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jueves, 29 de mayo de 2014

El ciberbullying -o ciberacoso


El ciberbullying -o ciberacoso- es una práctica propia de ésta era tecnológica en la que mayormente se ven involucrados jóvenes adolescentes, aunque no de manera exclusiva.
Práctica que aún no está considerada como un delito en nuestro país, a pesar de que en otras partes del mundo, el hostigamiento cibernético está tipificado como un “delito informático” dentro de las variadas y complejas operaciones ilícitas que se realizan en Internet.



Definido por los expertos como “una premeditada y repetida intención de lastimar o avergonzar a las personas por medio del uso de computadoras, teléfonos celulares o cualquier otro dispositivo electrónico” el ciberbullying afecta a más de la mitad de la población adolescente en los Estados Unidos.

                                          

En México, aunque recientemente el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública y Procuración de Justicia y la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) firmaron un convenio para “construir un esquema de detección y atención del hostigamiento escolar en línea o ciberbullying” lo cierto es que no existen estadísticas confiables que nos permitan dimensionar la magnitud del problema.
De hecho, como lo apunte al inicio, el ciberbullying no es un tema exclusivo entre jóvenes adolescentes, menos en una red social como Twitter.

                                              

En Twitter, y de un tiempo para acá en Facebook, se conoce como “troll” a un usuario que se refugia en el anonimato de 140 caracteres para sacar a la luz sus resentimientos, frustraciones y envidias, por una mal canalizada necesidad de admiración y reconocimiento. 
Hasta ahí, no hay problema, asunto de cada quien.
Pero cuando alguien arma un equipo de “trolles” y les paga con el propósito específico de “trollear”, el asunto toma otro cariz, porque entonces, ya estamos hablando de una jauría de trogloditas estratégicamente entrenados para atacar, calumniar, mentir y descalificar, entre otras linduras.
De que los hay, los hay y están al acecho de quienes se atreven a tocar a quien les da de comer, para atacar con frialdad, pero sobre todo, sin ningún respeto por los demás.
Aaaahhh y si para cumplir con su propósito hay que modificar un “twitt”, pues lo modifican con tal de salirse con la suya aunque ellos mismos se conviertan en el mal que presumiblemente combaten.

                                  
El antídoto contra el troll es muy sencillo: “No lo alimentes”. Se pueden denunciar y bloquear, pero lo que más se recomienda es ignorarlos y no alimentar su afán protagónico para evitar confrontaciones infructuosas que sólo llevan a perder el tiempo.

                            

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