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viernes, 18 de noviembre de 2011

Horacio Quiroga - La Muerte . . .

La muerte


Quiero compartir este excelente trabajo realizado por: Luis Gonzalo López, y publicado en Monografías.com que trata sobre uno de mis escritores latinoamericanos preferidos: Horacio Quiroga



Horacio Quiroga, un hombre al que le tocó protagonizar una sucesión de muertes muy confusas, o por lo menos tan infortunadas como para que se pueda hacer sensacionalismo alrededor de ellas.
Cualquiera de ellas por separado habría bastado para alejarlo de la histeria modernista., pero la que más lo alteró fue la de su amigo Ferrando, al que mata accidentalmente. De todos modos, este sacrificio del amigo, se repitió, después, cuando Ana María Cires, su mujer, se suicida con cianuro en medio de la selva. Un poco antes, en su atormentado y oscuro pasaje por Buenos Aires, había muerto otra, una de la cual nadie habla y parece haber sido la gran mujer de su vida, muerta de tuberculosis.
Es por ello que esta presencia dramática, llena de sucesos lastimosos, desgraciados y fatales en su vida, influye en sus obras, cargándolas de un gran contenido de tragedia.
¿Pero qué buscaba Quiroga al recaer constantemente en temas de muerte? ¿Por qué en esos temas es cuando obtiene sus mejores obras? ¿Por qué es allí que su estilo es el más personal y más limpio de influencias?.
Es justamente la experiencia personal de Quiroga la que conducirá a esa preferencia por los temas de muerte, asunto que será desarrollado en la presente monografía.

Biografía:
Nacido en 1878 en el Salto Uruguayo, donde su padre era vicecónsul de la Argentina. Horacio Quiroga, al regreso de un corto viaje a París, inició sus primeros ensayos literarios con el libro en prosa y verso Los arrecifes de coral (1901), fruto de la influencia de renovación poética que dirigía en su país Julio Herrera y Reissig.
En 1903 un viaje con Leopoldo Lugones a Misiones le descubrió la belleza de esa selva, su mundo de misterio y de sonora soledad. Años más tarde estableció su hogar en los alrededores de San Ignacio sobre el río Paraná y reveló a las letras un ambiente y una vida ignorados. Se dedicó también a variadas empresas en las que su personalidad vigorosa se destacó ampliamente. Pero su auténtica vocación fueron las letras. Cultivó la poesía, la prosa y en la prosa, la novela y el cuento; pero fue principalmente en este último género donde mostró su talento excepcional, mereciendo el elogio permanente de la critica literaria.
Muchas influencias pueden señalarse en él: Kipling, Poe, Dostoiewski, pero sus mejores obras son aquellas en que superada la etapa de lo extraño y de lo mórbido muestra la naturaleza y el alma de Misiones.
Su vida llena de altibajos, de empresas quijotescas, de lucha tenaz, tuvo muchos episodios dolorosos que explican en parte sus actitudes y su conducta un tanto rara y extraña.
Fue admirado y envidiado. Como todo valor nuevo y auténtico se lo discutió e imitó. De toda su obra lo sustancial son sus cuentos, limpios descarnados y humanos, que señalan un temple literario de primera magnitud.
Falleció en Buenos Aires, el 19 de febrero de 1937. Sus restos fueron enviados a Salto, su ciudad natal, con grandes homenajes.

Sus cuentos más difundidos son: Cuentos de amor, de locura y de muerte, Los desterrados y Cuentos de la selva, entre otros.
- 1878 31 de diciembre: Nace en Salto Uruguay.
- 1879: La familia va a una chacra, en San Antonio Chico, donde abunda la caza. A la vuelta de una excursión Prudencio Quiroga (su padre) muere al enganchársele la escopeta cuando descendía de la lancha.
Poco después Horacio es llevado por su madre a Córdoba, a la que se trasladan para cuidar la salud de una de las hijas (aquejada por el asma). Al cabo de cuatro años regresan a Salto; Quiroga cursa estudios primarios en el colegio Hiram, sostenido por la masonería.
- 1895: 5 de septiembre: Ascencio Barcos (su padrastro), enfermo, se suicida.
- 1898: En las fiestas de carnaval de Salto, conoce a María Esther Jurkowsk, se enamora y quiere casarse con ella. Su familia se opone y se produce la ruptura, su primer gran amor desdichado ("fue un amador constante"), a la que más tarde hará protagonista de Una estación de amor y Las sacrificadas.
- 1902: 5 de marzo: a raíz de un cruce de brulotes, Guzmán Papini y Zás y Federico Ferrando conciertan un duelo. Quiroga, que llega a Montevideo procedente de Salto, va a casa de Ferrando. El hermano de éste había comprado una Lafoucheux de dos caños (12 mm). Son las 19 horas: Quiroga examina el arma; se le escapa un tiro. "Oyóse un grito de dolor y Ferrando cayó sobre la cama, la bala le había penetrado en la boca, alojándose en el occipital sin salir". Muere en seguida. Quiroga es sometido a interrogatorio y trasladado posteriormente a la Cárcel Correccional. El Dr. Manuel Herrera y Reissig, hermano del poeta, asume la defensa. Consigue que sea puesto en libertad el sábado 9.
Inmediatamente después abandona Montevideo. Se refugia en la casa de su hermana María, en Buenos Aires.
14 de diciembre de 1915: Ana María Cires, su esposa, se quita la vida ingiriendo una fuerte dosis de sublimado. Su agonía dura ocho días.
"Quiroga nunca hablaba de su primera esposa. Una vez sin embargo, al pasar por el cementerio de San Ignacio le dijo a Julio E. Payró (quién ha comunicado la anécdota) ´ Está enterrada allí ’. Payró le preguntó si visitaba la tumba. Quiroga le contestó que jamás. Y agregó: ‘Me he olvidado completamente de todo eso’. ‘Parecía muy duro’, advirtió Payró, pero después he llegado a comprender que esa era la única manera de seguir viviendo para el que queda’."

- 1925 Regresa un tiempo a San Ignacio, allí se enamora de una joven de 17 años que se llama también Ana María. Sus padres impiden los encuentros. El entonces agota los medios para comunicarse: mensajes envueltos en tubo de palo raspado, cartas en clave y otros semejantes; hasta llega a cavar un túnel para raptarla. La muchacha es alejada subrepticiamente y Quiroga desiste.
- 1934 15 de abril: se lo declara cesante: (La política uruguaya ya ha sufrido un vuelco a raíz del golpe de estado del 31 de marzo del año anterior; Brum se ha suicidado para no entregarse.) La S.A.D.E. (Sociedad Argentina de Escritores) envía una nota, que firman Roberto Giusti, Arturo Cerretani Y Cesar Tiempo, al presidente del Uruguay, Dr. Gabriel Terra, para que lo reponga en el Consulado. El pedido es denegado. La situación económica de Quiroga se torna apremiante.
- 1936 En mayo, después de un año y medio de gestiones, se le acuerda la jubilación. Poco después su mujer y su hijita se marchan; y él queda solo.
- 1937 18 de febrero: durante la tarde mantiene - según sus biógrafos - una conversación con los médicos, en la cual corrobora las sospechas que ya tiene sobre la enfermedad (cáncer gástrico) . Después sale a dar un paseo por la ciudad y regresa al Hospital a las once de la noche. En la madrugada del día 19 muere.(Un vaso con restos de cianuro, evidenciaba la causa del fallecimiento."
Sus restos son velados en la Casa del Teatro, sede también de la S.A.D.E. - institución de la cual Quiroga había sido socio fundador y vicepresidente -; y posteriormente trasladados al Uruguay.

Todos los temas perecen sugerir algo de la vida misma del autor, como si en el desarrollo de las ideas hubiese un índice capaz de revelar cual fue la consagración más íntima y el sentido más profundo de esa vida.
Quiroga es indiferente, frío y pesimista; estas actitudes marcan cierta predilección por los temas de muerte.
1-Indiferencia: La falta de expresión subjetiva, de afectividad, la casi indiferencia por los personajes, a quienes muestra en sus torturas, caídas, miserias, sin manifestar hacia ellos simpatía aparente.
2-Frialdad: En sus relatos el hombre lucha, se desespera, pero al fin fracasa y desaparece. Se diría que hay un cierto y velado fatalismo en Quiroga, que lo llevará a considerar inútil todo esfuerzo. Paralelamente a ello muestra una frialdad impasible capaz de observar a los hombres, verlos en su angustia y verificar sus derrotas.
3-Pesimismo: No obstante es preciso penetrar en esos seres de ficción para ver hasta que punto Quiroga es pesimista.
" "El hombre intentó mover la cabeza, en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió, fría, matemática e inexorablemente la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia."
"Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente va a morir." "
Influencia y originalidad
Cualquiera sea la cronología real de la producción de Quiroga, tomando la fecha de aparición de sus libros como el momento inmediatamente posterior a su elaboración, se puede observar que las influencias sufridas y la orientación propia casi nunca dejan de coexistir. Dicho de otro modo: se puede hablar de dos formas de la personalidad de Quiroga. Una, la relativa a la absorción de las influencias; otra, a su producción original.
Los dos aspectos de la actitud de Quiroga se mezclan o interfieren llenando de altibajos constantes todos sus libros.
La mezcla se da en Cuentos de amor, de locura y de muerte, donde la perfección narrativa alcanza su grado quizás más alto dentro de toda su producción, por la seguridad de los medios empleados y el rigor con que son trabajados.
Las dos muertes
Así, dos muertes recorren la obra de Quiroga: las muertes tradicionales y las muertes propias.
La primera categoría corresponde a esos indistintos sentimientos que tuvo cuando era joven y que las lecturas desviaron para darles una forma que no le es propia pero que Quiroga sintió como la única posible, puesto que no estaba todavía en condiciones de juzgar y seleccionar. Este es el encanto que nos conquista cuando advertimos prematuramente que otros han dado cauce a las cosas que nos perturban e inquietan mientras nosotros carecemos de los medios para expresarnos en forma propia.
Es la muerte propia por un motivo central la que se confunde con la situación misma que vive el personaje. En cierto modo , esa muerte que le sobrevendrá le corresponde, no siendo sin embargo el castigo de ninguna falta. El personaje jamás se siente tan infatuado como para ignorar a qué conduce su desdichada presencia, que siente vaciada y menoscabada por algo que no sabe qué es, lo cual no le impide la extrema y serena combatividad. Sin embargo el ámbito de pelea nunca es pretensión de un resultado distinto a la segura muerte. Propia también por un motivo accesorio: porque es el mismo Quiroga quién juega su muerte en la muerte de sus personajes; y propia por un motivo técnico: porque es la más lograda estéticamente, sin las vacilaciones que tienen las muertes del otro estilo, meras anécdotas que combinan lecturas con imágenes sugeridas por la realidad.
Responsabilidad
No fue, como se ve, un espectador más o menos cercano de la muerte de los otros, familiar y desolado. Más que los demás, Horacio Quiroga tuvo que sentirse responsable y aún culpable. En parte, porque, como todos, no supo evitar que esos otros se murieran; en parte, por las causas o la comisión material de las muertes de los demás, la cual podía, con muy justas razones, atribuirse.
Lucha con y contra la muerte: Sentido de la aceptación
Incorporó así a su vida, visto que ya su suerte tenía continuidad y un equilibrio bastante siniestro la muerte como una instancia real y condicionante. Si todos los proyectos caen víctimas de ella, si ella preside lo más importante de nuestra existencia, ¿cómo no llegar a la conclusión de que ella es lo más importante de nuestra existencia, que ella es nuestra existencia misma?. Quiroga puede haberse dicho que era necesario trazarse un plan puesto que las cosas son como son. Y luchó en el sentido de no desvirtuar esa muerte con la vida, haciendo de esta un trampolín resbaloso que a cada rato le recordaba la inminencia de la caída, afrontando yararás, crecidas del Paraná, bandidos paraguayos, disenterías y toda otra alternativa que puede darse cuando uno mismo va en busca de las cosas desagradables, sin despreciarlas, sino tomándolas como lo que en realidad son: parte del juego vital y lucha con los elementos que representan la muerte.
Aceptó haciendo una nueva composición del lugar. Entonces estuvo en condiciones de equiparar vida y muerte y pudo haber dicho que puesto que la vida ya no era el bien supremo, tanto daba perderla en cualquier momento, lo cual no implicaba que no quisiera extraer de todos los momentos un jugo que satisfacía sus máximas exigencias. Su egoísmo se acentuaba después de los desastres y Quiroga se recoge más y más en su caparazón. Cada cosa que se propone hacer le parece de imperiosa ejecución y no vacila en torturar o molestar a los otros poseído por esa urgencia. Así se le da por construir botes en un sótano de la calle Canning, en le que vive con sus dos hijos niños todavía. Ni se le ocurre que, excepción hecha de su experiencia de la muerte, los otros, ignorantes de ella, quieran ponerse a cumplir proyectos que van más allá de su perentoria urgencia por ganarle a la muerte un cuarto de hora. Su egoísmo, brutal y desenfrenado, aunque inconsciente de sí mismo, tiene su raíz en esta aceptación que, si bien emponzoña su vida, también le hace comprender otras realidades tales como el sentido de la soledad, por ejemplo.

De ésta viene el miedo, que no lo es de un objeto concreto, sino de su propia muerte, una vez que aprendió bien como era de cerca la de los demás y una vez que esta ya no le hacía más daño al producirse porque todo el daño estaba hecho. No le tuvo miedo a los perros, como les sucede a muchos, o a los leones o las carabinas. Al parecer tenía una decisión y serenidad pasmosas frente a circunstancias que hacían retroceder a otros. No son necesarias las anécdotas sabiendo donde vivió y los años que permaneció allí. Su casa en Misiones está sobre una meseta desde la cual se ve el Paraná, que allí mismo se abre y redondea. La cubre una vegetación descuidada y fulgurante. Aún hoy el camino que la une con San Ignacio es dificultoso y largo. Hay unos buenos veinte minutos de automóvil hasta las ruinas. En el medio hay ahora labrantíos que combaten contra la flora subtropical que los ahoga. Haber vivido en ese lugar hacia 1910 debió haber requerido nervios poco comunes y una energía que no necesita de muchos ejemplos.
Sin embargo Quiroga tiene miedo a su propia muerte.
Por una ventaja que tiene el escritor sobre el hombre corriente, puede volcar ese miedo en su literatura y descargarse de él, en lugar de caer encima de los amigos o volver a la infancia.
Uno de sus cuentos más personales, El desierto, nos muestra el mecanismo del miedo. Subercasaux, el protagonista, tiene dos hijos como Quiroga. Vive con ellos en la selva teniendo que hacer de padre y madre, pues esta murió hace poco, como la mujer de Quiroga. La primera parte del cuento es descriptiva:
" "Duro, terriblemente duro aquello…
"Pero ahora reía con sus dos cachorros que formaban con él una sola persona, dado el modo curioso como Subercasaux educaba a sus hijos.
"Aprendió - no a cocinar porque ya lo sabía - sino a fregar las ollas con la misma arena del patio, en cuclillas y al viento helado que le amorataba las manos.".
Hasta aquí todo se parece a lo que sabemos de Quiroga mismo, pero luego la cosa toma un giro inesperado. Víctima de un accidente trivial en Misiones, un pique en una uña, Subercasaux muere dejando a los niños solos:
"Ni uno ni el otro se atrevía a hacer ruido. Pero tampoco le llegaba el menor ruido del cuarto vecino, donde desde hacía tres horas su padre, vestido y calzado bajo el impermeable, yacía muerto a la luz del farol.".

Quiroga sabe lo que le puede pasar, porque está solo e inerme. Y tiene miedo. Entonces imagina su propia muerte para sacársela de encima, quiere conjurar la muerte imaginándose tocado y buscado por ella de modo que, satisfecha en un plano su potencia, lo deje tranquilo en el otro, en el que realmente lo puede amenazar. Escribe su muerte para quedarse tranquilo porque en realidad los ruidos que hace el bosque por la noche no auguran nada bueno, siendo así que la muerte existe y preside todos nuestros actos y decisiones.
Este impulso a imaginar la muerte tiene una manifiesta expresión en el cuento La insolación:
"-¡Es el patrón! exclamó el cachorro, sorprendido de la actitud de aquéllos.
"- No, no es él - replicó Dick.
"Lo cuatro perros estaban juntos gruñendo sordamente, sin apartar los ojos de Mister Jones, que continuaba inmóvil, mirándolos. El cachorro, incrédulo fue a avanzar, pero Prince le mostró los dientes.
"- No es él, es la Muerte.
"El cachorro se erizó de miedo y retrocedió al grupo.
"- ¿Es el patrón muerto?- preguntó ansiosamente.
"Los otros, sin responderle, rompieron a ladrar con furia, siempre en actitud temerosa. Pero Mister Jones se desvanecía ya en el aire ondulante."
Se ve muerto aún antes de morir como dándose una última oportunidad. Si logra expulsar esa imagen de su vista o cerebro quizás no muera. La única manera que se le ocurre para expulsarla es escribirse muerto, única arma con la que cuenta para conjurar y deshacer la imagen que lo aterroriza y cohibe.
Y así, los cuentos en los que entran los elementos más entrañables a Quiroga: el medio geográfico, el sentido de la experiencia, la actividad por la que encuentra al hombre común, la soledad y el exilio, incluyen estos finales que son la mejor solución a la anunciante carga de la vecina y propia muerte.
Lo que hay es convicción y evidencia. ¿Quién lo dudaría este final de La insolación?:
"Los perros comprendieron que esta vez todo concluía, porque su patrón continuaba caminando a igual paso como un autómata, sin darse cuenta de nada. El otro llegaba ya. Los perros hundieron el rabo y corrieron de costado, aullando. Pasó un segundo y el encuentro se produjo. Mister Jones se detuvo. Giró sobre sí mismo y se desplomó.
"Los peones, que lo vieron caer, lo llevaron a prisa al rancho, pero fue inútil toda el agua; murió sin volver en sí. Mister Moore, su hermano materno, fue allá desde Buenos Aires, estuvo una hora en chacra y en cuatro días liquidó todo, volviéndose en seguida al sur. Los indios se repartieron los perros, que vivieron en adelante flacos y sarnosos e iban todas las noches, con hambriento sigilo, a robar espigas de maíz en las chacras ajenas.".
En este párrafo, no solo notable por su concisión y seriedad, está condensado, o mejor dicho ejemplificado, lo dicho anteriormente sobre el sentimiento de muerte. Viene y nada se puede hacer. El hombre está inerme frente a ella, no tanto porque ella es más fuerte de lo que podemos pretender para nosotros mismos, es nosotros mismos , se desprende, sale afuera y cuando regresa, la unidad que se recompone es definitiva.
La convicción conque Quiroga manifiesta la muerte no abandona ninguno de los cuentos de la "muerte propia".
"El hombre muerto es un relato breve, un instante trágico que el cuentista ha detenido para ofrecérnoslo en toda su trascendencia.".
Es el momento en que un hombre caído por accidente, va a morir solo, al rayo del sol, junto a su caballo, mirando el bananal que ha cultivado.
Técnicamente el cuento está realizado con maestría, aunque no da lugar a ningún pensamiento trascendente, a algún atisbo de lo sobrenatural, esa muerte, tan seca y tan terrible trasciende por sí sola al hombre y a lo que le rodea. Es una fugaz sugerencia y una larga meditación.
¿Por qué Quiroga es un gran cuentista? Sencillamente porque no dice nada más que lo que tiene que decir. Porque no emplea adjetivos altisonantes para expresar lo que el mismo hecho descubre. La sobriedad es signo de fuerza. Y su falta de piedad queda demostrada con ese grito de ternura: ‘¡Piapiá!’( grito del niño que va a buscar a su padre que yace muerto).
" "El hombre echó en consecuencia una mirada satisfecha a los arbustos rosados, y cruzó el alambrado para tenderse un rato en le gramilla.
"Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pié izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en le suelo…. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente debajo del cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de la hoja del machete, pero el resto no se veía".
"Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente va a morir."…".
Con este fragmento queda demostrada la falta de afectividad y la casi indiferencia por el personaje, a quién muestra en su caída, tortura y muerte. En este relato el hombre lucha, se desespera pero al fin fracasa y desaparece, considerando inútil todo esfuerzo.
Paralelamente a ello muestra una frialdad impasible, capaz de observar a los hombres, verlos en su angustia y verificar sus derrotas.
Surgen de sus cuentos relaciones con las que él fue consecuente, no solo porque fue depurando el tema hasta llegar hasta un plano casi religioso en él sino también porque terminó por encontrarse definitivamente con ella, voluntaria y concientemente porque sabía que estaba enfermo y que habría de morir en pocos días. Apurar ese plazo fue su última muestra del coraje con el que se enfrentó al miedo y la consecuencia de todo lo que había llegado a expresar sobre la muerte: que la temía y que la aceptaba, que hasta por el hecho de suicidarse le demostraba cuánto había luchado contra ella.

El estilo de Horacio Quiroga:
Horacio Quiroga no era un estilista, no le preocupaba la elegancia ni el refinamiento formal. Le preocupaba en cambio, la eficacia expresiva, la frase vigorosa, plástica y precisa. Llenas entonces de plasticidad, fuerza y exactitud, tan ricas de vivencias y conocimiento del medio, como de sensaciones y puntualidad visual.
Experiencia vital y experiencia literaria de Quiroga.
Mundo real y mundo de la literatura
La diferencia entre el mundo real y el mundo de la obra es mínima (aunque el signo bajo el que viven sea profundamente distinto), el crítico a veces se pierde y considera los elementos que están en la obra con las calificaciones que tiene para con los elementos que componen la realidad inmediata.
Las cuatro líneas de la obra de Quiroga
Uno de los cuatro elementos es el sentido de la experiencia como rasgo fundamentalísimo de la literatura contemporánea y motivación del estilo de Quiroga. Este elemento colora todo lo demás, que vienen a constituirse en una suerte de objetos o contenidos de la disposición para la experiencia y son: la presencia de la actividad como forma expresa de una situación del hombre contemporáneo, la presencia de la soledad como camino para el descubrimiento y la aceptación de los propios límites y la presencia de la muerte como instancia vital más importante que exige la más dificultosa adecuación de la literatura.
Dos maneras de escribir
Quiroga toma dos actitudes para escribir: una, que se hace cargo del peligroso compromiso personal que significa descubrir el mundo al exclusivo efecto de describirlo, con la clara consecuencia de que por ello el mundo real se conmueve en su peso y queda destruido; y otra, que procede a partir de la convicción valorativa de que no hay diferencia entre el mundo de los objetos y el tiempo real y el mundo de la literatura, y que uno y el otro poseen el mismo tipo de realidad; lo cual supone que no habrá dificultad en expresar la realidad o cualquiera de sus aspectos, porque las palabras son representación cabal y eterna de las cosas y no hay margen entre una y otras.

Pocas veces llegaba a armonizar las dos tendencias. Parece haber sufrido una atracción poderosa por el ejercicio simultáneo de ambas. Seguramente la nefasta curiosidad por la muerte, unida a la muerte ajena que ya había conocido, le provocaba tal inquietud que era como un aura proyectada sobre los otros para entristecerlos y llevarlos a ejecutar eso que, por haber comprendido la ambigüedad, él mismo no podía hacer. La muerte de su primera mujer, por ejemplo. Quizás haya habido razones para que ella se suicidara. Lo real es que la mujer de Quiroga se suicida y eso siempre significa un fracaso del que queda vivo. Al no haber podido conjurar en sus orígenes los motivos que la llevaron a ello, de algún modo Horacio es culpable de haberlos favorecido. Después de muerto sus hijos también se matan. Son las criaturas que el formó y a quienes les dio existencia. Y ese vaivén no lo deja descansar, pero al acuciarlo le exige tanto que le extrae sus mejores expresiones.
Liquidación de la ambigüedad: muerte
Una alternativa concluida, puede consagrarse a la otra. Acabada la posibilidad de escribir, Quiroga puede dedicarse a la posibilidad de vivir, que por una lógica secuencia, se trueca en la posibilidad de morir. Esta muerte que por angustia fue esquivada, aunque de algún modo la irradiaba, tuvo la suerte de reencontrarse con él y hacer que su destino fuera consecuente. Horacio Quiroga se suicida empujado seguramente a ello porque estaba enfermo. Salvo esta razón, muy poderosa por cierto pero no la única, tal vez haya caído bajo el foco de su propia influencia. Quizás, una vez que la ambigüedad estuvo rota, asumió el impulso del que fue víctima en su juventud, pero que retuvo proyectándolo exclusivamente sobre los otros. Matarse no es eliminar problemas. Es reunirlos todos en el momento previo al acto y asumir el riesgo de anularlos anulándose.
Queda demostrado que hay una predilección por los temas relacionados con la muerte y, aún más, que la muerte es la variante y cauce en el que se resuelve la mayor parte de las situaciones que describe.
Quiroga se aproxima gradualmente más al ámbito de la muerte, sobrepasando y superando el recurso que en general se emplea como solución de los conflictos, para llegar a la instancia de la muerte, a la expresión de una dimensión en la que el hombre actúa y a la que está de alguna manera consagrado.
El progreso hacia esta hondura lo es en el sentido de un sentimiento de la muerte, viene y nada se puede hacer. El hombre está inerme frente a ella, no tanto porque ella es más fuerte que lo que podemos pretender para nosotros mismos sino porque además el hombre está solo y ha aceptado y, por otra parte, ella está en nosotros mismos, es nosotros mismos, se desprende y sale fuera y cuando regresa, la unidad que se recompone es definitiva.

-JITRIK, Noé. Horacio Quiroga. Una obra de experiencia y riesgo. Buenos Aires.,
Ediciones Culturales Argentinas, 1959.
-MIGNON DOMÍNGEZ, Petrona. 16 Cuentos argentinos. Selección, prólogo y notas.17ª
edición. Bs. As. Ed . Abril S.A.,1988 (Clásicos Huemul N°70).
-QUIROGA, Horacio. Cuentos de amor, de locura y de muerte. Bs.As., Kapeluz,1996.
(Grandes Obras de la Literatura Universal).
-QUIROGA, Horacio. Cuentos de la selva y otros cuentos. Cántaro Editores, 1998.
Resumen:
Esta monografía intenta abordar como tema la "predilección de Horacio Quiroga por los temas de muerte". Horacio Quiroga fue un hombre al que le tocó protagonizar una sucesión de muertes muy confusas, la presencia dramática, llena de sucesos lastimosos,
desgraciados y fatales en su vida, influye en sus obras, cargándolas de un gran contenido de tragedia.
Pero, ¿qué buscaba Quiroga al recaer constantemente en temas de muerte? ¿por qué es en esos temas cuando obtiene sus mejores obras? ¿por qué es allí en donde
su estilo es el más personal y más limpio de influencias?.

Trabajo enviado y realizado por:
Luis Gonzalo López

para: http://www.monografias.com/trabajos5/lamu/lamu.shtml?news 

Imágenes: Google

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