“El cerebro normalmente excluye, por filtración, una realidad mayor”
William James*
Esta frase de William James, conocido psicólogo y filósofo de la universidad de Harvard, el cual vivió desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del XX, puede darnos pie para plantearnos la manera como el cerebro tiende a actuar prima facie cuando se enfrenta a una nueva forma de comprender la realidad que trasciende los parámetros, que hasta ese momento le sirvieron de referencia. Este suceso, enfrentarse a una nueva realidad, no es otra cosa que realizar un cambio de paradigma, como se denomina actualmente desde que Tomas Khun escribió su obra “La estructura de las revoluciones científicas”.
Cuando en el siglo XII, por ejemplo, alguien decía que la Tierra se mueve sobre su eje y orbita alrededor del Sol y que para colmo no es plana, sino que es esférica, inmediatamente era tildado de loco, irracional y de expresar cosas absurdas, pues era “evidente” que la Tierra no se movía y que tenía que ser necesariamente plana para que las personas no se cayeran por el borde de un planeta curvo. Para la humanidad de esa época, todo lo anterior formaba parte de sus paradigmas. Nosotros, actualmente, también tenemos nuestros propios paradigmas, de los cuales, aunque falsos, estamos tan seguros y nos parecen tan obvios como que la Tierra no se movía a los humanos del siglo XII.
Ante las creencias habituales, el cerebro crea una serie de conexiones, llamadas sinapsis, entre sus diferentes áreas, que al interconectarse y activarse, construyen literalmente una explicación, visión y comprensión del mundo, del universo y de lo que llamamos realidad, es decir crea un paradigma.
Cuando el cerebro se ve ante la necesidad de negar total o parcialmente el constructo teórico práctico que le sirve de referencia para explicarse todo lo que existe, su primera reacción neurofisiológica y en consecuencia psicológica, no es cambiar de inmediato toda la estructura, sino muy por el contrario, trata de encontrar explicaciones dentro del marco referencial que ha construido.
Este mecanismo no deja de ser útil y necesario. Imaginemos lo que ocurriría si a cada instante, ante un nuevo evento que no comprendemos, nuestra respuesta fuera destruir o cambiar todo lo que pensamos que es verdad y volviéramos a empezar de cero. Sería un mecanismo extremadamente engorroso y totalmente ineficiente para el funcionamiento cotidiano e incluso para la supervivencia.
El cerebro tiende a conservar sus estructuras sinápticas que le dan un marco de realidad. Todo aquello que sea extraño a ese marco o no sea congruente con el referente establecido, tiende a rechazarlo como falso, imposible, absurdo o todo lo más a ponerlo “a un lado” y esperar que ese evento extraño “calce” con el constructo mental general. Eso le ocurrió por ejemplo, a una mente tan brillante como la de Albert Einstein, quien ante los postulados, ”absurdos” “irracionales” de la física cuántica simplemente invocó que había que esperar que se descubrieran unas “variables ocultas” que harían lógico lo que parecía un absurdo de la naturaleza. Lamentablemente para Einstein, esas “variables ocultas” nunca aparecieron y por el contrario se ha ido demostrando de manera cada vez más fehaciente, que el universo no es “racional”.
Pero ¿qué ocurre cuando un nuevo paradigma se hace evidente día a día y nos obliga a reestructurar todas nuestras creencias? ¿Qué sucede cuando se comienza a experimentar que el universo y la realidad son diferentes a lo que hemos aprendido que eran? Al comienzo, se produce un estado de negación y de confusión e incluso de ansiedad, pero poco a poco, la mente comienza a expandirse, nuevas sinapsis se van creando y el nuevo paradigma es progresivamente aceptado.
En algunos casos, en estado de meditación, la nueva realidad surge en nuestra mente como producto de la coherencia cuántica de la conciencia, y desde allí puede surgir un estado expandido de la conciencia que puede ser parcial, total, transitorio o definitivo.
Dr. Hector Gómez G
Médico Psiquiatra
Magister en Neurociencias
Fundador de Singularidad.
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