El Rugido
Un bebé león
estaba jugando solo en la jungla mientras su mamá tomaba una siesta cerca de
el. Como varios objetos atrajeron su
atención, el pequeño se aventuró más y más lejos de la seguridad de su mamá,
explorando de manera juguetona el mundo a su alrededor. Antes de darse cuenta,
se había alejado tanto que no podía encontrar su camino de regreso; estaba
perdido.
Muy asustado,
el leoncito corría frenéticamente en todas las direcciones, gritándole a su
mamá, quien se encontraba tan lejos que no podía escuchar el llanto de su hijo
y por lo tanto, no le respondió.
Pero una gentil
borrega, que había perdido a su único borreguito escuchó la llamada desesperada
del leoncito y fue a investigar. Calmando al pequeño con su callada presencia,
a la borrega le encantó el pequeño león de inmediato y lo adoptó como suyo.
Alimentado con
leche de borrega, el león creció rápidamente y pronto era mucho más grande que
su madre adoptiva. Había ocasiones en las que ella notaba una mirada perdida en
los ojos del león, y otras veces, su tamaño y fiereza casi la asustaban, pero
la mayoría del tiempo ella y su hijo adoptivo vivían felices y estaban
contentos.
Entonces, un
día cuando el león ya era un jovencito, se apareció un magnífico león en la
colina cercana, su melena y cuerpo musculoso se dibujaban en el horizonte. El
león sacudió su melena y rugió, y este sorprendente sonido llenó el valle e
hizo eco en las colinas.
Paralizada de
miedo, la borrega permaneció temblando en silencio, su única esperanza era que
su pelaje le permitiera mezclarse entre el terreno para que el león no la
viera. Llena de miedo, no se dio cuenta de cómo su hijo se había hipnotizado al
ver la presencia del Rey de las Bestias. No tenía forma de saberlo, ya que
permanecía petrificada de miedo, mientras que su hijo experimentaba una emoción
que nunca antes había experimentado.
El rugido del
león tocó una cuerda en la naturaleza del león adolescente que no había sido
tocada antes. Surgió una fuerza en él que le despertó nuevos y desconocidos deseos.
Por primera vez en su vida estaba consciente de cierto poder que poseía. Una
nueva naturaleza se cimbró en su interior y sin dudarlo, le contestó al león
con su propio rugido.
Entonces,
cuando esta nueva consciencia rebasó el miedo y la sorpresa, el joven león miró
a su madre adoptiva una última vez y de un salto corrió a alcanzar al león en
la colina. Consciente de que por fin iba a ser llevado a casa, el león
respondió a un llamado interior con emoción y nunca volvió la mirada hacia
atrás.
El león perdido
se había encontrado. Un rato jugó con la borrega y trató de ser igual. Nunca
había soñado que podía hacer lo que los que estaban a su alrededor no podían.
Ni una vez se imaginó su propio valor, su propia fuerza, su propia habilidad
para sembrar terror en el corazón de todas las otras bestias de la jungla,
incluyendo en el de la borrega que lo había cuidado. En lugar, se había
mantenido al lado de su madre adoptiva y había temblado de miedo al igual que
ella cuando se habían acercado las hienas y los chacales. Ahora, para su
sorpresa, notaba que los animales a quienes había temido se volteaban buscando
la manera de huir de su lado.
Mientras el
león había pensado que era un borrego, se había comportado como tal, con
timidez y miedo. Su fuerza y valor eran los de un borrego porque desconocía su
derecho de nacimiento; no tenía idea de que la fuerza y el valor del león eran
suyos por derecho. Enviaba la vibración de un borrego y así, había sido tratado
como un borrego. Pero ahora, su vibración se estaba moviendo. Era un león: El
Rey de las Bestias. Y todas las otras bestias de la jungla sintieron de
inmediato el cambio en su ser y entendieron la fuerza que tenía.
El rugido del
león en la distante colina había despertado al león durmiente en él. Lo que es
importante entender, es que el sonido de ese rugido no tenía poder por si solo.
No podía hacer nada para darle mayor fuerza a este pequeño león. No le podía
dar nada. Solo servía para recordarle lo que ya tenía. Solo podía
concientizarlo de su estado natural de ser y recordarle que tenía todo el
derecho a vivir una vida de león, de experimentar la libertad de un león y de
mostrar la fuerza del león. Dependía del joven león decidir si quedarse siendo
un borrego o convertirse en lo que había nacido para ser.
Y así lo hizo.
Esta historia, por supuesto, se presenta como una analogía de la forma en la que muchos de nosotros vamos por la vida, pensando que somos mucho menos de lo que en realidad somos.
Más de un
pequeño ha crecido en una tremenda pobreza creyendo que es igual que los otros
niños pobres a su alrededor, asumiendo de manera errónea que no hay nada
especial en su futuro, nada diferente, nada que valga la pena para levantarlo
de la desolación de su actual medio ambiente. Y de repente algo pasa: alguna
emergencia o catástrofe, una llamada de atención que se levanta como el rugido
en la colina distante, que le recuerda su grandeza. Y responde, descubriendo al
igual que el león con el borrego, que él no es uno de ellos.
Es en este
punto, a medida que la majestuosidad comienza a moverse en el interior, nos
damos cuenta de quien somos. Y una vez que aparece la consciencia, ya no hay
retorno. De aquí en adelante nos encontramos con que debemos ser la persona que
vinimos a ser. Hacer algo menos que eso nos roba no solo a nosotros, sino que
no permite que el mundo entero disfrute de los regalos que tenemos para darle.
Debemos responder al llamado. No hay otra cosa más que hacer.
A medida que
nos concientizamos de la verdad de nuestro ser, a medida que sentimos la
emoción de la fuerza divina que surge de adentro de nosotros, nos damos cuenta
de que estamos planeados y protegidos por lo divino. Vinimos con un propósito
que no era el de ser tímidos, o débiles, o inseguros o miedosos. Ese propósito
es el de convertirnos en todo lo que podemos ser: Tomar la vida de la mano y
afirmar con fuerza: "¡Ordeno que lo MEJOR salga de mi!"
Este es tu
momento para despertar. Es el punto en nuestras vidas cuando decimos…
¡suficiente! Es cuando parados con nuestra silueta delineada por el sol
poniente y con la mano empuñada hacia arriba decimos al cielo:
al estilo de Scarlett O'Hara (de Lo Que el Viento se Llevó) "Con Dios como mi testigo, ¡Nunca más tendré hambre!"
al estilo de Scarlett O'Hara (de Lo Que el Viento se Llevó) "Con Dios como mi testigo, ¡Nunca más tendré hambre!"
Traerte hasta
este momento es uno de los grandes propósitos de este experimento: El
recordarte quién eres ha sido el propósito de cada mensaje que has recibido
hasta ahora. Y ha llegado el momento de que te alejes de todos tus miedos, de
todas tus preocupaciones, de todos tus recuerdos injustos de tu pasado injusto,
y de que corras audazmente hacia la vida
que es tuya.
Ha llegado el
tiempo de rugir.
En cuanto
termines de leer este párrafo quiero que te levantes, que respires
profundamente y que sigas estas direcciones: Con tus pies firmes en el piso,
eleva una mano empuñada hacia el cielo y con todo el sentimiento y emoción que
puedas, declara:
"Con Dios
como mi Testigo, hoy soy poderoso, hoy soy valiente, hoy soy fuerte, hoy estoy
libre de miedos, hoy prospero. Y vivo cada momento de este día abrazando mi
verdadera naturaleza y acercándome a ser la persona que estoy destinada a ser.
De hoy en adelante, esta es mi verdad."
Ahora párate
con el puño elevado hacia el cielo una vez más e imagina que has agarrado la
vida de tus sueños. Imagina que has logrado todos los objetivos que escribiste
en tu Plan de Negocio para la Prosperidad. Imagina que acabas de tener éxito en
atraer tus más grandes deseos hacia ti y que ahora son parte de tu realidad
diaria. Cuando menos imagina esto durante un minuto, y permite que esa realidad
penetre en tu ser. Siente la alegría, el regocijo, la felicidad más pura de
saber que puedes atraer hacia ti todo lo que quieras.
A partir del
mensaje de mañana, habrá un paso más en las Acciones del Día. Al levantarte
para comenzar tu día cada mañana, durante los 40 días que restan del
Experimento de la Prosperidad, tómate un momento para pararte firmemente con un
brazo alzado hacia el cielo, el puño firme como si te estuvieras agarrando de
la mano de Dios. Ahora, ya sea verbal o mentalmente repite "Con Dios como
mi Testigo, hoy soy poderoso, hoy soy valiente, hoy soy fuerte, hoy estoy libre
de miedos, hoy prospero. Y vivo cada momento de este día abrazando mi verdadera
naturaleza y acercándome a ser la persona que estoy destinada a ser. De hoy en
adelante, esta es mi verdad,"
Si es posible,
escribe esta afirmación en una tarjeta que quepa en tu cartera o en tu bolsa y
llévala siempre contigo para que la puedas leer cuando sientas que dudas o
cuando tengas miedo. Y como antes, cada vez que repitas esta afirmación, repite
las palabras con la mayor emoción y sentimiento posible, dedicándole cuando
menos un minuto a imaginar cada aspecto de tu vida como lo quieres.
Este es tu
momento. Festéjalo.
La Acción del Día:
1.
Lee tu Plan de
Negocio para la Prosperidad y las once cosas de tu lista de agradecimientos.
2.
Coloca tu cuota
de dinero del día de hoy en tu contenedor y lee la afirmación que está en el
contenedor tres veces. Espera recibir algo en regreso.
3.
Bendice a todos
los que están a tu alrededor, incluyendo a los otros participantes en este
experimento. Imagina como aquellos a quienes bendices prosperan y se rodean del
bien. Entonces bendícete a ti mismo e imagina lo mismo. Puedes continuar
bendiciendo a la persona o personas en tu lista de bendiciones.
4.
Lee todas las
bendiciones que llegan por correo electrónicos. Tus bendiciones están haciendo
una diferencia. El leer las respuestas te dará la oportunidad de verlo por ti
mismo.
El Pensamiento del Día:
"Todas las
barreras desaparecen, soy libre."
-Anónimo"
La Afirmación del Día:
"Estoy
planeado y protegido de forma divina."
Enviado por: GINA ZERBONI
Enviado por: GINA ZERBONI
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Namasté