Aproximación a lo ocurrido el 14-A
Aproximación a lo ocurrido el 14-A
José Vicente Rangel / Periodista
José Vicente Rangel / Periodista
1º.)
Luego de los tensos momentos vividos durante el pasado domingo 14 de abril, es
importante reaccionar con responsabilidad. Si algo deriva del resultado
electoral que se expresó en las urnas ese día, es la confirmación del agudo
clima de polarización en el cual vivimos los venezolanos.
De nada vale que los
factores políticos y sociales que se enfrentan aleguen, de lado y lado, actos
de ventajismo, trácalas o cualquier otro tipo de perversión. Existe una
realidad insoslayable, redonda, contundente, que sería necio negar. Esta no es
otra que la evidencia de que la sociedad venezolana está dividida en dos
mitades y que, por suerte, dado el carácter de nuestro pueblo, la sangre no
llega al río. Por situaciones menos conflictivas, la gente en otros países se ha
matado. Aquí, en momentos más críticos, termina imponiéndose la racionalidad.
Pero no podemos abusar.
2º.)
El mapa electoral que surge del 14-A indica que Nicolás Maduro ganó en 16
estados, es decir, que perdió 4 de los 20 que obtuvo el 16 de diciembre de
2012, y que Henrique Capriles triunfó en 8, o sea, que sumó 5 a los 3 que
conservó en las elecciones de gobernadores. El dato es importante por lo
siguiente: porque sin duda ese resultado afectó fundamentalmente al chavismo,
ya que en los estados donde se impuso hubo, sin embargo, una disminución de la
ventaja que obtuvo en los comicios del 16-D. ¿A qué atribuirlo? ¿Acaso a
problemas que tocaron directamente a la colectividad como el eléctrico, la
inseguridad, el desabastecimiento, la devaluación? ¿O la merma fue producto de
la desaparición física de Chávez, líder del proceso revolucionario e
incomparable conductor popular, capaz de convertir en éxito, en las condiciones
más adversas, cualquier proceso electoral? Corresponde a las autoridades del
Psuv y del Gran Polo Patriótico hacer el análisis en profundidad de lo
sucedido, examinar las causas que afectaron a una elección que fue vista en
todo momento con optimismo. Razón tiene Diosdado Cabello cuando aboga, de
inmediato, por una autocrítica sincera.
3º.)
La situación derivada de los guarismos electorales, el incremento de los votos
de la oposición y el mantenimiento por parte del chavismo de una sólida
posición en medio de agudos problemas, lo cual prueba el calado popular del
movimiento que lideró Hugo Chávez —que, evidentemente, lo trasciende con una
conmovedora devoción y lealtad—, obliga a un reconocimiento recíproco. El mayor
error en que pueden incurrir las fuerzas que se disputan el poder en Venezuela,
está en subestimarse, recíprocamente, tanto el uno como el otro. Hay un
movimiento fuerte, poderoso, en el Gobierno que impulsa un proceso transformado
que apartando fallas y errores ha servido para cambiar la política, para
oxigenarla, para darle un nuevo rostro, y conectar ésta con lo más profundo del
pueblo. De este aporte, si duda alguna, también se ha beneficiado la oposición.
Y con el correr del tiempo se ha conformado una oposición que conquistó
espacios importantes y debe ser reconocida como tal. En el reconocimiento,
entre si, de ambos factores está la clave para acceder a la normalidad
institucional y darle al país la tranquilidad, la paz, la seguridad, el
progreso que los venezolanos de uno u otro bando reclaman.
4º.)
Las cifras son contundentes: Nicolás Maduro obtuvo 7.505.338 votos (50,66%) y
Henrique Capriles 7.270.403 (49,07%). Los números confirman la polarización y
la estabilidad institucional dependerá de cómo éstos sean asumidos. No hay
razón para engañarse y la única manera de no caer en el error, que no es otro
que desconocer la realidad, es trabajarla siguiendo la hoja de ruta de la
legalidad que emana de la Constitución Bolivariana. ¿Qué quiero decir con esto?
Primero que nada, que Nicolás Maduro ganó limpia y democráticamente las
elecciones presidenciales del 14-A. Que el resultado del CNE dio al país es
impecable, se ajusta al escrutinio y, por consiguiente, es irreversible. El CNE
tiene autoridad legal, moral y apoyo suficiente en la opinión pública para que
su información sea respetada y acatada. Es el árbitro al que se sometieron por
igual el chavismo y la oposición. Pretender desconocerlo ahora es rebelarse
contra la autoridad competente. La diferencia de votos entre Maduro y Capriles,
motivo de la disputa que se genera a raíz del resultado, es atípica en los
procesos electorales de la V República donde los márgenes de ventaja del
chavismo dieron origen a una cultura basada en los holgados resultados a lo
largo de 17 procesos electorales. 235.00 votos de ventaja (1,59%) está en la
línea de lo que lo regularmente es el margen de triunfo. Aquí mismo en
Venezuela, durante la IV República, en el puntofijismo, Rafael Caldera venció a
Gonzalo Barrios en las presidenciales de 1968 por 0,89%, y en la región tenemos
casos similares como las dos últimas elecciones mexicanas, e, incluso, las de
los Estados Unidos, suficientemente conocidos.
5)
Desde luego, a la oposición le asiste el derecho a objetar el resultado. Solo
que tiene que hacerlo respetando la legalidad y las instituciones. Hay
instancias que no es posible poner de lado. La oposición tiene que canalizar su
denuncia a través del CNE e impugnar el resultado recurriendo a la instancia
correspondiente. De lo contrario, estará reaccionando contra el Estado de
derecho. La excelente campaña electoral que ese sector hizo y el liderazgo conquistado
por Capriles, lo puede arruinar un paso en falso. ¿Consistente en qué? En la
tentación de caer en la trampa que condujo a la oposición hace 11 años a la
aventura. La poca capacidad para resistir la presión de los ultras, los
intereses transnacionales que se juntan para empujar una salida de fuerza en el
país. En fin, los odios, los rencores, y todas aquellas manifestaciones
salvajes que terminan contaminando la política.
6º.)
Hay un doble desafío. Uno para el chavismo, que tiene que aceptar que medio
país lo adversa por las razones que sea. Que ese medio país se expresa hoy a
través de una oposición donde hay importantes factores democráticos que están
haciendo un trabajo que, indudablemente, le ha dado beneficios electorales. Ese
sector debe tener un reconocimiento en tanto se mantenga en el plano cívico,
democrático y rechace cualquier tentación que lo aleje de lo que está pautado
en la Constitución del 99. El otro desafío es precisamente para la oposición.
En su seno hay gente que pretende extirpar, por así decirlo, al chavismo. Que
tiene una concepción fascista de la política. De tal sospecha no escapa
Henrique Capriles. Él afirma que siempre ha sido un demócrata, que no ha
conspirado. Lo cual no es cierto. Él participó activamente en las bochornosas
acciones del 11 de abril, las guarimbas, la persecución de dirigentes chavistas
y el paro-sabotaje de la industria petrolera. Al respecto hay testimonios
suficientes. Sin pretender ser juez de los demás, esa pasada conducta tiene un
peso importante. Lo que no implica desconocerle que ahora está abocado a un
trabajo político de carácter institucional que ha servido para fortalecer a la
oposición.
7º.)
En síntesis: Es el momento de la política. De abrirse al diálogo. Hay que
buscar con audacia a los interlocutores que, en mi opinión, existen. El
planteamiento sobre la paz, si no se aborda con decisión, puede volverse simple
retórica y correr el riesgo de perder una excelente oportunidad para que la
situación que se reflejó en los resultados electorales del 14-A tenga respuesta
apropiada. Diálogo y política constituyen la clave a partir de ahora.
José Vicente Rangel / Periodista
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