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domingo, 20 de abril de 2014

De Facebook y otros demonios

No quiero ser extremista, pero quizá la exageración aplica con acierto a este contexto. La vida de la humanidad es una antes y después de Pacho Santos Facebook. Esa red social tan necesaria como odiada, ha cambiado en gran medida la forma en la que nos relacionamos con otros e incluso con nosotros mismos. ¿Diarios personales? Esos ya no existen, se han reducido más bien al “______________________ se siente triste/feliz/emocionada”, los viejos y empolvados álbumes de fotos que con tanto amor guardan nuestros abuelos y padres quedó en un “álbum” virtual titulado de forma llamativa para atraer likes. Los éxitos personales y profesionales se comparten con todo el mundo aún cuando sabemos que en Facebook tenemos par de “amigos” a quienes poco o nada les interesa nuestra vida.
En Facebook hay tanta diversidad de perfiles como personas en el mundo. Están los que a diario publican sus fotos del desayuno, del almuerzo y la comida; el eterno fetiche con los alimentos, fetiche que por fortuna se está “trastiando” a gatos Instagram. Están los que publican cosas “intelectuales, serias y críticas” – qué pereza, yo soy de ese grupo-. Son esos a quienes les pica la lengua y además de indignarse por todo, escriben en su status la opinión que nadie les está pidiendo. Estos suelen ser los más golpeados por los otros, pues reciben críticas en contra y a favor y su perfil se convierte en una cola de múltiples status con 35 comentarios cada uno, para que al final los “opinadores” y el “crítico principal” noten por fin que con Facebook no se cambia el país, ni el mundo ni nada. Sólo se pierde tiempo.

Están los que siempre, siempre están enamorados. Esos cambian de pareja con frecuencia pero con todos o todas se ven felices, como amor de 15. Publican fotos “delicadamente” editadas con filtros para que se vean más sofisticadas, postean su amor, sus fechas de aniversario y los sueños que comparten con su pareja. Todos damos like a eso pero lo mismo, no es algo que nos importe demasiado. (¿Qué nos importa en Facebook?)

Están los que siempre están deprimidos, cansados y aburridos de la vida. Todo es una tragedia y nada les sale bien, la vida los odia. Lo peor de este grupo, es que reciben likes a sus desgracias. Están los intelectuales, esos que opinan eventualmente y cuando lo hacen desacreditan las opiniones del resto. “En este país la gente se indigna por todo… Como si eso sirviera de algo”… Son esos que publican los capítulos de los libros que escriben, sus diplomas, sus becas, sus meritorias y el número de congresos y conferencias a las que asisten cada hora.  Nuevamente, a nadie le importa eso.

Están los políticos politiqueros. Son esos que a su foto de perfil le ponen cualquier cosa o símbolo alusivo a su partido. Publican desde Twitter los tweets de sus ídolos políticos (Robledo y Petro especialmente) y además insisten en convencernos que ese partido sí es el cambio, que esta vez sí es y que esta vez el pueblo sí llegará al poder. Con esos no se discute porque pueden ser un poco agresivos.

Hay más pero nombraré por último a mis favoritos. Esos que pocas veces publican cosas pero cuando lo hacen dicen cosas interesantes, son esos que manejan la red social con tranquilidad, sin intelectualadas, críticas, fotos de su privacidad y demás pecados virtuales.  Chévere ser como ellos.  No mentiras, todos somos una mamera. TODOS.
Ahora, no creo que nada de lo anterior sea algo necesariamente malo o bueno, el mundo cambia – sólo cambia, no evoluciona- y conforme aparecen nuevas redes, todo se pone peor. 

¡Oh Facebook: lindo terruño de egos e ideologías, gracias por cagarte en nuestras relaciones personales y  sociales! Cuánto te amamos.
 
Mi relación con Facebook es conflictiva, cada 3 meses me aburro y decido inhabilitar mi cuenta un par de días. Yo no tengo smartphone, pero a diario estudio y trabajo en un computador y la tentación de estar revisando el terruño de egos es difícil de manejar.  Por eso lo cierro, para descansar de la sociedad y descansar de mí, en especial de mí y mi insoportable necesidad de decir todo sobre lo que no sé.

En estos días en los que tendré cerrada mi cuenta, reflexionaré sobre algo muy importante: A NADIE le importa mi opinión, ni siquiera a mí.
 
 
 
 
*Nota: la intención de este escrito era sacar todos mis odios internos hacia Facebook. La vaina esta de la "revolución digital" y la importancia del internet para cambiar el mundo, es cuento aparte.

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