Esta serie explora la reaparición de los arquetipos,
surgiendo desde el inconsciente colectivo, en la figura de los superhéroes.
Mitos modernos, dioses que habitan la psique y que ahora son parte de la cultura
pop.
La psicología analítica nos ha enseñado que los mitos son las historias del alma. Si queremos comprender la psique occidental, tenemos que estudiar sus mitos.
Patrick Harpur, El Fuego Secreto de los Filósofos.
¿Quién no ha sentido nunca una emoción profunda al participar
como lector o espectador (a través de la literatura, el cine, el teatro o la
televisión) de un relato heroico? ¿Quién, ante esas dramáticas representaciones
épicas, no se ha sentido nunca transportado por su eco reverberante hacia las
ondas distancias del mito y de los ideales más altos? ¿Quién no se ha
identificado nunca con ese héroe, multifacético y perseverante, que bajo todas
las formas de la realidad y la ficción, vuelve una y otra vez para
inspirarnos?
La figura del héroe, ese individuo extraordinario
y semi-divino que lleva a cabo extraordinarias hazañas dotado de virtudes y
poderes superiores a los de los simples mortales, es una constante histórica en
todas las culturas. Sus primeras historias vivientes, los registros
extraordinarios de sus hechos, se remontan a la era mitológica. Zeus, Heracles,
Sanson, Aquiles y Lancelot son algunos de los nombres más conocidos que este
héroe universal ha llevado desde la lejana era del mito y la leyenda.
Para la mentalidad mítica, pre-lógica y
pre-filosófica, el mito no era concebido como una expresión artística del
pensamiento o el sentimiento humano ni como una fábula ni como un
género de la literatura oral. Como señaló el psicólogo analítico Wolfgang
Giegerich: “el hombre no se había vuelto aún un hombre psicológico, no había
sitio para la creencia o la fe en lo que los mitos cuentan. El mito era
inmediatamente la verdad de la naturaleza y la vida, era el conocimiento de
la naturaleza.” En tanto el hombre de las culturas orales no consideraba a su
psique como separada de la naturaleza, el mito no era considerado una creación
humana y subjetiva, era objetivamente la voz de la naturaleza expresándose a
través de los hombres. Porque, en las poéticas palabras del mitólogo Joseph
Campbell: “los símbolos de la mitología no son fabricados, no pueden encargarse,
inventarse o suprimirse permanentemente. Son productos espontáneos de la psique
y cada uno lleva dentro de sí mismo la fuerza germinal de su fuente.”
No fue hasta la invención de la escritura que las mitologías
orales comenzaron a “registrarse” y sistematizarse, convirtiéndose en obras
narrativas definidas, propias de un autor. Los mitos siguieron recreándose a
partir de la épica y el teatro, pero su estatus de “verdad” objetiva fue siendo
gradualmente sustituido por la filosofía racional. La introducción del nuevo
medio de comunicación basado en el ordenamiento y la abstracción (la escritura),
favoreció el surgimiento paulatino de una nueva forma de pensar: el
Logos. La escritura daría lugar a la lógica, las matemáticas y la
ciencia empírica, desplazando poco a poco al mito como sistema de significación
colectiva.
Para la antropología clásica del siglo XIX, el
“mito” como tal se extinguió cuando la mentalidad mítica de las culturas orales
fue reemplazada por la mentalidad filosófico/racional de las culturas basadas en
la escritura. Sin embargo, los estudios sobre hermenéutica simbólica encabezados
principalmente por Carl Gustav Jung y Mircea Eliade durante la primera mitad del
siglo XX comenzaron a revelar un enfoque muy diferente sobre el mito. La razón
de que los relatos míticos e imaginativos nunca hayan dejado de representarse a
la consciencia humana a pesar del desarrollo de la filosofía y de la ciencia,
comprendió Jung, residía en que existe en estos relatos un valor simbólico – no
literal – que constituye un alimento indispensable para la cultura.
Fundamentalmente, la psicología junguiana había puesto al descubierto como los
motivos esenciales de los mitos ancestrales constituían una serie de núcleos de
sentido recurrentes que de ningún modo habían agotado sus representaciones en el
mito primordial, sino que han seguido manifestándose como motivos esenciales de
todas las expresiones humanas, de todas las culturas y de todos los tiempos,
tanto en la religión, como en la literatura, tanto en la filosofía como en los
sueños del hombre moderno. A estos motivos esenciales, Jung denominó arquetipos, las
estructuras o moldes simbólicos fundamentales de la psique.
Aunque los arquetipos en si mismos son
irrepresentables, se manifiestan en la cultura a través de símbolos (imágenes y
mitos) cambiantes, vistiéndose con la imagineria de la época y de la psique
individual en la que emergen. El mito es, así, la versión narrativa de un
símbolo arquetípico. Esto es, todo relato que posea una profunda significación
simbólica para la consciencia. El poder del mito reside precisamente en la
significación simbólica que contiene, en su capacidad de resonar en nosotros
emocionalmente, de dar sentido a nivel colectivo. Un mito es, diría Jung, el
resplandeciente disfraz de un arquetipo.
A través de sus imaginativas fantasías, el mito
está expresando metafóricamente las realidades arquetipales de la psique, así
como las dramáticas relaciones arquetipales que son significativas para la
cultura y el momento histórico en que este se manifiesta y cobra forma. Pues es
la existencia de estos arquetipos lo que hace que las fantasías más
inverosímiles del mito sean sin embargo significativas para nuestra consciencia,
ya que el arquetipo convierte a todo mito y a toda mitología en símbolos de una
realidad interior, metáforas de una realidad psíquica. La psicoterapeuta
junguiana Francis Vaughan definió a los mitos como “sueños colectivos que
reflejan la condición humana” (Sombras de lo Sagrado, 1996). En otras
palabras, imágenes del alma.
Por esta razón, como explicó Campbell, estos
sistemas míticos de significación colectiva que antes se manifestaban en la
consciencia, al ser reemplazados por la forma lógica de ver el mundo, no fueron,
de hecho, anulados, sino que siguieron manifestándose en el inconsciente, que es
su matriz y su fuente, tomando forma en los sueños del ser humano, y
manifestándose en su vida consciente a través de su expresión estética y
simbólica: el arte. El surgimiento de conceptos seculares tales como “poesía”,
“literatura” y “ficción” serían metáforas sociales aceptables para seguir
expresando y recreando simbólicamente los motivos arquetipales del inconsciente
de una forma que fuera admisible para el literalismo de la consciencia racional,
al que tan difícil le es comprender y aceptar las realidades simbólicas de la
psique. Vistos bajo esta luz, los mitos dejan de ser, como los imaginó la
antropología clásica, esos relatos de tiempos primitivos y supersticiosos que
hoy en día consumimos raramente como piezas de ficción para revivir en nuestra
consciencia como un autentico y resplandeciente panteón de símbolos.
Uno de los arquetipos principales descubiertos
por Jung es el del Héroe, y una de sus manifestaciones mitológicas más
populares de los últimos setenta años es la de los superhéroes. Las historias de
superhéroes no han dejado de multiplicarse desde que el primero de ellos,
Superman, viera su aparición en Action Comics en 1938. Desde entonces,
los héroes enfundados en llamativas vestimentas, dotados de poderes celestiales
y armados de elevadas virtudes morales, no han dejado de vivir aventuras
interminables tanto en la imaginación de la sociedad moderna como en
prácticamente todas las formas de representación estética: historieta,
animación, cine, radio, televisión, teatro, incluso literatura, y su notable
influencia como fenómeno cultural no parece estar disminuyendo con el tiempo,
sino por el contrario, parece estar creciendo. Hoy en día, los superhéroes
parecen estar más vivos que nunca, sino tanto en las clásicas viñetas que los
vieron nacer como en el cine, cuyas adaptaciones se han convertido, en los
últimos años, en la mayoría de los estrenos cinematográficos más taquilleros del
mundo, convocando al público de todas las edades para presenciar sus aventuras
durante múltiples secuelas.
Chris Claremont, el clásico guionista de los
X-Men de los 80, fue el primero en decirlo: “los superhéroes quizá son la
mitología de Estados Unidos, cuyos héroes -David Crokett, Buffalo Bili, G. A.
Custer- y gestas más antiguas no tienen mas de 200 o 300 años. Estados Unidos no
tiene una mitología propia. Escandinavia tiene sus sagas y leyendas, Germania su
épica, España tiene al Cid. Nosotros no tenemos héroes mitológicos, nuestros
héroes son muy jóvenes aún”.
Sin embargo, si los superhéroes tuvieron sus
cunas en el gran país del norte, su influencia pronto se trasladaría con fuerza
prácticamente a todo Occidente, sin perder su poder de fascinación en otras
regiones y contextos. ¿Podemos afirmar que semejante influencia se explique
meramente por el imperialismo cultural norteamericano o por los rasgos actuales
de la cultura moderna, enajenada por el consumo de productos visuales
sorprendentes, y por el escape al mundo de la fantasía y del espectáculo sin
sentido? ¿O deberíamos suponer que la relevancia de estos personajes y estas
figuras es tal porque tienen un sentido para nuestra cultura, porque, pese a
todos sus simbolismos locales, parecen resonar en una universalidad de
contextos?
Guillermo del Toro, responsable de las dos
adaptaciones cinematográficas de Hellboy, sostiene algo muy similar a
esto: “El mundo necesita una nueva mitología, y ésa es la de los superhéroes…
Hay una demanda de una mitología fresca y aceptable para los jóvenes. El
superhéroe representa al Aquiles, al Héctor de nuestros días”. El hecho de que
aparezcan cada vez más películas de superhéroes no se debe, sostiene del Toro, a
una falta de imaginación, sino a “la necesidad de crear ficción en un mundo que
progresivamente se olvida del aspecto espiritual, que no cree en la magia ni en
las cosas abstractas y sólo en lo material y en lo inmediato… Este es un período
política y humanamente muy desconcertante, en el que se ha producido un serio
retroceso en la línea ética de la humanidad como especie y se requiere de un
replanteamiento de la existencia en términos heroicos”.
A los ojos de la psicología arquetipal, podríamos
decir que el mito del superhéroe, con una subjetividad cultural en parte
norteamericana y en parte intrínsecamente posmoderna y transcultural, se
presenta actualmente como el símbolo más fuerte del arquetipo del héroe. No es
una audacia suponer que el simbolismo arquetípico de los superhéroes es a fin de
cuentas lo que hizo que lleguen a ser tan populares y que de a poco hayan ido
abriéndose camino más allá de las páginas de las historietas y convertido, en el
mundo de la imagen y de los productos culturales, en una forma colectiva de
mitología moderna.
Al igual que el mito, que se va constituyendo con diferentes
versiones contadas de la misma historia, que va mutando y cambiando pero siempre
manteniendo su motivos esenciales, esto ha tenido lugar también en los
personajes del comics, muchos de los cuales han ido desarrollándose y
adquiriendo el carácter de cada época, llegando a redescubrirse y reinventarse a
si mismos, como si, en palabras del mitólogo Joseph Campbell, “la fuerza
germinal de su fuente” fuera inagotable. Desde sus versiones más sencillas,
ingenuas o infantiles hasta las que han expresado temas de gran complejidad y
profundidad humanos, los superhéroes han desafiado los prejuicios de su género y
se han abierto camino a la consciencia popular por la propia fuerza de su valor
simbólico. La última película de Batman, The Dark Knight, de
Christopher Nolan, ha entrado en la lista de films que más dinero han recaudado
en la historia del cine, y ha sido aclamada de manera general tanto por el
público como por la crítica como una autentica “tragedia moderna”, elevando el
listón para las futuras representaciones de estos personajes, demostrando que
sus elementos esenciales siguen siendo tan significativos hoy para nosotros como
lo fueron ayer y como probablemente lo serán siempre.
En la segunda parte de este ensayo exploraremos
la estructura simbólica del arquetipo del héroe, y veremos cuan plenamente esta
se actualiza en los modernos relatos de superhéroes partiendo del primero de
todos ellos, padre y modelo de la extensa cadena de héroes y heroínas que
vendrían detrás de él: Superman, el Hombre de Acero.
- Autor: Christian Bronstein
- Publicación: 21/02/2012 12:17 am
Estos Artículos fueron publicados en PijamaSurf como una serie de varios capítulos los cuales pueden encontrar en los siguientes links:
2-Superhéroes: Mitología Moderna (2da Parte: El Nacimiento del Superhombre)
http://pijamasurf.com/2012/03/superheroes-mitologia-moderna-segunda-parte-el-nacimiento-del-superhombre/
4-Superhéroes: Mitología Moderna (4ta Parte: El Camino del Héroe)
http://pijamasurf.com/2012/05/superheroes-mitologia-moderna-cuarta-parte-el-camino-del-heroe/
5-Superhéroes: Mitología Moderna (5ta Parte: Batman, El Héroe en la Sombra)
http://pijamasurf.com/2012/07/superheroes-mitologia-moderna-sexta-parte-batman-el-heroe-en-la-sombra/
FUENTE: http://pijamasurf.com/2012/02/superheroes-y-mitologia-moderna-primera-parte-mitos-y-vinetas/
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