“Los únicos regalos del mar son
golpes duros, y ocasionalmente la oportunidad de sentirse fuerte. No sé mucho
sobre el mar, pero sé que así es aquí. Y también sé lo importante que es en la
vida no necesariamente ser fuerte, sino sentirse fuerte. Medirse uno mismo
aunque sea una vez. Encontrarse aunque sea una vez en las más primitivas
condiciones humanas. Enfrentando la muerte ciega completamente solo, sin nada
que te ayude excepto tus manos y tu propia cabeza.”
Primo Levi
La
vida planificada parece más sencilla. La posibilidad de anticipar y conocer lo
que viene nos tranquiliza de cara al futuro. Saber cuándo y cómo hacer las
cosas, contando con recursos para prevenir y evitar improvisar. En este sentido
la rutina no es solo costumbre, también es estructura y control, o al menos la
ilusión de ello. En las horas, en los días y semanas que se repiten sin
sorpresas radicales, nos asentamos lentamente en nuestra zona de confort. El
problema es que la apuesta por la continuidad no está libre de riesgos. A veces
sin quererlo y sin notarlo, quedamos atrapados en la rigidez de la permanencia,
paralizados en medio del acontecer predecible de nuestra cotidianidad
inalterable. La seguridad ha devenido en pasividad y la estabilidad en
estancamiento, el miedo a lo desconocido ha anulado toda posibilidad de
cambio.
El ser humano se diferencia
del resto de la naturaleza por su apertura, por el espacio con el que cuenta
para emprender proyectos y configurarse a sí mismo: cada quien tiene que llegar
a ser lo que es. Es un proceso de transformación constante que empieza con el
deseo de hacer cosas, lo que sea que te realice como persona, siempre es posible
volver a comenzar. Lo importante es recibir lo desconocido como una oportunidad,
el cambio no debe asociarse necesariamente con la pérdida, muchas veces es
justamente lo contrario. Un viaje, una nueva carrera, un postgrado, un negocio
propio, una relación, mudarse a otro país, pintar, escribir, ayudar a alguien,
aprender un idioma, tocar un instrumento, ir al cine, compartir con tu familia y
un largo etcétera. Eres libre, aprovecha las posibilidades.
A
veces la distancia entre lo que somos y lo que podemos ser está en la inercia
del presente. Al menos una vez hay que medirse a uno mismo, rencontrarse en el
cambio, en el reto de tener que convertirte en algo más para conseguir lo que
quieres, lo que puedes. ¿Y por qué no muchas veces, para siempre?
POR: Dacio Medrano
FUENTE: http://www.inspirulina.com/reencontrarse-en-el-cambio.html
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