Este artículo está dedicado a mi amigo José Luis Velderrain, preocupado por cómo el vivir con temor y bajo represión puede disparar el cáncer en nuestro cuerpo. Bienvenido al restaurante, ponte cómodo que aquí viene la entrada:
Cada célula de nuestro cuerpo es un organismo conciente y el entramado reticular que forma la estructura del citoplasma, sufre reacciones contráctiles cuando hay un cambio en el medioambiente.
POR: BIANCA ATWELL
Cuando los cambios medioambientales ponen en peligro las funciones basicas de la célula, las contracciones son más intensas y sostenidas, e inician cambios que llegan hasta el núcleo, induciendo al ADN a revelar información para la fabricación de proteínas eficaces que mantengan el equilibrio que el medioambiente modificado pueda producir en el funcionamiento de la célula.
El miedo intenso provoca la secreción de distintas substancias como una respuesta biológica y metabólica que incentiva tres respuestas posibles:
1) Huída
2) Ataque
3) Parálisis
Las dosis son las adecuadas, proporcionales a la intensidad del estímulo. Pero cuando al individuo se lo somete a un miedo sostenido, las cantidades segregadas son mayores y se producen disfunciones en las células y en los órganos.
La división incontrolada de la célula, es un recurso de defensa de la “manada celular” cuando se ve atacada por agentes externos. Es como si la célula dijese “vamos a reproducirnos que así somos más frente al enemigo”.
La conducta de las células pulmonares es un buen ejemplo de ello. Si el individuo tiene miedo a morir, para el cuerpo es un miedo a dejar de respirar, entonces las células que forman los alvéolos pulmonares comienzan a reproducirse con la intención de aportar mayor cantidad de aire al pulmón. Este crecimiento descontrolado puede terminar por formar un tumor.
Y ésto es lo que me hace encender la alarma cuando veo las campañas anti-tabaco: éstas inducen al miedo a la muerte, por lo que están causando justamente la producción de tumores en los alvéolos.
En la región de la amígdala en el cerebro, encontramos un tipo de células especializadas en las respuestas al miedo. Un gen que codifica una enzima conocida como proteína quinasa C-delta (PKC?). PKC? se expresa en la mitad de las neuronas dentro de una subdivisión del núcleo central de la amígdala, la parte de la amígdala que controla la salida miedo. El neocórtex también influirá de forma determinante a la reacción posterior.
En la puerta de salida de la amígdala se produce una especie de sube y baja con dos conjuntos de neuronas cuyas funciones son opuestas: un grupo tiende a inducir a una reacción de miedo y el otro grupo induce a una reacción de no tener miedo.
Cuando uno de estos grupos se activa más que el otro, se abre la puerta que da salida a la orden desde la amígdala para inducir a la secreción de unas u otras substancias. (Nicholas Wall y Callaway Edward del Instituto Salk para Estudios Biológicos, Ponnusamy Ravikumar, Michael Fanselow, Jonathan BIAG , y Hong-Wei Dong de la Universidad de California en Los Ángeles, y Karl Deisseroth la Universidad de Stanford).
En el hipotálamo encontramos la fábrica de péptidos producidos de acuerdo a las emociones experimentadas. Todas las células tienen receptores para las neurohormonas o neuropéotidos que se producen y de acuerdo a la clase que reciba, se estimulará al ADN a realizar una función u otra.
Cuando una célula recibe regularmente un péptido (éstos se unen a los receptores como llaves a la cerradura), se hace tolerante a él, se produce un acostumbramiento similar a una adicción. Curiosamente, eso es lo que provoca que tengamos ideas fijas o hábitos de pensamiento y que nos cueste tanto cambiarlos. El uso sostenido de los mismos circuitos cerebrales. También explica por qué al tener un miedo sostenido, se crean pensamientos obsesivos y recurrentes.
El objetivo de la naturaleza al crear esta dinámica, es que podamos asociar inmediatamente una emoción a una respuesta que nos ha sido útil en el pasado. La naturaleza es estrictamente económica y para ella no hay tiempo que perder.
Esta “fijación” nos ayuda por ejemplo a relacionar el fuego con el dolor de una quemadura y mantenernos alejados de él.
Ante un miedo permanente, son varias las substancias que por su cantidad descontrolada resultan tóxicas para el organismo: catecolaminas como la adrenalina que sobreestimula el músculo cardíaco, permitiendo la entrada abrupta de grandes cantidades de calcio. El calcio gatilla las contracciones del músculo cardíaco. Además la adrenalina se dispara para producir la coagulación en el torrente sanguíneo en caso de que haya un derrame por una herida, el miedo dispara estas defensas del organismo.
Los órganos controlados por el cerebro antiguo (cerebro reptil), como pulmones, colon, hígado o riñones, responden con crecimiento en los tejidos y los órganos controlados por el cerebro más reciente, responden con la pérdida tisular (ovarios, testículos, laringe, nódulos linfáticos, etc.).
El miedo y el amor son emociones antagonistas y las que mayor reacción producen en el organismo.
Cada individuo procesará difentes dosis de secreciones según esté condicionado su cerebro por su educación y su experiencia personal. No todos reaccionamos de la misma forma ante los mismos estímulos. Las células tienen memoria no sólo de la experiencia personal, sino de la experiencia de la línea genética y de toda la experiencia de la especie.
Pero a tí José Luis, te interesa específicamente la reacción celular al miedo sostenido, el cáncer que puede dispararse ante la represión de la libertad y el miedo constante.
Esto equivale al estrés. Yo cuando vivía en la calle, tenía miedo casi todo el tiempo, lo que me produjo una alteración en los circuitos neuronales y acostumbró a mis células a incrementar los receptores de substancias relacionadas con el temor. Ello me causó un estrés post traumático que me llevó directamente a la depresión.
Luego, cuando me parecía estar curada, volví a Brasil ya de mayor, y de repente se me dispararon ataques de pánico, porque mi cerebro volvió a asociar imágenes y otros estímulos de la ciudad como determinadas calles u olores, a eventos violentos que había experimentado tantos años antes.
Pero viajar de nuevo allí y enfrentarme con todos esos estímulos, fue la mejor terapia, porque mi cuerpo aprendió que aún estando allí (en la zona supuesta de peligro), el resultado era diferente…
Una de las cosas que hice fue sentarme en el restaurante Mab’s de la Prado Junior y la Avenida Atlántica en Copacabana. Entre las sillas de la terraza yo siempre iba a pedir limosna y los camareros me echaban con insultos y más de una vez me dieron a la vuelta de la esquina un sopapo como advertencia par que no regresara. Me pedí un buen plato de langosta y me quedé allí, observándolo todo desde otra perspectiva. Agradecí, tener la posibilidad ahora de sentarme tranquilamente en el mismo lugar donde antes me habían llamado sucia y vagabunda. No estaba el camarero que me había pegado ya, sin embargo le dejé una buena propina al que me atendió, simbolizando así el fin del conflicto.
Los efectos de un miedo sostenido los podemos ver fácilmente en nuestras sociedades conectadas a los medios de comunicación de masas, cuyas tasas de mortalidad suben y suben de problemas cardiovasculares (anteriormente expliqué el matabolismo de este miedo debido a las altas dosis de calcio en los músculos cardíacos).
También podemos encontrar los rastros metabólicos del miedo sostenido y de la represión sostenida en las poblaciones de las cárceles.
Las enfermedades más comunes en las cárceles son las infecciosas, porque entre otras cosas la privación de la libertad induce al mal funcionamiento del sistema inmunológico. HIV y tuberculosis, son muy comunes. Luego tenemos la depresión, uno de los efectos de la privación de la libertad.
Pero tenemos un atajo maravilloso José Luis, y es que el cerebro no distingue entre estímulos reales o imaginarios.
Si te digo que pienses en que estás mordiendo un limón, aunque el limón sea imaginario tu boca segregará saliva y tu estómago los ácidos necesarios paramantener el PH cuando el jugo llegue a él.
Las células pueden ser “engañadas” en nuestro beneficio cuando cambiamos la percepción.
Recuerdo muy bien una etapa de mi recuperación cuando en plena sesión de grupo, reviví un episodio en el que un manojo de tipos me atraparon en la calle y casi me matan de la golpiza que me dieron. De pronto entré en trance y fue como si lo estuviese viviendo de nuevo. Pero esta vez, en vez de quedar tirada en la calle ensangrentada y dolorida, los compañeros de mi grupo me estaban abrazando y besando. Entonces inmediatamente las células cambiaron el resultado: ahora relacionaban esa situación con algo amoroso y ya no como algo violento. Eso es lo que hoy me permite caminar por las calles de Copacabana disfrutando del sol carioca.
Cambiar la memoria celular implica atravesar de nuevo la situación traumática y eso produce tanto miedo que muchas personas no logran poder aprovechar esa capacidad biológica de auto-curación.
Hablar del tema es fundamental, es lo que dispara y activa los circuitos neuronales donde está alojada esa memoria traumática. Pero lo difícil es volver a disparar la reacción como si el estímulo fuese real, para ello hay que visualizar el momento con mucha concentración. Imaginarlo con todos los detalles e intentar volver a él, y que los resultados sean diferentes. Lo que desactiva el miedo es el amor. Pues las substancias segregadas por uno y por otro son perfectamente antagonistas.
Los niveles de miedo en nuestras sociedad son impresionantes. Estimulados por los mensajes en los que nos dicen que la crisis empeorará, que podrás perder tu empleo, que no podrás pagar la hipoteca…miedo, miedo, miedo.
¿Sabes? Yo he descubierto una estrategia en mi propia vida que me ha sido de gran utilidad y es “regar” el amor como si fuese una plantita.
Activo mi atención a mil cuando encuentro un estímulo amoroso. Pongo todos mis sentidos en ello.
En cosas simples y cotidianas. Por ejemplo si veo una pareja abrazándose, dejo mi mirada allí y los contemplo. Cuando veo que mi perro juega con otros perros, lo contemplo, me impregno de la imagen. Cuando una persona me demuestra su amor, me abro como una flor a esa manifestación. Cuando veo que alguien canta mientras hace su trabajo, lo miro largo y tendido, escucho su canción. Cuando en un negocio el dependiente me atiende con una sonrisa, la incorporo a mi cara como si fuese mía.
Nuestro Planeta Tierra es una fuente de amor impresionante. Por ejemplo se manifiesta en la producción de iones negativos antes de las tormentas, en las zonas de grandes cantidades de agua en movimiento como en las cataratas y cascadas o en la orilla del mar.
Intento absorver todo el amor que haya en el medioambiente, y curiosamente éste comienza a crecer dentro de mí. ¿Por qué?, porque mis células incrementan los receptores a las endorfinas (polipéptidos largos de más de 10 aminoácidos) y comienzan a captar más y más de lo que nade en el torrente sanguíneo. Este acostumbramiento hace que mi cerebro vaya a por más cuando los niveles bajan, y eso me lleva a tomar decisiones que me acerquen a esa “droga” cuya fuente está en el deporte, las buenas relaciones, los buenos paisajes o la interacción cariñosa con los animales.
Mi aparato perceptual puedo dirigirlo yo. Mi atención es mía, por lo que puedo elegir dónde ponerla.
Por el contrario, evito prestar atención a las señales de miedo inducido, aunque jamás dejo de prestar atención a mis propias emociones.
Esto que parce tan “frívolo” (porque lamentablemente hemos frivolizado el amor que es la fuerza curativa más poderosa) es real y funciona. Puedes entrenar a tu cerebro para que te induzca a buscar más de lo bueno y descartar lo destructivo. Una vez que las células tienen suficiente cantidad de receptores en la membrana, irán a por más.
Esto es lo que mantiene a la gente enganchada al deporte o a la música y el baile, y demasiados receptores de la adrenalina los tendrán enganchados a los deportes de riesgo.
Hay que practicar para aprender bien el truco. Los actores por ejemplo la tienen más fácil. En su formación reciben muchas técnicas para el control de sus emociones. Stanislavsky era uno de los precursores de utilizar la memoria emocional que es también la memoria celular.
Espero José Luis, que la comida te haya gustado y si quieres, te pongo un café, esta vez, muy rico, del Brasil.
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Namasté