, de todas tus preocupaciones, de todos tus recuerdos injustos de tu pasado injusto, y  de que corras audazmente hacia la vida que es tuya.
Ha llegado el tiempo de rugir.
En cuanto termines de leer este párrafo quiero que te levantes, que respires profundamente y que sigas estas direcciones: Con tus pies firmes en el piso, eleva una mano empuñada hacia el cielo y con todo el sentimiento y emoción que puedas, declara:
"Con Dios como mi Testigo, hoy soy poderoso, hoy soy valiente, hoy soy fuerte, hoy estoy libre de miedos, hoy prospero. Y vivo cada momento de este día abrazando mi verdadera naturaleza y acercándome a ser la persona que estoy destinada a ser. De hoy en adelante, esta es mi verdad."
Ahora párate con el puño elevado hacia el cielo una vez más e imagina que has agarrado la vida de tus sueños. Imagina que has logrado todos los objetivos que escribiste en tu Plan de Negocio para la Prosperidad. Imagina que acabas de tener éxito en atraer tus más grandes deseos hacia ti y que ahora son parte de tu realidad diaria. Cuando menos imagina esto durante un minuto, y permite que esa realidad penetre en tu ser. Siente la alegría, el regocijo, la felicidad más pura de saber que puedes atraer hacia ti todo lo que quieras.
A partir del mensaje de mañana, habrá un paso más en las Acciones del Día. Al levantarte para comenzar tu día cada mañana, durante los 40 días que restan del Experimento de la Prosperidad, tómate un momento para pararte firmemente con un brazo alzado hacia el cielo, el puño firme como si te estuvieras agarrando de la mano de Dios. Ahora, ya sea verbal o mentalmente repite "Con Dios como mi Testigo, hoy soy poderoso, hoy soy valiente, hoy soy fuerte, hoy estoy libre de miedos, hoy prospero. Y vivo cada momento de este día abrazando mi verdadera naturaleza y acercándome a ser la persona que estoy destinada a ser. De hoy en adelante, esta es mi verdad,"
Si es posible, escribe esta afirmación en una tarjeta que quepa en tu cartera o en tu bolsa y llévala siempre contigo para que la puedas leer cuando sientas que dudas o cuando tengas miedo. Y como antes, cada vez que repitas esta afirmación, repite las palabras con la mayor emoción y sentimiento posible, dedicándole cuando menos un minuto a imaginar cada aspecto de tu vida como lo quieres.
Este es tu momento. Festéjalo.

La Acción del Día:
1.    Lee tu Plan de Negocio para la Prosperidad y las once cosas de tu lista de agradecimientos.
2.    Coloca tu cuota de dinero del día de hoy en tu contenedor y lee la afirmación que está en el contenedor tres veces. Espera recibir algo en regreso.
3.    Bendice a todos los que están a tu alrededor, incluyendo a los otros participantes en este experimento. Imagina como aquellos a quienes bendices prosperan y se rodean del bien. Entonces bendícete a ti mismo e imagina lo mismo. Puedes continuar bendiciendo a la persona o personas en tu lista de bendiciones.
4.    Lee todas las bendiciones que llegan por correo electrónicos. Tus bendiciones están haciendo una diferencia. El leer las respuestas te dará la oportunidad de verlo por ti mismo.


El Pensamiento del Día:

"Todas las barreras desaparecen, soy libre." 
                                                                  -Anónimo"


La Afirmación del Día:
"Estoy planeado y protegido de forma divina."

Enviado por: GINA ZERBONI



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Namasté