Debo confesarlo. Estoy preocupado.
Los médicos estamos perdidos.
No sabemos qué es lo mejor para nuestros pacientes.
Pero eso no es lo que me preocupa.
Es que ante esa ignorancia, no dudamos en hacer lo peor.
Somos hipócritas. Somos necios.
Somos poco serios con la gente que nos pide ayuda.
Debo confesarlo. Estoy preocupado.
Los médicos no debemos seguir luchando entre nosotros.
Expresando delante de los pacientes críticas a nuestros colegas.
Diciendo que los que no hacen lo que nosotros hacemos.
Son comerciantes. Ignorantes. Peligrosos.
Cuando la ignorancia es criticar sin conocer.
Cuando el peligro es comerciar sin dar nada valioso a cambio.
Debo confesarlo. Estoy preocupado.
Los médicos no somos sabios.
No leemos a los grandes maestros.
No investigamos nuestro propio corazón.
Solo repetimos ciertas modas calificadas de ciencia.
Interpretamos estadísticas como verdades reveladas.
Trabajamos con nuestros semejantes como si no tuvieran alma.
Debo confesarlo. Estoy preocupado.
Los médicos no amamos a nuestros pacientes.
Nos molesta su pregunta, su deseo, su miedo.
Queremos que sean piedras sin luz propia.
Ansiamos que no nos llamen ni interrumpan nuestro descanso.
Los convertimos en enemigos si no se curan.
Nos liberamos si se van de nuestras vidas.
Debo confesarlo. Estoy preocupado.
Los médicos vamos por mal camino.
Porque no somos médicos para anotar en planillas.
Lo somos para ayudar y guiar al que sufre.
Y nos hemos convertido en tecnócratas de la salud.
En dueños de un poder que no duda en sacrificar a los otros.
En jueces que tratan a sus pacientes como reos.
Debo confesarlo. Estoy preocupado.
Los médicos creemos ser poderosos.
Hablamos por los medios sin humildad.
Damos respuesta a todo sin siquiera escuchar la pregunta.
Vociferamos el peor de los infiernos si no se hace lo que decimos.
Ignoramos el saber popular.
Nos olvidamos de Dios creyéndonos dios.
Debo confesarlo. Comienzo a tener esperanzas.
Los médicos nos encontramos.
Al no saber hacer lo mejor siempre elegimos no hacer lo peor.
Recuperamos nuestra capacidad de pensar.
Jamás hacemos a los otros lo que no haríamos con nosotros.
Somos hermanos de nuestros pacientes.
Los escuchamos con respeto. Con ganas de ayudarlo.
Debo confesarlo. Comienzo a tener esperanzas.
Los médicos reconocemos en un colega a un hermano.
Lo respaldamos. Lo cuidamos. Lo aconsejamos.
No actuamos corporativamente y denunciamos a los que no respetan a sus pacientes.
Nos damos cuenta que el valor de un médico es el amor que tiene por sus pacientes.
Alentamos a los que estudian lo que la Universidad aún se niega a enseñar.
Nos abrimos al saber de los pueblos.
Debo confesarlo. Comienzo a tener esperanzas.
Los médicos nos acercamos a la sabiduría y no solo al conocimiento.
Aprendemos de los grandes maestros
Abrimos nuestro corazón a nuestras propias dudas.
No confiamos ciegamente en lo que nos dicen los grupos de poder
Nos jugamos por el dolor del semejante
Que es nuestro dolor y el de los que ya no están.
Debo confesarlo. Comienzo a tener esperanzas.
Nuestros pacientes son nuestros hermanos
Y los tratamos como haríamos con nuestra madre, con nuestro hijo.
Los miramos con afecto, les sonreímos, nos preocupamos por ellos.
Son lo más importante en nuestro camino. Aprendemos de ellos.
Los ayudamos a no sufrir, los contenemos, los protegemos.
Oramos por ellos. Rogamos que nada malo les pase.
Debo confesarlo. Comienzo a tener esperanzas.
Los médicos nos damos cuenta que Dios también nos ha creado.
Tomamos conciencia de la responsabilidad que tenemos.
No para temerle a nuestros pacientes sino para ponernos de su lado
No tenemos en nuestras manos su vida sino sus esperanzas.
Colaboramos con la luz, no con el poder que los esclaviza.
Somos humildes instrumentos de Dios y no poderosos jueces de la muerte.
Debo confesarlo. A veces tengo esperanzas.
Y me levanto con la ilusión de poder ayudar a mis pacientes.
Después el día apacigua mis ilusiones.
Porque el dolor es muy grande y los medios tan pocos.
Pero no pierdo las esperanzas y reincido cada mañana.
Al fin de cuentas, los médicos no estamos solos.
Al fin de cuentas, alguien o muchos nos están mirando.
Habría que saberlo.
Fernando Callejón
Invierno 2007.
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