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domingo, 24 de junio de 2012

Discreción y vulgaridad












Muchas personas se imaginan poseedoras de«sangre monárquica» y critican las mismas vulgaridades que clandestinamente prefieren consumir (mirar, aplaudir).
 En otros artículos (1) hice mención a un concepto que alguien bautizó como «proxémica».

Este concepto se refiere a esa percepción subjetiva que todos sentimos en relación a la distancia física que guardamos con los demás.

Cuando viajamos en un colectivo lleno de gente sentimos incomodidad porque los demás pasajeros nos aprietan, refriegan, nos trasmiten su calor corporal. También sentimos incomodidad cuando nuestro ser amado se sienta en el otro extremo del sofá.

Por lo tanto, la proxémica estudia esa distancia óptima que desearíamos conservar con cada una de las personas con las que compartimos un mismo lugar físico (teatro, veredas, cama matrimonial).

Existe otro concepto, muy similar a la proxémica, que también participa en nuestro bienestar o incomodidad. Me estoy refiriendo a la discreción.

Para hablar de ella necesito mencionar un breve antecedente.

Los seres humanos comenzamos nuestra vida en sociedad pensando que somos muy importantes; se habla de «Su Majestad, el niño».

Este sentimiento monárquico (narcisismo) puede durarnos muchos años, inclusive hasta el fin de nuestros días.

Se dice (en descripciones noveladas, en películas, en revistas) que los reyes son gente que ha recibido una educación muy refinada, que poseen modales exquisitos, que todo lo de sus vidas es maravilloso, perfecto, mágico.

Por estos motivos desearíamos tener sus cualidades, ser tan refinados como imaginamos que son los reyes.

Uno de los atributos que les imaginamos es la discreción, es decir, suponemos que son respetuosos de la privacidad, propia y ajena.

La televisión está poblada de programas llenos de indiscreciones, con audiencias (rating) superiores a cualquier otro.

Esta ilusión monárquica es la que nos lleva a condenar «tanta vulgaridad», siendo que en realidad disfrutamos clandestinamente de esos programas llenos de indiscreciones.

  
 

(Este es el Artículo Nº 1.608)


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Namasté