La situación de violencia que se vive en algunos municipios del país y que se ha intentado generalizar a través de los medios de comunicación y las redes sociales, trae consecuencias en el ser humano de manera directa y en las relaciones interpersonales, es decir, en la convivencia, aspecto indispensable en la salud del ser humano.
Los efectos psicológicos directos se pueden traducir en la presencia de un conjunto de emociones negativas que afectan el equilibrio emocional y la paz interior, tales como intranquilidad, nerviosismo, angustia, incertidumbre, miedo, impaciencia. Todas estas emociones y sentimientos hacen que la ciudadanía viva en una constante ruptura de su cotidianidad afectiva, laboral, estudiantil y principalmente vecinal y familiar.
Esa ruptura afecta a todos de acuerdo a su etapa de vida. Los niños y niñas no asisten a la escuela regularmente, lo cual genera una desestructura en los hábitos de rutina. No ver y compartir con su grupo de pares los obliga a permanecer en el mundo de los adultos que se encuentran cercanos a esas situaciones de violencia, como consecuencia los niños y niñas no tienen el espacio para vivir sensatamente su infancia, estudiar y aprender en colectivo en su entorno escolar, jugar relajados y compartiendo en medio de fantasías y creaciones infantiles.
Los adolescentes también se ven afectados, ya que sus actividades sociales se ven coartadas y muy limitadas a las redes sociales, lo cual es ya de por sí dañino, pues actualmente sólo se muestran videos, audios y fotos que promueven emociones y conductas de confrontación y de estrés, aumentando considerablemente el clima de tensión familiar. Si además faltan al liceo, sus logros y metas académicas se verán afectadas, principalmente aquellos del último año de educación, quienes esperan el ingreso a la universidad, sus preinscripciones y exámenes, lo que puede ocasionar una sensación de impotencia, impaciencia e intolerancia frente a las acciones que les impiden el logro de metas y donde esto es vital para las edades en cuestión. En situación similar están los jóvenes de las universidades, con riesgo de perder el semestre o de ver afectados sus planes de estudio.
Los adultos que se ven en la situación de querer proteger a sus hijos, hijas, padres y madres se ven ansiosos con la presión familiar, que termina confrontándose con sus ideales políticos cualesquiera que estos sean. Los adultos mayores tampoco pueden realizar su rutina, se ven más desprotegidos y dependientes de la situación de tensión que ocurre en el sector donde viven.
Vemos con preocupación el atropello permanente a la tranquilidad de los vecinos de las zonas afectadas, la violencia pasiva y directa hacia los que no están de acuerdo con esas acciones independientemente de sus simpatías políticas o partidistas. El ensañamiento genera miedo, rabia, impotencia, emociones y sentimientos que llevan a acciones de defensa, de confrontación y por supuesto a la fractura de la convivencia.
La realidad virtual hace que la realidad que se vive se desdibuje y genere dudas, la incertidumbre vuelve a ser la sensación más presente. Nos llama la atención que todo este tipo de acciones tiene consecuencias en lo cotidiano que es aquello que nos brinda seguridad, la fractura de afectos y de relaciones armónicas produce aislamiento, soledad, y valores más negativos para la construcción colectiva como el egoísmo, el individualismo, la intolerancia. Las consecuencias de estas acciones no son ganancias o pérdidas políticas o económicas, sino humanas.
Por ello, reiteramos el llamado a la calma, al orden, a la unidad de la familia y de los vecinos en pro del respeto al otro, de la solidaridad y de la empatía. No podemos permitir la intransigencia frente a la angustia de nuestros vecinos. Es en la comunidad donde hacemos vida; por ende, donde mejor se pueden gestar los valores de solidaridad y de convivencia por encima de las diferencias políticas. En algún momento siempre necesitaremos contar con el apoyo del vecino para resolver algún problema.
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Namasté