Por: Fernando Mieres
Las luchas sociales, económicas y políticas por eliminar la «injusticia distributiva», son necesaria, no para superar dicha injusticia sino porque necesitamos «luchar».
Cuando hablamos de «injusticia distributiva» sobreentendemos que nos estamos refiriendo a una supuesta causa de que existan ricos y pobres.
También estamos sobreentendiendo que existe una sola justicia según la cual todos deberían tener el mismo derecho a disfrutar de los bienes del planeta.
Dicho de otro modo: en este mes de octubre de 2011, según una agencia especializada de las Naciones Unidas (UNFPA), la población mundial es de 7.000 millones de personas. Por lo tanto, «justicia distributiva» podría llamarse al reparto de la riqueza planetaria entre esa cantidad de habitantes.
Como esto es impracticable podemos concluir que la «justicia distributiva» en términos matemáticos es imposible.
Si esta «justicia distributiva» es imposible podemos concluir que existe más de una forma de reparto con lo cual ingresamos en el terreno de lo opinable y donde el pensamiento único sería arbitrario.
Podemos estar seguros que existen agrupamientos de personas que se han puesto de acuerdo en darle una definición concreta al concepto «justicia distributiva» para luego trabajar (luchar) por alcanzarla.
Acá tenemos un dato interesante: si se han puesto de acuerdo en una definición y tienen que trabajar (luchar) para alcanzarla, es porque esa definición responde a algo que aún no tienen, que en todo caso tienen otros o que sólo está en el mundo de las ideas (fantasías, ideales, utopías).
Si aceptáramos que las personas necesitamos las necesidades y los deseos para poder vivir (1), entonces es posible pensar que las molestias causadas por la «injusticia distributiva» son necesarias y que el trabajo (lucha) para eliminarlas es el objetivo verdaderamente buscado.
En suma: los humanos necesitamos la disconformidad provocada por la «injusticia distributiva» para poder luchar y mantenernos vivos.
Cuando hablamos de «injusticia distributiva» sobreentendemos que nos estamos refiriendo a una supuesta causa de que existan ricos y pobres.
También estamos sobreentendiendo que existe una sola justicia según la cual todos deberían tener el mismo derecho a disfrutar de los bienes del planeta.
Dicho de otro modo: en este mes de octubre de 2011, según una agencia especializada de las Naciones Unidas (UNFPA), la población mundial es de 7.000 millones de personas. Por lo tanto, «justicia distributiva» podría llamarse al reparto de la riqueza planetaria entre esa cantidad de habitantes.
Como esto es impracticable podemos concluir que la «justicia distributiva» en términos matemáticos es imposible.
Si esta «justicia distributiva» es imposible podemos concluir que existe más de una forma de reparto con lo cual ingresamos en el terreno de lo opinable y donde el pensamiento único sería arbitrario.
Podemos estar seguros que existen agrupamientos de personas que se han puesto de acuerdo en darle una definición concreta al concepto «justicia distributiva» para luego trabajar (luchar) por alcanzarla.
Acá tenemos un dato interesante: si se han puesto de acuerdo en una definición y tienen que trabajar (luchar) para alcanzarla, es porque esa definición responde a algo que aún no tienen, que en todo caso tienen otros o que sólo está en el mundo de las ideas (fantasías, ideales, utopías).
Si aceptáramos que las personas necesitamos las necesidades y los deseos para poder vivir (1), entonces es posible pensar que las molestias causadas por la «injusticia distributiva» son necesarias y que el trabajo (lucha) para eliminarlas es el objetivo verdaderamente buscado.
En suma: los humanos necesitamos la disconformidad provocada por la «injusticia distributiva» para poder luchar y mantenernos vivos.
AUTOR: FERNANDO MIERES
Publicado: 29-10-2011
Fuente: http://dineropsi.blogspot.com/2011/10/dependemos-de-la-injusticia.html
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Namasté