"Su peinado al descuido no hablaba de la pulcritud y el orden de sus pensamientos". La tía Teresa hablaba de Agustín, un chico que "estudiaba el último semestre de una carrera nueva que -para ese entonces- recién estrenaba la facultad de ingeniería: prevención de riesgos. Estimular la cultura preventiva parecía ser su única pasión".
por Pamela Astudillo
Sumamente observador, Agustín medía la trayectoria que seguiría una lámpara tras su caída -de ocurrir algún terremoto que superara los 7 puntos en la escala de Richter- y en función de la tragedia hipotética cambiaba de lugar los muebles.
Invitarlo a comer a un lugar desconocido era verle dibujar con los ojos diferentes rutas de evacuación. No escuchaba lo que le decían, su mente estaba en la manera de escapar si estallaba la cocina y se producía un incendio. ¿Cómo estás?, le dije, tratando de sacarlo de su diálogo interno. "Todo está bajo control", dijo y se puso la servilleta como un babero, para no ensuciarse la camisa con la salsa de la pasta que llegaba humeante a la mesa. Contaba la tía Teresa.
Tras el primer bocado me embistió: "necesito un temblor en mi vida, uno fuerte". ¿Es una metáfora? Sí, claro -respondió Agustín- es una metáfora. Y me quitó los ojos de encima, y nunca más volví a encontrarle la mirada. Esa noche él caminó al borde de la cornisa y yo no supe ver más allá, sólo lo vi comer un plato de pasta, dibujando con sus ojos una ruta para salir a salvo. Yo no estaba preparada para una sorpresa y él se había preparado para no correr riesgos, decía Teresa, mientras acariciaba el recuerdo de un amor que no fue.
por Pamela Astudillo
Sumamente observador, Agustín medía la trayectoria que seguiría una lámpara tras su caída -de ocurrir algún terremoto que superara los 7 puntos en la escala de Richter- y en función de la tragedia hipotética cambiaba de lugar los muebles.
Invitarlo a comer a un lugar desconocido era verle dibujar con los ojos diferentes rutas de evacuación. No escuchaba lo que le decían, su mente estaba en la manera de escapar si estallaba la cocina y se producía un incendio. ¿Cómo estás?, le dije, tratando de sacarlo de su diálogo interno. "Todo está bajo control", dijo y se puso la servilleta como un babero, para no ensuciarse la camisa con la salsa de la pasta que llegaba humeante a la mesa. Contaba la tía Teresa.
Tras el primer bocado me embistió: "necesito un temblor en mi vida, uno fuerte". ¿Es una metáfora? Sí, claro -respondió Agustín- es una metáfora. Y me quitó los ojos de encima, y nunca más volví a encontrarle la mirada. Esa noche él caminó al borde de la cornisa y yo no supe ver más allá, sólo lo vi comer un plato de pasta, dibujando con sus ojos una ruta para salir a salvo. Yo no estaba preparada para una sorpresa y él se había preparado para no correr riesgos, decía Teresa, mientras acariciaba el recuerdo de un amor que no fue.
Pamela Astudillo
A lo que escribe le pone color y cuando pinta termina dibujando palabras. Artista, comunicadora social con estudios en letras y recursos humanos. Profesora universitaria y organizacional.Twitter: @pastudillo69 www.artilugioscotidianos.blogspot.com.ar
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Namasté