Hace unos 10 años tuve cáncer. Todo comenzó con una visita rutinaria al médico. Apurado, esperaba que el doctor viniera a decirme que todos mis exámenes estaban bien, como había ocurrido siempre durante más de 38 años de vida. Sin embargo, ese día las cosas no salieron como esperaba. El doctor se sentó frente a mí y me dijo… “Tenemos que hablar.”
“Tenemos que hablar” significó una serie de operaciones para erradicar tumores cancerígenos de mi cuerpo. También significó largas horas de quimioterapia y algunas sesiones de radioterapia. Temí por mi vida. Tenía la sensación de que no iba a superar esta experiencia. Al mismo tiempo, cada vez que salía de una de las operaciones, de la quimio y de la radio, se renovaba mi fe y mi deseo de seguir aquí en el planeta Tierra, entre mis familiares y mis amigos.